viernes, 4 de marzo de 2011

México, cables contaminantes.

A mediados de diciembre, el presidente Felipe Calderón recibió una llamada telefónica de la Casa Blanca. El presidente Barack Obama quería comentar los cables de Wikileaks procedentes de su embajada en México. En la prensa internacional ya habían asomado algunos de los despachos más controvertidos que redactó el embajador Carlos Pascual, los cuales reflejaban no sólo la gran desconfianza que tenía sobre la capacidad del gobierno mexicano de hacer frente al abierto desafío del narcotráfico, sino que en ocasiones expresaba una crítica brutal a algunas instituciones mexicanas, particularmente a la Secretaría de Defensa Nacional (Sedena), el Centro de Investigación y Seguridad Nacional y la Secretaría de Seguridad Pública (SSP).

Los mandatarios de México y Estados Unidos se comprometieron a evitar que “este deplorable asunto” contaminara “la relación de cooperación” entre ambos gobiernos.

Pero en la medida en que se ventilaron más cables por conducto de La Jornada, se sumaron más ingredientes de irritación, se pusieron en evidencia viejas fricciones de Los Pinos con el embajador estadunidense Carlos Pascual y se alcanzó un grado de incomodidad que ayer alcanzó la reunión Obama-Calderón celebrada en Washington.

La percepción del gobierno estadunidense no era tan negativa en los inicios del sexenio, en particular bajo el gobierno de George W. Bush y durante la representación de su embajador Anthony Garza. Un ejemplo de lo anterior es la forma en que éste se refiere al Ejército Mexicano, en un cable (08MEXICO1082) emitido en abril de 2008, en preparación a la visita del secretario de Defensa estadunidense, Robert Gates, a México.

Ahí no se habla de “desconfianzas mutuas”, corrupción generalizada, “provincianismo” y fricciones entre las distintas instituciones de seguridad –como las describió en 2009 y 2010 Pascual.

“Usted encontrará algunos matices entre sus interlocutores respecto a los temas de cooperación con Estados Unidos y la seguridad”. Garza le explica al jefe del Pentágono que en el segundo año de gobierno, el Ejército es el eje de la estrategia antinarcóticos de Calderón. “Los mexicanos tienen en general una buena opinión de la institución castrense”, puntualiza, y subraya que “altos jefes militares recientemente me comunicaron que recibieron instrucciones del Presidente de tener un mayor acercamiento” con sus contrapartes estadunidenses. También afirma que sus aportes a la Iniciativa Mérida “han sido clave”.

Poco queda de ese reconocimiento en el cable 10MEXICO083, del 29 de enero, enviado por Pascual al Pentágono y al Departamento de Estado, en el que habla de la “incapacidad” del gobierno mexicano.

El Ejército, eje de la estrategia antinarcóticos del presidente Calderón, explicó Anthony Garza al jefe del PentágonoFoto José Antonio López

Carlos Pascual reportó a Washington la “incapacidad” del gobierno mexicano en la lucha antinarcoFoto Roberto García Ortiz
Según su parecer, “las instituciones de seguridad mexicanas están frecuentemente encerradas en una competencia de suma cero, en la que los éxitos de una dependencia son vistas como el fracaso de otra. Cada agencia guarda celosamente su información y no existen las operaciones conjuntas. La corrupción oficial está extendida, lo que lleva a que los grupos de funcionarios y jefes del sistema judicial limpios actúen con una mentalidad de compartimentación de información en medio de un cerco”.

Además, “bajo el aparente profesionalismo de los militares existe una considerable tensión entre la Sedena y la Semar”. En tanto, al secretario de la Defensa, general Guillermo Galván, lo describe como “un militar impresionante” pero con una experiencia que no le ayuda a avanzar en la modernización de las fuerzas armadas.

La imagen del titular de la SSP, Genaro García Luna, también parece haber perdido ante la prueba del tiempo. Cuando fue nombrado en el cargo, fue descrito por Garza, en el cable 06MEXICO6971: “Un estratega, con perspectiva amplia, capacidad de resolver los problemas”. Y afirmó también que con el recién nombrado procurador Eduardo Medina Mora “son cercanos tanto por la personalidad de ambos como políticamente”.

En julio de 2009 (cable 09MEXICO003195), Pascual habló abiertamente de “la lucha por el poder” que hubo entre los dos funcionarios, por lo cual México “no pudo desarrollar un aparato de inteligencia efectivo” para combatir el narcotráfico.

En noviembre de ese año, en un despacho sólo de uso interno (09MEXICO3195), las expresiones del embajador son descarnadas: “La estrategia de seguridad del presidente Calderón no tiene una estructura de inteligencia capaz de producir información de calidad para operaciones de captura. Nuestros funcionarios nos reportan que las agencias mexicanas operan de manera fracturada, discrecional y dependientes del apoyo estadunidense”. Con “sus miles de deficiencias e ineficiencias” –dice el despacho–, estas instituciones admiten que “necesitan la ayuda” de Washington.

Y señalan la responsabilidad directa de García Luna: “El peso cada vez mayor de la Secretaría de Seguridad Pública impide una dinámica de intercambio de información”. Poco quedaba del estratega y amigo de Medina Mora.

A Calderón no le complació la opinión de la embajada sobre uno de sus funcionarios más cercanos. Por eso el “no me ayudes compadre”.

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