lunes, 18 de abril de 2011

Un loco, loco amor.

Ella estaba embutida en un apretado pantalón de cuero negro, brillante, y botas del mismo color. Charlaba animadamente con alguien, pero no dejaba de mirar de modo insistente al hombre aquel que tenía a dos metros de distancia. En una de sus poses estudiadas, dejó entrever sus senos al agacharse sin motivo simulando que recogía algo del suelo. Su blusa escotada, blanca, dejaba poco a la imaginación. Al levantar la vista se encontró con la mirada del hombre que la observaba con atención desde lejos, ella solo sonrió y bajó los párpados en señal de estar complacida.

Esto transcurrió en la cafetería de la universidad donde ambos eran profesores, pero en carreras diferentes; se conocían solo de vista y se saludaban con amabilidad cada vez que se encontraban por los pasillos. Intercambiaban saludos, !hola¡ !Hola¡ y ya.

El profesor aquel era un filósofo, de unos 60 años, muy respetado y carismático entre sus estudiantes. Ella, quizá de 50 años o menos, con fama de estricta e inhumana a la hora de calificar exámenes.

En cierta ocasión ella se acercó al filósofo con una taza de café humeante en la mano derecha y en la izquierda sosteniendo un cigarrillo encendido entre los dedos. Con su mejor sonrisa, preguntó: -¿así que tú eres el famoso profesor que adoran sus alumnas?

Se sentaron en una mesa lejana para evitar las miradas y las posibles interrupciones del resto de los profesores y así poder conversar de un modo más suelto.

La atracción física era evidente, así que la seducción se generó con facilidad pasmosa. Ella le narró parte de su vida sentimental, había sufrido maltrato doméstico y estaba divorciada en ese momento. El filósofo estaba recién divorciado después de una larga relación matrimonial.

Ella aclaró de inmediato: -tengo un amante más joven que yo, pero ya me hartó, lo voy a despedir hoy mismo.

El filósofo estaba vacante en ese momento, no tenía ninguna relación en puerta, su divorcio era muy reciente. Sin embargo, no le disgustaba la idea de seducir a esa hermosa profesora de economía.

El la invitó a cenar en un discreto restaurante italiano de moda, el fin de semana, y ella gustosamente aceptó. Como el filósofo había vivido en Florencia en su juventud, conocía los secretos de la cocina italiana florentina. Y también sabía mucho de vinos tintos y blancos. La propuesta culinaria era la indicada para una bella mujer con deseos de una aventura amorosa.

Ella le confesó que le gustaba mucho el vino y el vodka. Este dato le incomodó al filósofo; ya que había tenido malas experiencias con mujeres alcohólicas en su juventud en su estancia europea.

El restaurante italiano de moda proponía en su menú sofisticado una fusión de comida italiana y mexicana. Delicioso todo y los vinos tintos maravillosos, aunque eran españoles.

La conversación en el restaurante fue cálida y seductora todo el tiempo, ella coqueteaba sin rubor alguno y el filósofo preparaba el ataque final.

Al salir, porque del restaurante les pidieron que se fueran ya, eran casi las tres de la mañana, la pareja de la maestra de economía y el filósofo se mostraron atónitos con la hora que era.

Salieron contentos con la cena deliciosa y las copas de vino tinto español de la Rioja que vaciaron de dos botellas.

Muy cerca de la fuente de Las Cibeles, la pareja tomados de la mano y abrazados después, dieron varias vueltas en torno a la famosa fuente. Y a él se le ocurrió decirle: maestra, te voy a hacer un regalo único en tu vida. Te regalo Las Cibeles. Y ella se emocionó hasta las lágrimas y le plantó en un beso en la boca al filósofo.

La pregunta que siguió, fue la obvia: -¿en tu casa o en la mía?

Y ahí dio inicio el romance más alocado que se hayan podido imaginar los dos. Perdieron la cabeza por la pasión desbordada, se veían todos los días y hacían el amor desaforadamente, como si nunca lo hubieran practicado antes.

Después de algunos días en que la maestra de economía había desaparecido de la universidad y de su casa, el filósofo se dedicó a buscarla por todos lados. Ya muy desesperado por la súbita desaparición de su amor, fue a pedir información sobre ella al departamento de contrataciones de la universidad. Ahí estaba su archivo personal con todos sus datos familiares y profesionales.

Le proporcionaron al filósofo el domicilio de su madre y de una de sus hermanas. Se lanzó de inmediato a casa de una de sus hermanas, la menor.

Y, preguntó: -¿Y la maestra dónde está o a dónde se fue?

-Ella se encuentra internada en el Hospital psiquiátrico, porque volvió a tener un brote psicótico.

El filósofo no salía de su asombro. -¿Cómo así?

La hermana impávida terminó diciendo:- ella tiene un trastorno de la personalidad y muy seguido hay que internarla.

Cerró la puerta con fuerza, y el filósofo se quedó estupefacto mucho tiempo, hasta que se encaminó de nuevo a la universidad, para ver si ocurría el milagro de volverla a ver de nuevo, sonriente y coqueta como siempre...

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