martes, 5 de abril de 2011

Guatemala, casada con la Patria.

La mañana del 16 de enero del 2008, la Casa Presidencial en Guatemala estrenaba nuevos huéspedes. El gabinete de Álvaro Colom comenzaba a dibujar la ruta de mando de un gobierno asumido apenas dos días antes. Allí estaban todos: ministros, secretarios y asesores, pero también ella. Sentada entre el Presidente y el Vicepresidente, Sandra Torres Casanova de Colom tomaba nota. Veía sus rostros y tomaba nota.

Su presencia era, en etiqueta, inusual, aunque siempre hubiera estado antes al lado de su esposo. Sandra siempre tuvo vena política: su madre, Teresa Casanova, fue alcaldesa del municipio donde nació, Melchor de Mencos, en Petén (fronterizo con Belice); su hermano Rolando, un abogado vinculado a las organizaciones sociales, fue candidato presidencial en 1995, y su hermana Gloria es integrante del Comité Ejecutivo del partido oficial.

Aquella fría mañana de enero quedó claro que Sandra desempeñaría un rol que asustó a la clase política guatemalteca y a la misma oposición, que ya veía en sus ojos verdes las aspiraciones por convertirse en la sucesora de su esposo y replicar el efecto argentino: comenzó por ser nombrada coordinadora del Consejo de Cohesión Social, lo que le permitía dar órdenes a los ministros. Gracias a su función influía en el uso y manejo de cantidades millonarias. En la Casa de Gobierno nadie se atrevía a contradecir sus decisiones.

TODOPODEROSA
La Doña, como le dicen a Sandra, es la persona que más influencia política ejerce sobre el mandatario. No son pocos los que dicen que para alcanzar favores del presidente deben primero hacer buenas migas con ella. Allegados a la cúpula han dicho: “¿Necesitan que el Presidente tome una decisión? Hablen con ella, van a ver cómo se logran las cosas”.

Él, hombre divorciado dos veces y con tres hijos; ella, mujer de pensamiento socialista, allegada a la izquierda guatemalteca, divorciada y con cuatro hijos. En plena efervescencia de la primera campaña presidencial, en 1999, Colom realizaba una gira proselitista en Petén y comenzó el romance. Se casaron el 20 de febrero de 2003, siendo su matrimonio cuestionado por quienes aseguran que sólo habían efectuado una ceremonia maya. Juntos fundaron el partido que hoy gobierna, la Unidad Nacional de la Esperanza (UNE).

Durante sus apariciones públicas los esposos acostumbran dar muestras de unidad y armonía. El Presidente la toma a ella de la mano y, durante el informe gubernamental, el 14 de enero último, la besó en público y reconoció su trabajo al frente de los programas sociales. De esa manera pretendían callar los cantos de sirena que se ceñían contra las intenciones presidencialistas de Sandra Torres, quien se dedicaba a comandar los programas sociales y a recorrer el país entregando bolsas con productos básicos y remesas de 300 quetzales para las familias pobres (55 por ciento de la población gutemalteca vive en pobreza y 22 por ciento en pobreza extrema).

Al poco tiempo, en la ruralidad de Guatemala, su perfil imprimió orden y reconocimiento. Los mismos cables del célebre sitio WikiLeaks revelaron la opinión que tiene la diplomacia estadunidense sobre su figura: personalidad “abrasiva” y la mejor gerente del gobierno. Aunque también le achacaban poca transparencia en la dirección de los proyectos.

Ella se empeñaba en hacer cumplir, a su manera, el viejo adagio de que “detrás de un gran hombre hay una gran mujer”. A lo guatemalteco sería que “al lado de Colom, siempre está Sandra”.


SUCESIÓN DE ALCOBA
Las sospechas de la oposición de que el inusual trabajo en la administración pública de la esposa de Colom era la catapulta para postularse a la contienda electoral fueron creciendo, y con ellas una avalancha de análisis constitucionales acerca de la posibilidad de que la esposa del aún Presidente no tuviera ningún impedimento legal para optar a la candidatura.

Lo cierto es que mientras la pareja se empeñaba en negar la posible participación de Torres, el partido oficial diseñaba la estrategia para asegurar la plataforma que rompería paradigmas en este país centroamericano: lograr la continuidad en el poder y que una mujer fuera presidenta. Los abogados se quemaban las pestañas para encontrar la fórmula que evadiera el rígido artículo 186 de la Constitución Política, que en su numeral C reza: “No podrán optar al cargo de Presidente o Vicepresidente de la República los parientes dentro de cuarto grado de consanguinidad y segundo de afinidad del Presidente o Vicepresidente de la República, cuando este último se encuentre ejerciendo la Presidencia (...)”.

El divorcio era el único camino que les quedaba, pero nadie se imaginaba que la pareja Colom-Torres se decidiría por eso. Pese a que en varias ocasiones el mandatario aseguró que no se divorciarían para dar paso a la candidatura de su esposa porque “sería inmoral”, y pese a que Sandra se enfurecía cuando en entrevistas con medios nacionales e internacionales abordaban el tema, ahora ambos esperan el avance del trámite de separación legal.

DE VUELTA A LA CASA DE GOBIERNO
Aunque la demanda de divorcio de mutuo acuerdo entró sigilosa a los tribunales, y aunque los abogados se empeñaron en hacer poco ruido y llevaron la papelería a las tres de la madrugada al Juzgado Segundo de Familia, no pudieron evitar el escándalo. El abogado constitucionalista Carlos Molina Mencos, dijo que la acción de la pareja presidencial constituye una “falta de respeto” a la institución del matrimonio. Para el profesional, los Colom-Torres “como personas públicas deben dar el ejemplo, y lo malo es que hacen estas acciones sólo por la posibilidad de una candidatura. Eso significa que si ganan se pueden volver a unir y, si no, también se unirán. Es una burla”.

Por lo pronto, el Presidente prepara sus maletas para mudarse a la Casa Presidencial —recinto que no era ocupado como residencia desde hacía cuatro gobiernos— mientras llega la sentencia, en una estrategia que ha hecho saltar a los sectores más conservadores de este país de 13 millones de personas. Ella ya abandonó su función como mano derecha del Presidente. Se ha enfocado en la campaña, inmersa en una contienda en donde, a pesar de su forma peculiar de lanzarse al ruedo, no es la única vedada por la máxima ley de Guatemala.


ELECCIONES POCO COMUNES
A dos meses de que se oficialice la convocatoria hay al menos 14 personas que aspiran a una candidatura oficial, entre ellas el del alcalde de la ciudad capital de Guatemala y ex presidente, Álvaro Arzú, a quien también la ley le prohibe postularse. A la diputada Zury Ríos, hija del caudillo Efraín Ríos Montt, por su vínculo familiar la ley no le permite postularse. El pastor evangélico Harold Caballeros también queda vedado por profesar un ministerio religioso. Las dudas también recaen en Eduardo Suger, quien aunque va por su tercera participación, levanta sospechas si es permitida su candidatura por haber nacido en Suiza.

En todo ese ambiente las encuestas, que ya han comenzado a circular, colocan al general retirado Otto Pérez Molina, del derechista Partido Patriota, a la cabeza de las intenciones de voto con el 47.2 por ciento, mientras que Sandra Torres alcanza el 13.7 por ciento. La medición ha sido elaborada por la firma Borge & Asociados para el matutino El Periódico. En una medición hecha en enero, cuando no se conocía aún sobre el divorcio presidencial, Pérez Molina alcanzaba el 42.9 por ciento, mientras la entonces Primera Dama le seguía con el 11.1 por ciento.

El Tribunal Supremo Electoral (TSE) tiene inscritos hasta ahora unos 27 partidos políticos en las elecciones generales que se celebrarán en septiembre próximo. La elección será el dos de mayo y servirá para elegir Presidente, Vicepresidente, 158 diputados al Congreso, 20 al Parlamento Centroamericano y 333 alcaldes.

Los comicios serán vistos por el Presidente desde la residencia presidencial, mientras su esposa —o ex esposa— intentará marcar un hito superando la marejada de críticas que despertó su separación. Ella, firme y con la seriedad que la caracteriza, sostiene en su argumento que sacrificó al amor de su vida por “el amor que le tiene a los guatemaltecos”, y sentencia que se divorció de su esposo para casarse con el pueblo, en espera del “sí” de sus pretendientes en las urnas.

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