sábado, 2 de abril de 2011

Natalie Portman no baila en Cisne Negro.

Todo empezó por una chulería a destiempo. La del novio de Natalie Portman, Benjamin Millepied, que dijo de su chica: “Honestamente, el 85 por ciento del baile que vemos en pantalla lo interpreta ella misma”. O eso aseguró el bailarín y coreógrafo del trabajo realizado por la madre de su hijo –el niño nacerá en verano–, ufano del esfuerzo realizado por su Natalie en Cisne negro.

Entonces intervino la otra, la bailarina agraviada: la ninguneada Sarah Lane, doble –o mucho más que doble, según ella– de la estrella Portman en el premiado filme de Aronofsky. Dolida por el desprecio, Sarah Lane se fue de la lengua: “Natalie no baila”, dijo, señalando a la actriz que se alzó con el Oscar a la mejor interpretación por esa película.

Y así empezó el cuchicheo mediático, un rifirrafe largo y cansino acompañado de una contabilidad enloquecida. Según a quien escuches, si a la bailarina despechada; al solícito novio, quien fue el coreógrafo del citado filme (en el plató conoció a Natalie), o al propio Darren Aronofsky, el director, la cosa va desde que Natalie apenas baila a que se marca, ella sola, prácticamente todo el Lago de los cisnes, en el que se basa las escenas de baile.

¿Entonces, en qué quedamos? ¿Baila o no baila Natalie?

“¿Acaso importa?”, aseguran desde Barcelona, frente a los magníficos efectos especiales de la película de Aronofsky –y que se pueden ver desde hoy en la web de La Vanguardia– dos jóvenes magos de la manipulación digital. “¡Qué es el cine si no magia!”, aseguran convencidos. Ellos son Lluís Castells y Xavier García: el primero, entre otros títulos, estuvo implicado en los efectos de El orfanato, mientras que el segundo participó en los efectos de REC, esa serie de zombis perdidos por Barcelona que estos días continúa con de (REC)Génesis, a las órdenes de Paco Plaza.

“Visto lo visto, Natalie podría no bailar nada”, aseguran. La tecnología permite fundir, como se ve en el vídeo, su cara con el cuerpo en movimiento de Sarah Lane. Lluís y Xavier son los fundadores de Fassman VFX, innovadora empresa de efectos especiales; una de las más activas de Barcelona, cuyo nombre es un recuerdo del gran mentalista e hipnotizador catalán Josep Mir Rocafort, Fassman, un mago de la categoría de Houdini.

Magia, pues. Y cine. Estos días, en Fasssman, andan metidos en los más de mil efectos especiales que tendrá Eva, una superproducción catalana con niña robot dentro, cuyo estreno está previsto para septiembre. Y en la sala contigua se última el montaje de Lo imposible, la gran producción de J.A. Bayona sobre el terrible tsunami que en el 2004 asoló buena parte de Asia, dejando cientos de miles de muertos tras de sí. Protagonizan el horror nada menos que Naomi Watts y Ewan McGregor: otra gran superproducción a las puertas.

¿Rebobinamos?

En el pasado festival de Venecia, donde el filme de Darren Aronofsky tuvo su presentaciónmundial, la primera, se llegó a hablar de entre cinco y ocho horas de ensayo de ballet diarios por parte de Natalie, durante casi un año. Pero Natalie no dijo nada. Ella, al menos, no. Tan sólo que había disfrutado cada uno de los minutos invertidos en la preparación; que había esperado diez años para rodar, y que, rodando Cisne negro, se había reencontrado con la niña que estudiaba ballet, que ella había sido.

Punto. Lo importante para ella entonces, cómo ahora, era el valor de la película. Completamente de acuerdo, Natalie. Una chica tan lista como ella, precoz científica, licenciada por Harvard, con estudios a su nombre en el campo de la neurobiología, que sigue –o seguía– los pasos de la gran Hedy Lamarr, científica laureada, no necesita añadir el baile a su currículum. Con una maravillosa actuación, como la que realiza en Cisne negro, de Oscar, tiene más que suficiente.

Pero los demás no paran. Veamos, pues, la primera escena de Cisne negro: Natalie baila. ¿Baila? Los efectos son invisibles y parece que lo hace. “Son buenos”, dicen los dos especialistas. En un momento dado, en el vídeo señalado, vemos como un simple barrido informático cambia la cara de Sarah Lane por la de Natalie Portman.

“¡Magnífico! ¡Perfecto!”, exclaman los expertos. Para ellos hay tres tipos de intervención informática: la que crea mundos enteros, como Avatar; los efectos que corrigen defectos, de carácter reparador podríamos decir; y luego están, también, las intervenciones que inventan realidades sin que se noten. Como las que acabamos de ver en el vídeo de Cisne negro. “Tan importantes son unos efectos como otros”, aseguran.

“Lo primero, crear mundos, aquí no lo podemos hacer. Es cosa de Hollywood. Pero sí los otros dos tipos”. En Barcelona hay una decena de empresas dedicadas al trucaje digital, capaces de realizar “esos efectos de creación, donde no importa tanto la capacidad bruta informática –las máquinas– como tener la idea y llevarla a termino”, aseguran.

“Estamos cansados de tener que luchar con la idea de que esta profesión es un reducto de jóvenes raritos, obsesionados con los ordenadores (nerds). Los efectos especiales son un campo donde, ahora, con las nuevas tecnologías, el límite es la propia imaginación”.

Y qué opina al respecto un director como Jaume Balagueró, enzarzado estos días en poner punto y final (con pocos efectos digitales) a su nuevo filme, Mientras duermes. “Como película, Cisne negro es tremenda. Es hipnótica, de terror, de calado psicológico. Y Natalie Portman está perfecta... baile o no baile. Interioriza perfectamente todos esos géneros, y la verdad no sabría decir si es ella la que baila o no. Pero ¿acaso importa?”, comenta el director.

1 comentario:

  1. No importa si baila o no, lo importante es la interpretación de ella, el baile es lo de menos.

    Saludos,

    Angel Torsión

    ResponderEliminar