jueves, 17 de marzo de 2011

El juego, un vicio peligroso.

Te apuesto a que no puedes dejar de leer... Ésta es una jugada simple, pero que puede marcar a miles de mexicanos que están atrapados en las garras de un adicción en la que se pierde todo y poco se gana.

La ludopatía va ganando a miles de hombres y mujeres que aún no saben que tienen una enfermedad patológica que va más allá del azar y que destruye vidas.
“Yo me separé de mi familia un rato, estuve separado un tiempo; llegué al grado de agarrar lo que no era mío, decía ‘al rato lo recupero’; pero no, ya no recupera uno nada, esa es una vil mentira. Pedía para tapar un hoyo y luego destapaba otro, así me la iba llevando”, relata un ludópata que ahora está en recuperación, y que comenzó a jugar a las cartas con amigos en la calle.

El adicto al juego y las apuestas es capaz de desconocer a sus seres queridos e, incluso, cometer delitos con tal de seguir adelante, aunque eso signifique llegar a la cárcel y marcar a su familia.

“Nos enteramos cuando mi hermano fue detenido, fue acusado de un fraude en una empresa, entonces supimos lo que había hecho o la adicción que él tenía, pero fue hasta el momento en que ya estaba detenido”, detalla la hermana de un adicto que, a pesar de haber cumplido dos años en la cárcel, se niega a reconocer que tiene un problema.

“Es algo que él nunca ha querido tocar, no ha querido platicar, para él todo esta bien, él puede con eso; el tiempo en que estuvo en la cárcel, según comenta, nunca jugó; pero ya hoy que salió, está nuevamente en esa adicción. Nunca ha querido hablar del tema, se le ha ofrecido apoyo, se le ha ofrecido acercarnos a él, platicar, pero no quiere, está cerrado en esto”, explicó la mujer.
En México no existen estadísticas oficiales sobre el número de adictos al juego; además, no está considerada como una enfermedad por la Secretaría de Salud ni si quiera existen centros de asistencia o grupos de apoyo para atender este problema.


“La ludopatía consiste en una falsa creencia de que se puede obtener dinero fácilmente, sin esforzarse, sin trabajar, y de que en cualquier momento se puede resarcir de perdidas económicas importantes, de esta manera se crea la falsa creencia de ganar dinero fácil y se entra a un circulo vicioso del cual es difícil salir”, explicó Carlos del Moral, presidente del Centro de Atención de Ludopatía y Crecimiento Integral (CALCI), único lugar donde se trata de manera profesional a este padecimiento.

“He sabido de mucha gente que hace locuras con tal de conseguir dinero para seguir jugando, obviamente se pide prestado a gente que no conoces, aunque traigas dinero no les pagas porque lo necesitas para jugar; las mujeres se ofrecen a los hombres y hay hombres que hacen trabajos sexuales”, señala un ludópata rehabilitado.
El Centro de Atención de Ludopatía y Crecimiento Integral estima que en México existen por lo menos 500 mil jugadores compulsivos que no han sido tratados, de los cuales, señala, uno de cada cinco enfermos ha intentado suicidarse.

“Cuando iba a jugar a los cartones era más o menos tranquilo, no me apasionaba tanto por el juego, pero a raíz de que empecé a ir a las maquinas, pues entonces sí empecé a jugar más y a apostar más; estaba mal en lo financiero, así como en mi salud, porque me quedaba hasta el día siguiente jugando; tenía problemas con mi esposo, a mi hija le daba tristeza que su mamá se clavara tanto en el juego.

“Llegó el momento en que mi esposo, incluso, un día que llegué por la mañana, intentó pegarme; tuvimos un disgusto, entonces él intentó golpearme, yo también lo hice, ésa fue la riña más grande que he tenido, además de que mi hija siempre anda tras de mí, todo por el juego”, relata una mujer madura que se acercó al juego por invitación de su hermana, y que ahora está tratando de rescatar a su familia, después de dos años de conflicto a causa de su adicción.

“En 1980 la Asociación estadunidense de Psiquiatría definió la ludopatía como un trastorno mental de control de los impulsos, en su manual diagnóstico DCM3; en la actualidad está el manual DCM4, este libro presenta todas las enfermedades mentales. En 1992 la Organización Mundial de la Salud lo aceptó como un problema, como una enfermedad, como una patología”, explicó el presidente del Centro de Atención de Ludopatía y Crecimiento Integral, Carlos del Moral.

“Yo no sabía que toda esta adicción se empieza a generar por medio de los videojuegos, de los celulares; hoy en día todos los niños tiene el juego de moda y hay demasiada inconciencia, muchos lo hacen como un escape y cuando menos se dan cuenta, ya están hundidos en esto”, expresa la hermana de un ludópata.

Los adictos compulsivos al juego no distinguen entre la realidad y la fantasía, “cuando está uno ahí como que no se percata uno mucho de las locuras que se hace con tal de conseguir dinero”.

Para un ludópata no existe otra manera de ver la vida hasta que es demasiado tarde, hasta que ésta se le va de las manos.

“Se le llama la cruda moral, poco a poco te vas destrozando tú mismo porque, los remordimientos no te dejan, no duermes tranquilo porque estás pensando en ‘¿Cómo le haré para jugar mañana si ya no tengo dinero? y ¿Ahora cómo le voy a hacer para recuperar lo que he perdido y que he agarrado porque no era mío?’


“Se llega al grado de robar; aunque te digan ‘toma el dinero’, pero si ya no lo regresas cómo se llama: pues se llama robar, abusar de la confianza de las personas, a ese grado se llega, se pierde la vergüenza”, recuerda un adicto compulsivo al juego.

Cabe destacar que este padecimiento también lo sufren las personas de la tercera edad, ya que así evaden su realidad en el juego, debido a que sienten que su vida carece de sentido, así como las amas de casa que juegan la colegiatura o el gasto del hogar, con tal de sentir la emoción de las apuestas.
Crónica: La suerte primeriza es la que engancha

El ritual para atraer la fortuna comienza desde la ducha. Manuel vacía a la tina un litro de leche, cuatro de agua, y el toque final: tres cucharaditas de miel. Ése fue el menjurje con el que la señora de las limpias le recomendó bañarse, ya hace algunos años, con el fin de despojarse de la sal del día y salir de su casa con una buena racha de suerte, exactamente lo que necesita para ir
al Bingo.

En 2001, Manuel se volvió adicto al Bingo, el día que unos amigos lo invitaron a jugar y al sentarse, con su primer cartón gritó la palabra que todos los que estaban ahí querían gritar: “¡Premio!”. Ese mismo día, regresó a su casa con unos 20 mil pesos, sin el mayor esfuerzo, poco más de una quincena de arduo trabajo.
Algunos jugadores tienen la hipótesis de que sí existe la suerte del principiante, y ésa es el demonio que, afirman, engancha a muchos.

Después de la ducha y antes de salir de casa, Manuel echa un limón en los bolsillos de su pantalón para alejar las envidias y malas vibras que “pudieran causar bullicio a la suerte”. Ha terminado con el ritual y todo está listo para una noche de Bingo, sólo falta pasar al cajero automático para sacar mil quinientos pesos y empezar a disfrutar del vicio.

Cual farándula, desde la entrada a la sala de juego, lo van saludando. Ahí los jugadores veteranos saben quién es quién, tantas horas y años de juego les ha dado para conocer bien a sus rivales de la noche.

Ellos saben quién es el que más apuesta, el que más suerte tiene, el que más horas se la pasa jugando, y hasta quién es el típico picado que termina siempre pidiendo prestado para poder sacar su carro del estacionamiento.

Es paradójico, porque aunque lo relacionado con la suerte es místico e intangible, en la sala de juegos todo es mecánico y perfectamente calculado.

Manuel se sienta a la mesa que al llegar le provocó una buena corazonada, pone un billete de 500 pesos del lado derecho, y el cartonero le deja un boleto; sin cruzar palabra le cobra diez pesos. El jugador que está al lado de él pide siete series de seis boletos, por las que tiene que pagar 420 pesos.

Después, una voz menciona al auditorio el número de cartones vendidos para esa partida y por último dice: “Comenzamos, el primer número es...” y así se cantan en promedio otros sesenta y tantos números, hasta que por fin sale un ganador, es decir, quien llenó los 15 números de su
planilla.

Esta noche, Manuel jugó unas 30 partidas y de nada le sirvió la ducha para atraer la suerte, ni los limones en su bolsillo ni su corazonada al llegar al Bingo.
Manuel se fue por la mesa equivocada, porque lo único que ganó fue una desvelada y una buena “despelucada”, como se dice en el argot de los apostadores.
Indicios de alerta

De acuerdo con el Centro de Atención de Ludopatía y Crecimiento Integral, éstos son algunos signos de advertencia para aquellos que gustan de los juegos de azar y las apuestas:

Pensar constantemente en jugar.
Jugar para calmar los nervios, olvidar las preocupaciones o reducir la depresión.
Necesidad de apostar montos de dinero cada vez mayores para experimentar emoción.
Aislamiento de la familia, los amigos o las actividades habituales.
Cambios de humor que dependen de haber ganado o perdido.
Abandono de las necesidades personales o de la salud.
Secretos, evasiones o mentiras al ser cuestionado sobre el habito de las apuestas.
Uso de fondos de jubilación o cobro de una póliza de seguros para financiar el juego.
Pérdida de sus posesiones o activos incluso empeñar o vender los artículos personales.

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