martes, 22 de marzo de 2011

Haití, un cantante como presidente.

El tsunami de Sweet Micky arrastró a mamá". El resultado no será oficial hasta el 16 de abril, pero en Haití ya todo el mundo lo sabe: Michel Martelly, el cantante de carnaval más conocido del país más golpeado del planeta, triunfó en la contienda electoral del pasado domingo por encima de Mirlande Manigat. Los periodistas locales no lo pueden cantar a los cuatro vientos, pero para eso están Facebook y Twitter.

Sondeos a pie de urna, que no se pueden publicar, y algunos recuentos sitúan la ventaja de Martelly en más de 20 puntos. El presidente in pectore hizo público hoy un comunicado para rebajar un poco las expectativas, dada la contundencia de la victoria. Son las primeras palabras del que ya habla como hombre de Estado: "La mayoría de las actas nos colocan en situación muy cómoda. Esta elección será el nacimiento histórico de la democracia en Haití".

"Esta elección será el nacimiento de la democracia en Haití", dice el candidato
Martelly tiene motivos para tanta felicidad. Tras el pucherazo electoral orquestado por el presidente René Preval, el cantante había quedado eliminado de la contienda, al quedar por detrás de Manigat y Jude Celstin, el yerno del presidente. Pero la furibunda reacción de sus seguidores, que no perdonan la ineficacia gubernamental tras el terremoto del 12 de enero y la posición de fuerza de la comunidad internacional consiguieron lo que parecía un milagro en el país del fraude y la corrupción: el descarte del candidato oficialista a favor de un cantante inexperto.

¿Y qué viene tras la alegría? Una tarea descomunal: levantar al país de la ruina provocada por el desastre y reconstruir una capital que sigue pareciendo hoy el escenario de una guerra nuclear. Y para ello será necesario pactar con la mayoría gubernamental, que controla el Parlamento y que le puede imponer un primer ministro afín a Preval.

Lo más duro está por llegar. El cantante del cambio deberá mover sus piezas políticas tan rápido como sus pies en los carnavales. Los haitianos le ha entregado un cheque en blanco para que lo rellene con todos los fondos prometidos por el mundo. Pero este cheque tiene una caducidad muy corta: la que marca la desesperación de un pueblo.

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