martes, 15 de marzo de 2011

Maltrato a las mujeres, basta.

Por María Tardón.

Me pasa con cierta frecuencia que cuando conozco a alguien y se entera de en qué trabajo, lo primero que me dice es “tú ahí verás muchísimas denuncias falsas, ¿no?...”

Aunque la fuerza de la costumbre hace que cada vez me sorprenda menos la pregunta, es algo que no deja de producirme frustración y pena, especialmente porque conociendo, como se conocen hoy, por cualquier persona mínimamente informada, las siniestras cifras que año tras año arroja la violencia de género, pueda haber alguien a quien, en lugar de interesarle sus causas o sus consecuencias, o cómo llegan las víctimas a los juicios, o si afecta, también, a los hijos que viven con ella, o, en fin, a cualquiera de las mil y una implicaciones que esta lacra lleva consigo, lo único que parezca preocuparles es si a alguna de las cientos de miles de mujeres que sufren en España el maltrato por parte de sus parejas o ex parejas se le ocurre mentir en juicio.

Dejando al margen otras experiencias profesionales anteriores, en las que ya le puse cara a esa negra bestia que entonces conocíamos como violencia doméstica, en general, englobándola con toda aquélla que tenía lugar en el ámbito de la familia, hoy formo parte de un Tribunal especializado en violencia sobre la mujer desde que se creó, en junio del año 2005 y, desde entonces, habremos examinado en él no menos de diez mil procedimientos, y, en todo ese amplio número de casos, contamos no más allá de cinco o seis aquéllos en los que hemos tenido la convicción de que había indicios serios de que nos encontráramos ante una denuncia o acusación falsa.

He tenido, además, la oportunidad de participar en diversos estudios promovidos por el Consejo General del Poder Judicial, que me han llevado a examinar, línea a línea, cientos de sentencias en esta materia dictadas por los Tribunales de toda España, con el mismo resultado: dolor, agresividad, brutalidad extrema en muchas ocasiones, pero ¿denuncias falsas?: una entre seiscientas causas; cinco o todo lo más seis entre diez mil…

¿A qué viene, entonces, el éxito que tiene entre una parte significativa de la opinión pública el tópico de que una gran parte de las denuncias por violencia de género son denuncias falsas?...

Tópico no porque niegue la posibilidad de que puedan en algún caso producirse, puesto que donde hay un conflicto entre un hombre y una mujer que se han querido mucho y lo han compartido todo, el deseo que surge, tras la ruptura de querer perjudicar el uno a la otra y viceversa, puede llevarles a cometer, a él o a ella, actos irracionales y perversos contra quien ha sido su pareja, y la de denunciar falsamente al otro o a la otra (o a la posible nueva pareja de cualquiera de ellos, incluso) por delitos cometidos contra quien denuncia o, lo que es peor, contra los hijos de ambos, forma parte del elenco de maldades humanas que podemos cometer por resentimiento o venganza.

Tópico porque tras cada nuevo análisis del conjunto de los procedimientos abiertos, de la actividad de los distintos órganos judiciales que se ocupan de estas causas, se constata lo excepcionalísimo de su existencia real.

Hay algo que no estamos haciendo bien los que de una u otra forma luchamos cada día para intentar erradicar la violencia de género cuando todavía muchos asimilan ésta con los meros conflictos de pareja, en lugar de con lo que verdaderamente es: el primitivo entendimiento de las relaciones entre hombres y mujeres como una manifestación de superioridad de aquéllos contra éstas, y el mantenimiento de ese predominio, de esa titularidad indiscutible por medio de la coacción, de la amenaza, del maltrato y, hasta en los casos extremos, del asesinato.

Y lo que es peor, que se sienten concernidos, agredidos, incluso, y hasta identificados con sus verdaderos destinatarios, por algunas de las normas puestas en marcha para intentar luchar contra esta clase de violencia y proteger a sus víctimas, que hoy son, todavía, muchas, muchísimas, demasiadas.

La semana pasada, una de las personas que hacía comentarios en el blog se refería al hecho de que, estando todos de acuerdo en que hay cosas que hoy no resultan admisibles, algunas medidas para intentar evitarlas pueden generar rechazo y ser contraproducentes, y puedo estar de acuerdo con ella, porque a mí tampoco me convencen algunas de las cosas que se están haciendo.

Pero en este tema, lo que está en cuestión no es más que la actuación de todos los que tienen algo que hacer o decir para procurar la mejor protección de las víctimas, y el castigo más proporcionado del culpable, y en eso, sólo puede existir desacuerdo, o bien porque quien tiene la obligación de hacerlo, no se explica adecuadamente, o porque quienes están empeñados, en su propio beneficio, en que nada cambie, las mujeres sigan sumisas y obedientes a sus maridos, y no les denuncien cuando se les “vaya la mano”, que siguen siendo hoy, todavía, muchos, muchísimos, demasiados, (tantos como víctimas, claro) son capaces de manipular la información y hacer llegar a muchos un discurso demagógico que no se sustenta en ningún dato objetivo, sino en interpretaciones ideológicas y en ataques personales, lo que, desgraciadamente, vende mucho en nuestra sociedad actual.

No hay comentarios:

Publicar un comentario