miércoles, 6 de abril de 2011

Perú, elecciones posmodernas.

La presidencia peruana es cosa de cinco, que es el número máximo de candidatos que puede acceder a tan alta magistratura. Pero ninguno de ellos tiene la más mínima posibilidad de hacerlo en primera vuelta, el próximo domingo, y cuando en junio se celebre la votación decisiva con balotaje -peruano contemporáneo-, el vencedor puede ser alguno de los inicialmente menos favorecidos.

El reparto de sufragios -si hay que creer a las encuestas- parece calculado para alimentar las esperanzas de todos. El que más votos congrega, el protoindígena y excomandante Ollanta Humala, apenas sobrepasa el 25%; y el que menos, el exalcalde de Lima Luis Castañeda, casi llega al 15%. Y aunque todos dicen cosas parecidas cabe formar con sus candidaturas sendos bloques relativamente homogéneos.

Dos de los candidatos operan teóricamente fuera del sistema: Humala, populista de izquierda, que para no repetir el error de 2006, cuando cayó derrotado por el hoy presidente Alan García, abjura de todo lo que le pudiera vincular con el bolivariano Hugo Chávez, y que preferiría no saber ni siquiera que existe Evo Morales, presidente indígena de la vecina Bolivia; y Keiko Fujimori, hija del presidente Alberto Fujimori, que cumple una pena de 25 años por delitos contra los derechos humanos, populista que pretende no parecer de derechas ni de izquierdas y cuyo principal objetivo sería amnistiar al paternal preso, rentabilizando la nostalgia caudillista.

Los tres restantes se dirigen a un mismo electorado de centroderecha: Alejandro Toledo, tan indígena como Humala pero candidato posracial, que ya ha sido presidente; Pedro Pablo Kuczynski, empresario y ex primer ministro; y Luis Castañeda, que hasta hace unas semanas lideraba todas las encuestas y dicen que se ha desplomado por cultivar un perfil más que bajo subterráneo, mientras los demás hablaban por los codos. El analista de El Comercio de Lima, Juan Paredes, califica el plantel de "espectro electoral absolutamente cerrado, a la defensiva"; integrado por bloques herméticos, con votos en propiedad más que de una tibia preferencia.

Pero los portentos no hacen más que empezar. Alan García, del único partido con historia que permanece -el APRA- pese a desarrollar una política que ha debido hacerse estremecer en la tumba al fundador Haya de la Torre, ha sido todo un macroéxito: crecimiento por encima del 5% desde 2006, del 7,7% en 2010, y se aventura que otro tanto este año, con solo un 3% de inflación. Y, sin embargo, el gran partido de antigua solera izquierdista no presenta candidato después de que su Dilma Rousseff, la exministra Mercedes Araoz, abandonara la carrera electoral ante una pobre respuesta popular.

Y el propio presidente deja el cargo con un exiguo 26% de apoyo, aunque nadie duda de que, tras el constitucional periodo de carencia, volverá a la carga en 2014. Pero no todo es tan alentador. Dos terceras partes en valor de las exportaciones provienen de la minería y están infladas por un boom de los metales preciosos, plata de la que Perú es el segundo productor mundial, y oro, el sexto. Lima ha firmado tratados de libre comercio con China, Corea, Tailandia y Singapur, y negocia con Japón.

El comentarista Tuesta Soldevilla habla de "protopartidos" y "electores posmodernos"; aquellos que se disfrazan de coalición, y un cuerpo electoral del que se autoexcluye una parte del pueblo porque desconfía de las formaciones convencionales. Así es como compiten en vez de partidos cuatro grandes coaliciones, más uno solo casi en solitario, el de Humala, y los candidatos se presentan antes como líderes de movimientos que jefes partidistas.

Pero ese recelo se extiende también a los candidatos, que, tanto dentro del centroderecha como en el extramuros del populismo, solo interesan a sus seguidores, de forma que en segunda vuelta la opinión tendrá que votar sobre todo por el mal menor, contra quien no quiera que gane. Y si a esa instancia pasan Humala o Fujimori ambos serían derrotados con relativa facilidad por Castañeda, hoy el último en las preferencias de voto, porque, como ya ocurrió en 2006 en beneficio de García, el país político de toda la vida se uniría para impedir que un protoindígena o la hija de un presidiario se alzaran con el santo y la limosna.

Perú, que sueña con transformarse en una especie de agregado económico de China en América Latina, tiene la necesidad de remodelarse políticamente, de estructurar una izquierda y una derecha modernas, para sacar todo el partido al gran salto adelante que practica su economía.

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