viernes, 15 de abril de 2011

Hugh Grant se vengó de un reportero.

Hugh Grant acaba de demostrar que tiene más mala leche de lo que parece detrás de su sonrisa angelical y sus gestos de hombre despistado. El actor británico ha publicado en el semanario político New Statesman la transcripción de la conversación que él mismo grabó en secreto a un exreportero del tabloide News of The World. Con ese gesto, Grant quiso tomarse una pequeña venganza personal contra el periodista y, sobre todo, echar más leña al escándalo de las escuchas ilegales que salpica al diario del magnate Rupert Murdoch.

El escándalo de las escuchas vivió ayer mismo un nuevo capítulo con el arresto, para ser interrogado, de otro periodista del News of The World, James Weatrherup, un hombre muy próximo a Andy Coulson, exdirector del periódico y exportavoz de Downing Street. Es el tercer arresto de periodistas vinculados al tabloide en las últimas semanas, y se produce apenas unos días después de que el periódico se excusara públicamente por las escuchas y se comprometiera a compensar a ocho personas afectadas por ellas.

Grant relata en su artículo que un día tuvo un problema con su coche en una carretera y que se paró una camioneta. Pero el hombre que salió de ella no había parado para ayudarle, sino para hacerle fotos. Era Paul McMullan, un antiguo periodista del News of The World que ha denunciado numerosas veces las prácticas de las escuchas en el que había sido su diario. McMullan acabó llevando al actor hasta el pub que posee en Dover e incluso le convenció para que posara con él para colgar la foto en el pub. En realidad, McMullan vendió la foto al Mail on Sunday.

Ahora, Hugh Grant se ha vengado de aquella pequeña traición visitando el pub de McMullan y grabándole en secreto la conversación que mantuvieron acerca del escándalo de las escuchas periodísticas ilegales, en la que pudo confirmar lo que ya sabía: que también a él le grabaron. The bugger, bugged se titula el artículo. Un juego de palabras de difícil traducción que vendría a significar El cazador, cazado.

En la conversación, McMullan no revela casi nada que no haya dicho ya en entrevistas con la prensa o incluso en su comparecencia en el Parlamento. Quizás su afirmación de que el ahora primer ministro, David Cameron, debió estar al corriente de esa práctica o la certeza con la que atribuye un papel relevante a la mano derecha de Murdoch en su imperio periodístico británico, Rebekah Brooks.

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