domingo, 17 de abril de 2011

El miedo es el negocio.

Con 40 mil homicidios ligados al crimen organizado en lo que va del sexenio, decenas de comunicadores desaparecidos, miles de habitantes desplazados y cientos de municipios tomados y sometidos por los cárteles de la droga, México se ha convertido en un muy buen mercado para las empresas que ofrecen soluciones integrales contra la delincuencia. Al menos 14 gobiernos estatales están militarizados y decenas de municipios cuentan con policias bajo mando castrense. De allí que haya resultada atractiva la Expo Seguridad México 2011, realizada en la Ciudad de México del 12 al 14 de abril.

En el estand de la compañía Aprinsa, dos visitantes preguntan por el producto. Como respuesta, uno de ellos recibe una descarga de 50 mil voltios disparados con una pistola paralizadora Karbon. A cambio, por su arrojo, le regalarán una camiseta. Entre risas nerviosas le dice al demostrador que ya le pare, que sí, que está bien, que sí funciona “la madre esa”, y el joven estadunidense, que apenas habla dos palabras de español, deja de apretar el gatillo.

El tic-tic-tic de la pistola cesa. Se retiran los cables anclados al cuerpo del visitante. Éste sonríe, pero no se puede levantar aún. Enseguida Antonio Trewick, jefe de Comercialización y Abastecimiento de los productos Karbon en México, explica las bondades de la pistola paralizadora: su potencia, el tiempo de recarga, qué tipo de baterías usa, cuántas descargas puede dar y el precio del aparato, que es de unos seis mil pesos en promedio, y que sólo se vende a cuerpos de seguridad y a las Fuerzas Armadas. “Ya es tiempo de que saquen versiones civiles, para que la gente común pueda comprarlas y nos podamos defender, porque la situación acá está de la chingada”, le dice uno de los visitantes al jefe del estand. Trewick le da las buenas nuevas: en unos tres meses tendrán versiones para uso civil.

Sobre el torso del maniquí, un suéter gris con cuello redondo, hombros en negro y una especie de coderas acojinadas es mostrado a un pequeño grupo de periodistas y visitantes. La prenda está confeccionada con fibras especiales que resisten ataques de cuchillo y navaja. Es el estand de la empresa Bullet Shop, que acaba de abrir una tienda especial, también sólo para fuerzas armadas y cuerpos policiales, con productos de última generación. Allí la joya de la corona la constituyen los chalecos antibala que Bullet Shop diseñó para uso de los periodistas y que pondrá a la venta en breve. Costarán alrededor de seis mil 500 pesos.

Erick Sánchez Armas, director general de la empresa, reconoce que se pensó en el producto porque en estos tiempos hacer periodismo en México es una actividad de muy alto riesgo, y porque lo que se busca es que los reporteros, fotógrafos y camarógrafos estén lo más protegidos posible. Estos chalecos antibala soportan tiros de calibres .22, .25, .38, .40, .44 y hasta .357, pero para mayor seguridad al trabajar se recomienda a los informadores hacerse también del chaleco contra arma blanca: “Se pueden poner el suéter y encima el chaleco, más vale”, explica.

Tres hombres recorren los estands de la Expo Seguridad México 2011. Buscan una empresa especializada en blindaje de autos. Julio Canavati, director de Ballistic Laminates Secure, ágil y vivaz negociante, los escucha con atención, los lleva a un mini tour en el estand para mostrarles una docena de cristales de auto, de ventanas y medallones que aguantaron tiros de AK-47, de fusil R-15, de rifles Galil, de carabinas y metralletas calibre .223 y 7.62, de escopetas Mossberg y de carabinas M-16. Les asegura, con las pruebas a la mano, que sus productos lo aguantan todo; las residencias que protege con cristales resisten incluso hasta ataques con granadas de fragmentación y armas semiautomáticas calibre 40 milímetros.

—Si traigo mis cristales, ¿tú los laminas? ¿Les das el blindaje para que aguanten?

—Sí, tú me los traes, los llevamos al campo donde hacemos las pruebas y ves la calidad del producto allí, en directo.

Interesados, los visitantes se llevan cuanta folletería les ofrecen en el lugar. ¿Cómo saber si no le está vendiendo el producto a narcotraficantes? ¿Cómo saber quién es su cliente? “Pido toda clase de datos, todos los documentos y requisitos posibles para que no me sorprendan, pero lo más importante es que el blindaje más elevado sólo lo hacemos para instituciones y dependencias de gobierno, para secretarías, para cuerpos policiacos, no para civiles. Al cliente civil sólo le hacemos blindaje nivel III, contra armas cortas”, afirma Canavati.

—¿Qué controles hay sobre su producto?

—Uy, cada semana viene gente de la Secretaría de Seguridad Pública a checar mis bases de datos, a ver mis listas de clientes, cuando y a quien le vendí el blindaje, de qué tipo. Todo muy detallado.

—¿Nunca le ha fallado?

—Mira, al narco no le sirve el nivel de blindaje que le vendo al cliente civil. Necesita protegerse de cosas mucho más fuertes, no de disparos de nueve milímetros o de escopetas. Por eso sólo le vendo blindaje de alto nivel al gobierno y a instituciones, no a particulares.

LOS NÚMEROS DEL MIEDO
Los cimientos sobre los que se ha construido en estos años la estructura de la industria de la seguridad en México son muy sólidos. Sus variables las forman estadísticas, encuestas, recuentos, saldos oficiales y ciudadanos con los que se ha documentado la debacle de la seguridad en el país. De enero de 2007 a junio de 2010 los secuestros se dispararon: el número total de denuncias presentadas ante las autoridades por ese delito alcanza tres mil 182. Los plagios se concentraron en los estados de Chihuahua (498), Estado de México (413), Distrito Federal (380), Baja California (287), Michoacán (277), Guanajuato (145), Guerrero (133) y Tamaulipas (113).

El Sistema Nacional de Seguridad Pública (SNSP) señalaba a principios de este año un repunte de los casos de secuestro en el Edomex (de 119 en 2009 a 161 en 2010), Michoacán (de 89 a 132 casos), Durango (de 32 a 65), Tamaulipas (de 25 a 40) y Coahuila (de 17 a 84). En cuanto a la violencia medida por municipios, el Consejo Nacional de Seguridad Pública (CNSP) indicaba a inicios del presente año que 20 alcaldías concentraban los índices más elevados de delincuencia entre enero de 2007 y diciembre de 2010: Ciudad Juárez, Chihuahua (seis mil 437 casos); Culiacán, Sinaloa (mil 890); Tijuana, Baja California (mil 667); Chihuahua, Chihuahua (mil 415); Acapulco, Guerrero (661); Gómez Palacio, Durango (553); Torreón, Coahuila (524); Mazatlán, Sinaloa (518); Nogales, Sonora (442), y Durango, Durango (390). El listado continúa con Navolato en Sinaloa (383); Monterrey, Nuevo León (297); Ahome, Sinaloa (260); Morelia, Michoacán (260); Tepic, Nayarit (258); Reynosa, Tamaulipas (230); Guasave, Sinaloa (216); Ecatepec, Edomex (212); Parral, Chihuahua (212), y Uruapan, Michoacán (206). Todo esto arroja la conservadora cifra de seis mil 437 casos reconocidos oficialmente por el CNSP.

En este conteo no aparecen, por supuesto, los casos agudos de los municipios de San Fernando, en Tamaulipas, ni la comunidad de Bachomobampo Dos, en la que aparecieron al menos 13 personas asesinadas por sicarios, o el hallazgo de más fosas clandestinas en Ciudad Juárez, Chihuahua.

Datos de la Encuesta Nacional Sobre Inseguridad (ENSI 7), elaborada por el Instituto Ciudadano de Estudios Sobre Inseguridad (ICESI), indican cambios en 15 actividades cotidianas de la ciudadanía: de acuerdo con la encuesta, 41.8 por ciento de la gente ha dejado de salir de noche por temor a sufrir algún hecho violento, 36.3 por ciento ha dejado de llevar dinero en efectivo, mientras que 32.6 por ciento ya no usa joyas en la calle.

En tanto, 29.5 por ciento de los padres de familia ya no permite que sus hijos salgan a jugar a la calle; 22.2 por ciento ha dejado de salir a caminar y 18.3 por ciento ya no carga consigo tarjetas de crédito o débito. El 18.1 por ciento de la gente dejó de abordar taxis, 17.2 por ciento no sale a comer o cenar y 14 por ciento dejó de usar transporte público por miedo a un asalto o a una agresión armada. Estas cifras forman parte del análisis hecho por los empresarios de seguridad y está incluido en la quinta edición del directorio La industria de seguridad en México 2011, que en sus 148 páginas muestra lo que hacen en 31 áreas de especialización quienes se dedican a la floreciente actividad de la protección contra el crimen.

MUY BUEN MERCADO
Mario Arroyo, consultor y especialista en temas de seguridad y vocero de la Expo Seguridad México 2011, explica que la situación de violencia por la guerra contra el crimen organizado es el factor clave para que en los últimos cuatros años la industria de la seguridad privada y la que abastece y apoya al gobierno federal y a los estatales, registre un meteórico crecimiento de más de 20 por ciento.

“Es innegable que el clima de violencia e inseguridad repercuten en esta situación, pero también hay que decir que en los últimos años la tecnología de la seguridad privada se ha abaratado y que las empresas se volvieron más competitivas en la calidad de sus productos y en los precios”.

—Entonces, ¿la violencia convirtió a México en un nicho de mercado para estas empresas?

—Así es. Esta es la novena Expo Seguridad que se realiza en México, y es también la que más expositores tiene, con alrededor de 320; muchos vienen por primera vez de países como China, Corea o Brasil, aunque la mayoría son firmas estadunidenses y otro buen porcentaje son mexicanas.

El crecimiento de la criminalidad está afectando tanto a las empresas como a los ciudadanos, explica Arroyo, al señalar la innegable relación entre los niveles de delincuencia y la expansión de la Expo Seguridad en los últimos años.

“Cada uno de estos dos sectores —empresarios y ciudadanos— enfrentan situaciones distintas; además de la delincuencia común, los primeros padecen cada vez más robo interno, fraude, robos de identidad y cosas así, mientras que los ciudadanos ven incrementarse los robos simples, las extorsiones, los secuestros, los delitos patrimoniales y los que atentan contra la integridad física. Esto desata un boom. En esta ocasión esperamos más de 18 mil visitantes a la exposición; el año pasado tuvimos ya cerca de 17 mil personas.

“La inseguridad y la violencia, hay que reconocerlo, abonan este crecimiento”, concluye el especialista antes de seguir trabajando.

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