lunes, 21 de marzo de 2011

La literatura siempre tiene razón.

A veces la literatura tiene, tercamente, razón. Cuando hace un lustro Francesc Serés retrató con crudeza a la clase media trabajadora en un libro de ficción (La fuerza de la gravedad) y otro de no ficción (Materia prima), algunos dijeron que aquella realidad no existía. La crisis, sin embargo, terminó poniendo las cosas en su sitio y Serés se ganó el puesto de "narrador privilegiado" de la realidad urbana. La verdad es que ya tenía un título parecido respecto al mundo rural, al que había consagrado tres colecciones de relatos.

Aquel mundo era directamente el suyo, es decir, el de alguien nacido en 1972 en Zaidín, un pueblo catalanohablante de la provincia de Huesca. Allí había vivido hasta que, con 18 años, se marchó a Barcelona a estudiar Bellas artes y Antropología. Actualmente vive en El Sallent, un pueblo gerundense de una veintena de habitantes.

Al escritor le interesa contar historias "sin jugar con la pena social"
Justo cuando aquellos libros lo habían convertido en uno de los nombres con más presente y futuro de la literatura en catalán, Serés decidió salir corriendo de su propio éxito. "Me dije: no te repitas. Una de las cosas que me quedaron de Bellas Artes era aquello de la aportación: si ya está hecho, no lo hagas, porque no vas a mejorarlo", cuenta en la cafetería de un hotel madrileño. Huyendo de la "marca Serés", comenzó a imitar el estilo de otros autores: Pla, Sagarra, Monzó...

"Al final daba el pego". Ejercicios aparte, otro de los frutos de aquella huida fue Cuentos rusos (Quaderns Crema en catalán, Mondadori en castellano), una antología de narradores apócrifos con los que, con estilos dispares, pasamos de Chernóbil a las aerolíneas de bajo coste o a "saber" que Elvis cantó en la plaza Roja.

El Serés soviético y postsoviético volvió a hacer bingo: la versión catalana del libro obtuvo en 2009 el Premio de la Crítica. A él no parece preocuparle que se reconozca tanto su propia voz como su faceta de ventrílocuo: "Yo soy un okupa. El catalán es mi lengua, pero nunca lo estudié. Tampoco estudié nada relacionado con la literatura. No tengo los tics del mundo literario. Lo de la voz está muy bien, pero puede convertirse en una prisión.

A veces el estilo son anteojeras. Te las pones y estás cómodo, pero te pierdes matices. ¿Se puede describir igual esta esquina de Madrid que un paisaje de los Monegros?". Bueno, está aquel invento del punto de vista. "Eso sí, puedo poner mi trípode en muchos sitios. Mis inseguridades me acompañan siempre".

De nuevo a contracorriente, Francesc Serés ha devuelto sus "inseguridades" al agro y al mundo laboral. Dos por uno. Actualmente hace "trabajo de campo" para un libro sobre los inmigrantes que llegaron a su pueblo y con los que él empezó a trabajar recogiendo fruta cuanto tenía 11 años.

Dice Serés que le interesa contar historias que, aparentemente, no tienen literatura pero que busca hacerlo "sin jugar con la pena social". De aquí que la crítica le interese más como punto de llegada que de partida: "Hay más crítica en El apartamento que en todo el cine social de Ken Loach. Para que te tragues esa píldora, que es muy dura, Wilder te la dora tanto que tiene que hacer muy buen producto".

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