lunes, 18 de abril de 2011

La hija que no tuve.

A la memoria de Sofía, mi hija malograda.

Cuando Pinochet fue echado del gobierno después de 18 años de férrea dictadura, México decidió abrir nuevamente su representación diplomática en Santiago.

En esa misión fuimos varios maexicanos, a mi me tocó la parte de la prensa, como representante de Notimex, la agencia oficial de noticias del gobierno mexicano.

Viviendo en Santiago y laborando muy cercanamente con el embajador Don Horacio Flores de la Peña, me vinculé con la extensa colonia de chilenos que radicaron en México por tantos años. Y que finalmente retornaron a su patria amada.

Pero durante las fiestas patrias en septiembre, que tanto Chile como México celebran juntos, la embajada mexicana ofreció una recepción e invito a los exiliados chilenos que radicaron en México.

Entre ese nutrido grupo de chilenos, los "chil-mex", se encontraba una hermosa mujer chilena que había sufrido el exilio en Inglaterra, Fernanda.

En esa multitud de personas eufóricas por tantas cosas vividas en la nueva nueva democracia, nos conocimos casualmente Fernando y yo. Fue un amor a primera vista, algo que yo no había experimentado antes. El idilio arrancó lleno de entusiasmo revolucionario y socialista, ambos compartíamos ideas políticas y vidas de traterrados.

El súbito amor que creció entre nosotros, leal y solidario, entre verdaderos camaradas, dio como fruto en embarazo deseado. Gestación que se dio y se manifestó con mucho cariño y cuidado de la pareja.

Después de un proceso delicado de embarazo de Fernanda, por razones médicas suyas, unos días previos ala fecha señalada para el nacimiento de Sofía. Fernanda me manifestó que ya no sentía movimientos de la criatura en su vientre.

La vida de nuestra hija había cesado dentro del vientre de su madre, Fernanda.

Ese dolor intenso por la pérdida de una hija, no lo hemos podido reparar su madre y yo, es algo imposible de olvidar.

Cada quien ha hecho su vida de manera independiente. Nos volvimos a casar con otros seres diferentes. Pero lo que nos une a Fernanda y a mi, es el recuerdo imborrable de Sofía, la niña que no nació.

Hoy, Sofía estaría cumpliendo 20 años de edad, y seguramente sería una joven ilusionada con la vida, como sus padres.

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