Acompañar un cruce de miradas con aparente tímida sonrisa, enciende, no quema. Un beso en la comisura de los labios, pausado, intenso, delata intenciones, pero es «perdonable». Meter a otro/a en la cama ya no es un devaneo, es una infidelidad en toda regla.
Es lo que dice el 92 por ciento de los españoles que participaron en la última encuesta del Instituto Ipsos.
Pero el término poco parece importarles, pues casi el 40 por ciento admite haber «pecado» o se ve muy capaz de hacerlo. Ahora bien, no hay tanto «valiente». En realidad, sólo confesó el 17 por ciento. El otro 23 lo dejó en un «podría...». En cualquier caso, echando cuentas, surgen motivos para no faltar a la fiesta navideña de empresa, porque de cada diez que haya en la sala, cuatro podrían ser candidatos/as a pasar un buen rato.
Y es que en este tipo de eventos «el ambiente lúdico y más relajado de lo habitual con los compañeros, lo convierte en una situación propicia para dejarse llevar», explica Laura Rico, psicóloga especialista en sexología.
«Beber y perder un poco la cabeza es la mezcla perfecta para aquellas personas que en otras circunstancias no se atreverían a faltar a quien tienen esperando en casa, y así pueden justificarse alegando no acordarse de nada de lo ocurrido al día siguiente», puntualiza Antonio Casaubón, presidente de la Federación Latinoamericana de Sociedades de Sexología.
Depende...
Pese a que muchos tienen una opinión con reservas y creen que todo depende de las circunstancias en las que se realice, hay un nada desdeñable 15 por ciento que está seguro de que es posible amar a su cónyuge mientras se le engaña. Estas cifras demuestran que el límite a la promiscuidad lo pone cada par.
«Hay parejas dependientes, más clásicas, que no toleran ningún tipo de acercamiento, y otras interdependientes, en las que predomina lo emocional frente a los físico y marcan ciertas pautas entre ellos a la hora de tener encuentros con otros», dice Casaubón.
Estas últimas, según aclara Rico «permiten el contacto sexual, porque para ellos el ser infiel lo representa el enamoramiento y por eso estipulan como norma el no enamorarse». Por otro lado, existen personas a las que «el sentimiento de infidelidad mutua alimenta de algún modo el gusanillo para esmerarse más en su relación y que no decaiga», argumenta Casaubón.
Absolución
Pero si hay algo que caracteriza a los españoles es su benevolencia ante la traición. El 57 por ciento afirma que sería capaz de perdonar la infidelidad de su «partenaire».
Es más, entre estos, alrededor del 12 por ciento ya lo ha hecho. Y más ellos que ellas. La edad también es un factor importante en la absolución, pues son los mayores de 35 años los más propensos a considerar el perdón, mientras que los jóvenes suelen tener una visión idealizada.
Para los expertos, el problema es «ver el sexo como una producción de orgasmos y erecciones. Así es como se llega al límite. La parte física y el placer son importantes, pero si lo basamos sólo en eso nos terminaremos aburriendo», concluye Casaubón.
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