domingo, 10 de abril de 2011

Diez años para desmantelar Fukushima.

La compañía japonesa Toshiba ha asegurado al Gobierno de Tokio que podría desmantelar los reactores de la central nuclear de Fukushima en 10 años, alrededor de un 30% menos de lo que se tardó en llevar a cabo la misma operación en la planta de Harrisburg (Three Mile Island, en EE UU), tras el accidente que sufrió en 1979. El fabricante japonés cree que puede utilizar la experiencia adquirida por su filial estadounidense, Westinghouse Electric, en Harrisburg para acelerar el proceso.


"Según la propuesta, llevará unos 10 años extraer las barras de combustible en las vasijas de contención y las barras de combustible usado en las piscinas de almacenamiento de los cuatro reactores [dañados, de los seis que tiene la planta], demoler varias instalaciones y mejorar las condiciones del suelo", informó ayer la agencia japonesa Kyodo. Otra empresa que también fabrica reactores, Hitachi, planea presentar su propuesta junto con la estadounidense General Electric. El suministro de los reactores de Fukushima fue repartido entre General Electric, Toshiba e Hitachi.

Yukio Edano, portavoz del Gobierno, aseguró ayer que aún no hay un calendario fijado para el desmantelamiento de la planta, ya que, cuatro semanas después de que resultara gravemente dañada por el terremoto y el tsunami del 11 de marzo, aún no está estabilizada y continúa emitiendo radiactividad. Edano aseguró el viernes pasado que la situación en Fukushima sigue siendo "inestable". Ayer dijo que no puede "prejuzgar" cómo acabará la cosa y advirtió que la situación aún puede ir a peor.

Tokyo Electric Power (Tepco), la empresa propietaria de la central, comenzó el lunes pasado a verter al océano 11.500 toneladas de agua con baja radiactividad acumulada en la planta para liberar espacio en el que almacenar otra con más radiación. La empresa prevé finalizar el vertido hoy. Al mismo tiempo está inyectando nitrógeno en los reactores para prevenir potenciales explosiones causadas al acumularse el hidrógeno y entrar este en contacto con el oxígeno. También está construyendo una barrera de acero y sedimentos en el mar, frente a la planta, para evitar que el agua radiactiva llegue al océano.

Banri Kaieda, ministro de Economía, Comercio e Industria, y máximo responsable de la red de 55 centrales nucleares de Japón, visitó ayer la central, donde, vestido con un mono de protección, permaneció unos 45 minutos. Es el primer alto cargo del Gobierno que acude a la instalación desde el inicio de la crisis atómica.

La réplica de magnitud 7,1 en la escala de Richter ocurrida el jueves pasado, igualmente en el noreste de Japón, causó, como en Fukushima, la interrupción, aunque breve, del suministro eléctrico de otras tres centrales: Onagawa, en la prefectura de Miyagi, y Rokkasho e Higashidori, ambas en Aomori. Ninguna registró fugas de radiación, y ayer seguían en situación estable.

Tepco planea hacer volar un helicóptero teledirigido, con una cámara infrarroja, sobre Fukushima para inspeccionar la central, con la esperanza de que ayude a evaluar la situación. Unos 300 mil hogares seguían ayer por la mañana sin electricidad en las prefecturas de Iwate, Miyagi y Fukushima, por el terremoto del jueves.

Las fugas de radiación han alcanzado en algunas zonas de Japón al agua de grifo, las verduras y el pescado, lo que ha provocado la inquietud no solo dentro de sus fronteras sino también en los países vecinos. China decidió ayer ampliar el veto a la importación de alimentos de granja y pienso japoneses de cinco a 12 prefecturas.

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