viernes, 18 de marzo de 2011

Murió la Princesa de tristeza.

La Princesa Ingrid murió de tristeza, sola y abandonada por su corte real.

Tuvo una vida agitada en lo social, viajó por todo el mundo, y tuvo varios amantes entre los príncipes de Europa. Era hermosa y elegante y poseía una fortuna considerable, producto de los impuestos que pagan los casinos en Mónaco.

Ingrid era una mujer de armas tomar, cuando algo deseaba lo conseguía al precio que fuera, así fue como se pudo casar tres veces, con príncipes que tenían esposas y a los que obligo a divorciarse para que vivieran con ella; tuvo 12 hijos, pero no los necesitaba para retener a sus maridos. Era libre y soberana, en toda la extensión de la palabra.

Ingrid ofrecía fiestas y recepciones, a las que acudían masivamente los miembros de todas las casas reales de Europa, eran espectaculares y muy vistosas. Siempre en esas fiestas de las que ella era una anfitriona maravillosa, podía escoger con quien pasar las noches en su habitación, de un manera discreta, tan discreta que ni su marido en turno se percataba de las infidelidades de ella.

Ingrid lucía varios títulos de nobleza: Princesa de Cracovia, Condesa del Duero y Baronesa de Orly.

En algún tiempo Ingrid dispuso que iba a defender el planeta y se convirtió en ecologista. Su activismo la llevó a viajar por Africa, ya sea en su yate o en su avión, desde los cuales observaba la naturaleza y los animales salvajes, pero no hablaba con nadie sobre la defensa de la naturaleza, era un tema íntimo.

Para ella cuidar el planeta consistía en no botar en el mar o en el Nilo, la basura de su yate, !!vaya ni una colilla de cigarrillo¡¡ Regañaba de fea manera a quien sorprendía haciéndolo.

Esto sí era una gran acción protectora: su labor de recolectar animales vivos para su zoológico particular en Mónaco. Los cazaban su guardia personal o los adquiría en el mercado negro de animales que existe en todo el continente africano.

Un día se encaprichó en querer llevarse un elefante hembra y a su cría, para lo cual mandó traer un barco de carga que se introdujo por el Nilo hasta dónde ella estaba cuidando a sus paquidermos preferidos.

Ingrid empezó a mostrar signos de alzheimer y su familia cercana aprovechó la oportunidad para internarla en una clínica para enfermos mentales en Suiza, le vaciaron sus cuentas bancarias y dejaron de visitarla por años.

La Princesa Ingrid se olvidó hasta de su nombre y de sus títulos nobiliarios, pero no de sus animales, a los que les puso los nombres de sus maridos e hijos. Por eso, las enfermeras que la cuidaban no sabían cuando la Princesa hablaba de los animales o de sus parientes.

Al final de sus días, con un desgaste natural de su salud, Ingrid pedía que fueran a verla sus parientes más cercanos, eso se tornó en una misión imposible, porque todos habían fallecido hacía mucho tiempo.

La Princesa Ingrid lamentó la ausencia de todos los que la rodeaban cuando era rica, vagamente se acordaba de sus tres esposos y de sus múltiples hijos.

Su último deseo fue que sus cenizas fueran esparcidas en el Nilo.

Murió en la más absoluta soledad, a la edad de cien años. Vivió 50 años sin memoria por el alzheimer, rodeada de enfermos mentales.

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