viernes, 8 de abril de 2011

México y sus paradojas.

El poeta y periodista, Javier Sicilia, insiste que 'el movimiento nace, quizá, del asesinato de su hijo y sus amigos, pero no es su movimiento. Dice que es de la ciudadanía que ya estaba levantada para cuando llegó él de Filipinas. Yo no hice absolutamente nada'

El escritor Javier Sicilia reiteró que sólo escribirá artículos y creará poesía “hasta que resucite verdaderamente el tejido de esta nación, a lo mejor me muero antes”


CUERNAVACA

Consciente del peso que tienen las palabras, sus comentarios son calculados, pero certeros: “O replanteamos esto o nos va a llevar la chingada; verdaderamente la chingada”. Poeta y escritor, ahora convertido en improvisado activista, se da tiempo para aclarar: “No es un pleito directo con (Felipe) Calderón o con (Marco) Adame, porque todo se politiza. Ni madres. Es un pleito contra toda la clase política, porque son unos dementes, y la clase empresarial, con sus pleitos de monopolios, también son responsables”.

Javier Sicilia da una larga fumada al cigarrillo. Es la última charla antes de irse a dormir. Las botas negras con las que recorrió media ciudad le aprietan. Dice estar listo para el plantón indefinido, con agenda saturada. Todos quieren hablar con él: medios nacionales e internacionales, activistas y políticos. Termina el histórico 6 de abril, día en que el hartazgo ciudadano por la inseguridad recorrió las calles de Cuernavaca y gran parte del país.

Asegura que continuará con sus artículos, no así con la poesía. “Eso hasta que resucite el tejido de esta nación; a lo mejor me muero antes”. Lo que está pasando es producto del amor, como te lo dije: soy un poeta y ahora me doy cuenta que a pesar de que la poesía no se lee, a pesar de que la poesía parece que no se escucha, de repente condujo a una comunión. Fíjate lo que hace la poesía: toda esa comunión la hicieron los jóvenes en las redes sociales.

“Yo venía a enterrar a mi hijo, pero me enteré durante el viaje, en el día y medio que estuve varado en Filipinas, y me di cuenta de lo que hacía la ciudadanía. No era mi movimiento.

“Lo único que pensaba y sentía era mucho agradecimiento, mucho dolor, mucha impotencia y mucha rabia. Ser amputado de la vida de un hijo es un dolor indescriptible... es un abismo del que no quiero hablar”.

Su cuerpo ya no le responde. Camina encorvado. Las piernas se le doblan. No se ha sentado desde las cinco de la tarde que inició la marcha y son ya casi las 11:00 de la noche. Fuma otro cigarro. Rememora la marcha, la respuesta de la gente. Se reanima.

“La responsabilidad de la clase política es muy grande y les queda grande. Y ahorita tuvimos que salir a la calle a decirles: ‘oigan, hagan su chamba. Oigan pinches criminales vuelvan a sus códigos’. Es una cosa que deberían estar haciendo ellos, pero están ocupados gastándose el dinero: en celulares, en viajes, en restaurantes. ¡No chinga! Que se pongan a trabajar, pero de nosotros depende eso. De ejercer nuestra ciudadanía depende el cambio”.

Sus ojos vivaces se exaltan. Como buscando respuestas. Voltea en todas direcciones hacia quienes le rodean. Sus gestos acompañan sus brazos y sus manos que no dejan de agitarse. Sigue de pie. De nuevo con ánimo.

“Hemos tenido legisladores que no han hecho nada más que cobrarnos y hay que mantenerlos. Y ahí está el reclamo de la gente. No nada más le reclamaban a Adame, a toda la clase política, porque se comportan como verdaderos imbéciles. Y ya estamos hasta la madre de eso, porque esa es la palabra. Estamos hasta la madre.

Con la destitución del gobernador no terminaría todo: “Él ahora está en la ventana, es el responsable, pero con el que esté, porque también la procuraduría ha sido omisa, el Legislativo también ha sido omiso... y con el que siga. Hasta que esto no cambie, la gente debería seguir con estas marchas, en todo el país, en otros casos”.

Insiste: el movimiento nace, quizá, del asesinato de su hijo y sus amigos, pero no es su movimiento. Dice que es de la ciudadanía que ya estaba levantada para cuando llegó él de Filipinas. “Yo no hice absolutamente nada”.

Repite las palabras de Alejandro Martí, otro padre de familia que sufrió la pérdida de un hijo y que también motivó protestas ciudadanas: “Si no pueden váyanse. Ahora nuestra responsabilidad al salir a presionar a las calles es que se vayan. Ya que se vayan”. Por eso el llamado a los jóvenes a usar las redes sociales para organizarse.

“No me carguen a mí toda la cruz. Ustedes me convocaron a esta plaza. Yo estaba en Filipinas, ustedes hicieron este movimiento; yo estoy con ustedes porque estuvieron cerca de mi corazón y yo estoy ahora en su corazón, pero no me la carguen toda. O vamos todos o volvemos otra vez a lo mismo”.

Javier Sicilia y su familia caminan hacia un viejo carro negro. Esta noche dormirá en su casa; los jóvenes se quedarán en el plantón. A unos metros, seis tipos con corte militar los siguen. Buscan ser discretos pero chocan entre sí. “Yo no tengo seguridad ni la tendría. Esa la puso el procurador de Morelos, él sabrá por qué”. Parten, juntos, pero con los pasos medidos.

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