lunes, 14 de marzo de 2011

La neurosis urbana, ese mal.

Descontrol emocional, prisión de millones
Quien diga que los nervios pueden traicionar, se queda corto; pueden matar. En el país 28% de la población ha padecido o padece un trastorno siquiátrico, de acuerdo con la Secretaría de Salud federal. Expertos señalan que el peligro radica en que muchos no lo saben, y el miedo y la ansiedad pueden llevar a la autodestrucción

“De mis intentos de suicidio, la verdad ya perdí la cuenta. Me corté las venas, me iba a aventar de un tercer piso, pero alcanzaron a detenerme. Me arrojaba a los coches en avenidas como el Periférico. Cada que amanecía, abría los ojos y decía: ‘¿Por qué no me quedé en la sobredosis de ayer, por qué tengo que seguir vivo?’”.

Ésa es la confesión de Agustín, quien a sus 52 años de edad relata el infierno que ha vivido al ser presa, desde hace casi tres décadas, de la neurosis.
Todo comenzó cuando su pareja lo abandonó. Consumió drogas, las combinaba con alcohol. Perdió a su familia. Como odontólogo, perdió a sus pacientes. Perdió también las ganas de vivir.

“Yo pensaba: ‘Si ya no quiere estar conmigo, ya no quiero seguir vivo’. Era eso lo que me movía y después fue que las cosas no estaban como yo quería, y empecé a mezclar el alcohol con medicamentos, con drogas, con lo que se pudiera para suicidarme, pero por algo no se dio.”

—¿Te sentías atrapado?
—Sí, estaba atrapado, porque se pierde la capacidad de funcionar, la ilusión por la vida, pero hoy estoy aquí.
Agustín se asume como neurótico, pero enfatiza en que para él la diferencia entre la vida y la muerte fue que un familiar lo convenció de buscar ayuda. Desde hace 17 años, pertenece al Movimiento Buena Voluntad 24 horas, de Neuróticos Anónimos (NA).
Hasta la década de los ochenta, la Organización Mundial de la Salud (OMS) consideraba la neurosis como un trastorno síquico sin una alteración orgánica demostrable.

Aunque coloquialmente el término se sigue utilizando y diversas corrientes de pensamiento lo validan, como el sicoanálisis y la sicoterapia, la OMS desapareció el término “neurosis” y clasifica siquiátricamente esta enfermedad dentro de los “trastornos del humor afectivos”.

De acuerdo con el organismo, actualmente las enfermedades mentales son consideradas como el principal problema de salud pública en el mundo.
México ocupa uno de los primeros lugares. Aunque las estadísticas varían, la realidad es que el país sufre un problema masivo de salud mental.

Datos del Centro Eleia Actividades Psicológicas demuestran que entre 75 y 80 por ciento de los mexicanos padecen un trastorno mental.

Según cifras de la Facultad de Psicología de la UNAM, dos de cada tres individuos en el país padecen neurosis, aunque no lo sepan.

Sin embargo, la Secretaría de Salud federal (Ssa) señala que, según la última encuesta epidemiológica, 28 por ciento de la población ha padecido o padece un trastorno siquiátrico, lo que significa que casi tres de cada diez personas en México tienen problemas de salud mental, como fobias, ansiedad y depresión.
“Todos los trastornos que pertenecían a lo que se denominaba neurosis quedaron en varios grupos: los trastornos afectivos, los ansiosos, los sicóticos. Ahora sólo podemos hablar de enfermedades mentales.

Se plantea que en 2030 la depresión se convertirá en la primera causa de discapacidad en nuestro país”, afirma Xóchitl Duque, integrante de los Servicios de Atención Siquiátrica de la Secretaría de Salud.

La funcionaria señala que la problemática que México enfrenta en el área de salud mental es que los pacientes tardan hasta diez años en buscar ayuda, ya sea por ignorancia, por miedo o por temor a ser señalados por la sociedad.

“En la Secretaría de Salud, en todas las entidades, en todos los centros de salud, se presta atención squiátrica y si se requiere se canaliza al paciente a una institución especializada abierta. Pero el primer paso es buscar una evaluación médica y después cualquier ayuda que le pueda servir, que mientras no lo dañe, es bienvenida”, indica Xóchitl Duque.

Da lo mismo vivir
Judith tiene dos hijas, es ama de casa y a sus 41 años afirma: “Sí, yo soy neurótica, me reconozco como una persona que no puede controlar sus emociones”.
A los 21 años empezó a padecer depresión. “Es como vivir y estar muerta, te sientes en un infierno, atrapada en una cárcel”, recuerda.

Integrante hoy de Neuróticos Anónimos, Judith relata los momentos de angustia que se convirtieron en años, antes de buscar ayuda.

“Yo decía: no tengo ganas de vivir. Me di cuenta que tenía una desilusión por la vida. Te da lo mismo comer, te da lo mismo bañarte, te da lo mismo trabajar o renunciar a tu trabajo, no te interesa nada; ni ir a una fiesta, ni estar en un convivio o con tu familia.”

Entonces soltera, su madre la impulsaba para atender su padecimiento, pero Judith le respondía: “La que necesita ayuda eres tú, yo estoy bien”, pero entre más pasaba el tiempo, más se aislaba.

“Me pesaba tener 21 años de edad, el ver que no había terminado una carrera y que no tenía ganas de terminarla me pesaba, compararme con personas de mi edad, que ya se habían casado y yo pensaba que me había quedado, no tenía novio, no convivía con nadie”.

Ella buscó ayuda hasta que tocó fondo.
“En algún momento que me encontré en el Metro, pensé: ‘¿por qué no te avientas a las vías... ¡Hazlo!’. Me sentía muy cobarde, pero tenía muchas ganas de hacerlo. Ese día llegué a Neuróticos Anónimos y les comenté lo que quería hacer y ellos me invitaron a una casahogar donde estuve en esa terapia constante y gracias a eso yo salvé mi vida.”

Para la coordinadora de la clínica del Centro Eleia Actividades Psicológicas, Ana María Wiener, la importancia de la ayuda en un trastorno mental radica en lograr que el individuo cambie verdaderamente las conductas que afectan su vida y, después de un tiempo razonable, logre estar sano y ser independiente, pues no puede pasar toda su vida en terapia o en grupos de ayuda.

“La sicoterapia es difícil, pero efectiva porque nos hace enfrentar lo peor que tenemos como seres humanos. El cambio depende en 80 por ciento del individuo y lo que va a hacer el sicoterapeuta o el sicoanalista es enseñarlo a generar cambios para que salga de ese patrón patológico que lo afecta y así aproveche las herramientas que tiene él mismo para superar su enfermedad y seguir solo con su vida”, explica la doctora Wiener.

Lo preocupante, añade, es que la mayoría de las personas sufre de neurosis y no lo sabe. Considera normal las variaciones de sus estados emocionales y así educa a sus hijos. Por lo que la pregunta es ¿cómo se identifica a un neurótico?
“Cuando hablamos de neurosis, hablamos de una persona que tiene problemas para relacionarse, tiene problemas en el trabajo, tiene problemas en las relaciones de pareja o con sus amigos o con sus hijos. Es una persona que tiene dificultad en el trato con la gente.

“Otra manifestación de la neurosis se observa en gente que de todo se enoja, que siempre ve lo negativo de las cosas, que avienta culpas a los demás en vez de responsabilizarce de lo que él hace, que piensa que la vida lo trata mal, que así es su destino”, detalla Ana María Wiener.

La neurosis puede detonar por un evento traumático, la muerte de un ser querido o por fuertes pérdidas materiales. Además se manifiesta con estrés.
“No se puede dormir bien y esto sucede por largos periodos. Las personas están muy ansiosas y no saben la razón. Se comen las uñas, comen compulsivamente o dejan de comer, todos son síntomas que denotan que hay una situación estresante en su vida y que no la saben manejar”, puntualiza la coordinadora de la clínica del Centro Eleia

“No me hables”
“Un día, el médico me dijo: ‘Le voy a dar un pase a siquiatría’. Ahí fue donde yo me espanté. Y a pesar de que el doctor me lo recomendó, estuve varios años sin hacerle caso al problema que yo tenía. Amanecía enojado y no sabía por qué. A mi esposa le decía: ‘No me hables porque estoy enojado’. Era una emoción que no podía controlar.”
Así era la vida de Alfonso antes de reconocerse como neurótico.
No sólo peleaba con su esposa, también puso en riesgo su trabajo. Lo consideraban una persona agresiva.

“Llegué al extremo de agarrarme a golpes con algunos compañeros de mi trabajo, ya me habían levantado un acta administrativa. Todo me llenó de temor. Me emborrachaba. Sentía una tremenda soledad y mucho miedo a la vida.
Hace 22 años, Alfonso llegó a Neuróticos Anónimos y encontró a personas parecidas a él.

“Fue una maravilla, empecé a escuchar personas iguales a mí. Ya no dejo las reuniones porque soy un neurótico que intentó matarse, que sigue generando emociones, pero ahora aquí las descargo”, advierte.

Para Manuel González Oscoy, maestro de posgrado de la Facultad de Sicología de la UNAM, en México la neurosis ha aumentado de manera exponencial, de tal manera que la falta de un tratamiento para lograr el control de las emociones puede llevar no sólo al suicidio, sino a padecer enfermedades sicosomáticas que pueden causar también la muerte.

“La situación es grave, porque un individuo que tiene un mal manejo de las emociones en una persona que padece neurosis puede llegar a consecuencias funestas, con enfermedades que lo matan. Estamos hablando, por ejemplo, de cardiopatías, hipertensión, los mismos infartos pueden tener un componente sicológico”, explica González Oscoy.

Con respecto al suicidio, el catedrático de la máxima casa de estudios señala que la falta de una atención adecuada agudiza la crisis en las emociones hasta llevar al individuo a tomar la decisión de quitarse la vida, pero esto no sucede de manera generalizada.

“No podemos decir que todos los neuróticos son potencialmente suicidas, ni que todos los suicidas fueron neuróticos, eso sería una exageración. Es verdad que si la neurosis avanza se complica generando conductas autodestructivas que pueden conducir al suicidio. Pero también hay que aclarar que para que exista una cuestión suicida la persona neurótica pudo haber tenido trastornos orgánicos, como una esquizofrenia, y aquí ya no habría una relación directa entre suicidio y neurosis”, señaló el sicológo de la UNAM.

Las cuatro salidas
“Yo creo que nadie se quiere morir de verdad. Tenía las ganas de morirme, pero la verdad no quería morirme”, platica Miguel Ángel, quien, ya realizado como empresario, recuerda las situaciones que lo llevaron a pertenecer a Neuróticos Anónimos.

“La manera en la que actúas te hace sentir que estás loco, porque los neuróticos hacemos cosas muy absurdas. Tenemos manías. No pisamos rayitas en el piso. Yo contaba los semáforos para llegar a algún sitio. Me regresaba a cerrar el coche varias veces. Eso te hace la vida insoportable porque ocupas gran parte de tu vida en una evasión de la realidad”.

Con su neurosis controlada, a través de su grupo de ayuda, Miguel Ángel relata: “Llegué a pensar que estaba endemoniado, me metí a la Iglesia, pero no me sirvió. Golpeaba a mi hermana porque creía que tenía el derecho de educarla como yo quería. Empecé a tomar antidepresivos y alcohol. No encontraba la felicidad. Pero un neurótico bien plantado consigue lo que quiere, encuentra a otros neuróticos y se ayuda”, concluyó.
E
l fundador del Movimiento Buena Voluntad 24 Horas de Neuróticos Anónimos, Manuel, explica el funcionamiento de su grupo, que abrió las puertas en 1977 con cinco personas y que hoy agrupa a miles.

“Por principio guardamos el anonimato de todo ciudadano. Tenemos artistas, políticos, intelectuales o gente de a pie, abrimos 24 horas y todo el servicio es gratuito. No tenemos médicos ni especialistas, el apoyo es de neurótico a neurótico.”
Manuel concluyó: “El neurótico tiene cuatro caminos: uno es la cárcel, otro es el manicomio, otro es el panteón y el cuarto es Neuróticos Anónimos”.

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