domingo, 8 de mayo de 2011

Bin Laden era perfecto para nuestras paranoias

Bin Laden era perfecto para nuestras paranoias"
Por Lluís Amiguet


Antes que la CIA, los demócratas musulmanes ya habían acabado con Bin Laden, porque las revoluciones democráticas han dado la puntilla al islamismo radical y han demostrado su aislamiento. Y mucho antes, Al Qaeda ya había sido expulsada de Iraq y Palestina por los propios musulmanes. Bin Laden fue un terrorista global, pero poco más: un líder sectario sin más influencia política real que la que Occidente le quiso atribuir porque alimentaba nuestros propios prejuicios y paranoias antiislámicas. Lo explica Filiu, convencido de que nuestros vecinos musulmanes pueden ser tan pacíficos y demócratas como nosotros. ¡Ojalá! (palabra que heredamos de la antigua invocación a Alá).

La muerte de Bin Laden es mucho menos importante que la derrota que ya le habían infligido las revoluciones árabes.



¿Antes que la CIA, a Bin Laden lo habían matado los propios árabes?

Y esta segunda muerte sólo es la culminación de la decadencia operacional e ideológica del islamismo enloquecido de Bin Laden. Al Qaeda hace tiempo que era irrelevante.



¿No tenía seguidores?

Siempre había fracasado entre los musulmanes: Al Qaeda ya había sido rechazada en Iraq y en Palestina, donde los propios islamistas les habían prohibido la entrada.



¿Y ahora no tiene futuro?

Insignificante en todo caso.



¿Y su sucesor Al Zauahiri?

Una anécdota grotesca. Ya ha demostrado su inoperancia cuando hizo de ideólogo y citó a... ¡Napoleón! Y a Al Ándalus. Nadie en el mundo árabe se lo toma en serio.



Pues si Al Qaeda era una secta y Bin Laden sólo un espantajo...

Bin Laden era como uno de esos gurús de secta que conducen a la muerte a sus seguidores. Y, sí, pueden causar el terror en Occidente –¡es tan fácil causarlo!–, pero sin ningún apoyo significativo en el mundo árabe.



Entonces, ¿por qué fue la estrella de nuestros telediarios durante once años?

Porque encajaba perfectamente en nuestras paranoias y prejuicios. Confirmaba nuestros falsos clichés de que los musulmanes eran violentos y antidemocráticos.



Se decía que el islam es incompatible con la democracia.

Y el 11-S y Al Qaeda alimentaron esos prejuicios. En cambio, la primavera democrática árabe nos descubre ahora que los musulmanes son más parecidos a nosotros de lo que estábamos dispuestos a aceptar.



... Pues se han lucido todos esos “analistas” y “expertos” en Al Qaeda.

Surgieron tras el 11-S para satisfacer la enorme demanda social de seguridad. Y los políticos, por tanto, les dieron presupuesto.



¿Ha servido de algo el dispendio?

Yo advertí que, si afrontábamos el terrorismo islámico como un problema de seguridad, acabaríamos obteniendo sólo respuestas de seguridad.



Pese a tanto “experto”, nadie vio llegar las revoluciones árabes.

Nos sorprendieron a todos.



Esa lista de sorprendidos es ilustre y bien pagada e incluye servicios secretos.

Tiene usted razón: era demasiado fácil hacerse “experto” en Al Qaeda sin moverse de la pantalla de un ordenador. Máxime cuando Al Qaeda era, en cierto modo, internet.



¿En qué cierto modo?

Eran meros terroristas, pero con el 11-S encontraron una plataforma global, internet, que estaba naciendo. Esa plataforma es lo único que eleva a Bin Laden sobre la legión de gurús sectarios, algunos igual de sangrientos, de la historia del islam.



¿Había demasiado “experto” virtual?

Sí: el problema es que la realidad no es virtual, tiene sus propias leyes.



¿Está usted haciendo autocrítica?

Yo hablo árabe, trabajo sobre el terreno y denuncié las contradicciones de Bin Laden.



Por ejemplo.

Al Qaeda se occidentalizó hasta el punto de que... ¡usaba el calendario cristiano y no el musulmán!



¡Es verdad!

Y, en vez de Al Yazira, se servían de la CNN. En realidad, cuando, tras el 11-S, comienza el estrellato de Bin Laden en Occidente, su causa ya estaba en decadencia en todo el mundo árabe.



Pero EE.UU. respondió al 11-S con dos invasiones militares a gran escala.

Gravísimo error de Bush y acierto de Bin Laden. En cambio, fue más inteligente y eficaz la respuesta española al 11-M: tratar como meros delincuentes a los terroristas y juzgarlos. La prueba es que Al Qaeda quitó relevancia a esos juicios civiles, porque les hacían aparecer poco militares.



A veces aquí se hacen bien cosas.

Por eso, esa estrategia española de considerar a Al Qaeda como criminales aislados es la que aplica ahora Obama con éxito. En realidad, la única posibilidad para Al Qaeda de lograr algún respaldo musulmán era atraer a Occidente a grandes guerras de invasión.



¿Las actuales revueltas árabes no acabarán manipuladas por los integristas?

¿Por qué nos cuesta admitir que son demócratas como nosotros?



Tal vez la revolución democrática árabe es más difícil de analizar que Al Qaeda.

Pero es infinitamente más importante. Y demuestra que los musulmanes son idénticos a nosotros en sus aspiraciones. Han sido un ejemplo de organización pacífica y ordenada y mejorarán su futuro por sí mismos.



Saludamos su noble empeño.

Los demócratas musulmanes sólo nos piden tres cosas. Y la primera no es dinero.



Un alivio.

Sólo esperan que no intervengamos para apoyar a dictadores como los que hemos respaldado durante décadas a cambio de petróleo y con la excusa de frenar a Al Qaeda.



¿Qué más?

Agradecerían que les cortáramos las alas financieras a dictadores como Gadafi.



¿Era necesario bombardearle?

La intervención ha evitado que asesinara a miles de demócratas, pero también que un Gadafi restaurado, y con su petróleo, se convirtiera en líder de la contrarrevolución, empezando por Túnez y Egipto.

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