martes, 10 de mayo de 2011

El español en Nueva York.

Español en la frontera del inglés
El II Festival de la Palabra, a caballo entre San Juan y Nueva York, explora la relación entre ambos mundos literarios


Tal vez tenga razón el escritor peruano Fernando Iwasaki. Trasladar los restos de Juan Ramón Jiménez y Zenobia Camprubí a Moguer (Huelva) parece una faena. Exiliados en Puerto Rico, el poeta y su esposa podrían estar enterrados en el cementerio de Santa María Magdalena de Pazzis, construido en 1863 sobre un acantilado. Este lugar refulgente del Viejo San Juan invita a tumbarse a escuchar el océano para siempre. Como hace Pedro Salinas, fallecido en Boston y sepultado aquí bajo una modesta lápida, que se adecentó por iniciativa del escritor José Ovejero en 2010. Iwasaki visitó a Salinas este año y sintió un ramalazo de pena por Juan Ramón y Zenobia.


"El español es una lengua de prestigio y riqueza en Puerto Rico" (F. Iwasaki)

La ganadora del Cervantes contó chistes y firmó libros en San Juan
A pocos metros de ese cementerio donde también mueren las olas se celebra un festival con alma de acantilado o de último puerto. O de frontera, diría Iwasaki. Un festival literario es un lugar raro. Gentes que viven de fabular coinciden a todas horas para hablar de cualquier cosa. Súmenle a ello el hecho de que se celebra en el Caribe, donde, como dice riendo Héctor Feliciano, el periodista que destapó el expolio artístico de los nazis, "cada día se viven los 100 años de soledad".

En las cinco jornadas del II Festival de la Palabra ocurrieron hechos asombrosos. Con la excusa de una foto se conocieron los dos únicos latinos con Pulitzer en el armario: Óscar Hijuelos (Los reyes del mambo, 1990) y Junot Díaz (La maravillosa vida breve de Oscar Wao, 2008) se abrazaron el sábado en un encuentro tan histórico como fugaz. Hijuelos confesó ante el público una paradoja: "En mi primera novela escribía sobre hechos de mi infancia, había realismo. Irónicamente ahora he escrito mis memorias y he tenido que inventar cosas porque no las recuerdo". Díaz, perfeccionista obsesivo, se sinceró sentado en una escalinata: "Todavía sufro por lo mismo, como un bruto. Sé que no vale la pena, tengo 42 años y no sé por qué tengo esta dictadura.

Ojalá cuando tenga 50 años pueda liberarme, pero ahora mismo estoy cruzando el mismo camino de espadas". El escritor se refería a la tortuosa travesía de 11 años que transitó entre su primer libro, Drown (1997), y La maravillosa vida breve de Oscar Wao (2008). "Estoy en esa etapa, como perdido en el desierto, en la que no sé adónde voy aunque sé que tengo que llegar a algún lugar".

Siguiendo el rastro de la magia: el chileno Arturo Fontaine y el guatemalteco David Unger se reencontraron después de 17 años. Mientras comían en el cuartel de Ballajá, el último construido por los españoles en Puerto Rico, los dos autores recordaron las farras libertinas del Nueva York previo a la explosión moralista que acompañó al sida y el singular descenso a los infiernos del escritor homosexual Manuel Puig. Fontaine y Unger estudiaban en Columbia y soñaban con ser escritores. "Íbamos al Tom's Restaurant y decíamos que algún día se visitaría porque nosotros habíamos estado allí. Hace poco regresé y me encontré un montón de japoneses a la puerta. Pensé que David o yo habíamos triunfado en Japón sin saberlo... hasta que pregunté a alguien y me dijo que era el restaurante de Seinfeld", contó Fontaine con humor y sin atisbo de tristeza. Acababa de recibir el primer premio Las Américas por La vida doble, elegida por un grupo de colegas como la mejor novela publicada en español en 2010.

Sobre el océano voló un gnomo de 85 años llamado Matute para seducir a los caribeños después de haberse metido en el bolsillo a un país y a su reina con un discurso -Doña Sofía le pidió una copia del texto del Cervantes- que revaloriza la oratoria y hunde la pompa. La escritora contó chistes, firmó cuentos a puertorriqueños que se habían iniciado en la lectura con ella y recordó que hay un territorio muy frío que compite con el Caribe en fantasía: "En un viaje por los países nórdicos vi un letrero que decía: Precaución. Este es un paso de hadas". No contenta con seducir a lectores, acabó conquistando a un colega con menos edad que su hijo: Santiago Roncagliolo. "Me he enamorado. ¿Es un delito enamorarse de alguien de 85 años?", interpelaba a la hora del desayuno el escritor peruano, fascinado aún por su conversación de la noche anterior con la autora de Olvidado rey Gudú.

Matute, amiga del escritor José Manuel Fajardo, director de programación del festival, aceptó la invitación para viajar a Puerto Rico y Nueva York, donde esta semana se celebra una extensión del certamen. Un festival bicéfalo para un país partido. Puerto Rico tiene tantos habitantes en Nueva York como en la isla. La diáspora caribeña a EE UU tuvo dos efectos: expandió el español en un país que se resiste al bilingüismo y agrandó los trastornos de identidad en Puerto Rico, estado libre asociado en el papel y colonia en las mentes de casi todos. "Todavía hay mucha gente de Iberoamérica que no entiende que nosotros somos parte de Iberoamérica.

Creen que por pertenecer a EE UU hablamos inglés", lamenta la escritora Mayra Santos-Febres, directora del festival y un huracán capaz de destrozar todas las oposiciones a su empeño. Santos-Febres, que fue discípula del Nobel Wole Soyinka, tenía todo el viento a favor para erigirse en referente de la comunidad intelectual afroamericana. "Sin embargo decidió mantener su mundo literario en español", destaca Fernando Iwasaki. No solo fue una elección personal. "Encabeza el movimiento que corrobora que el español es una lengua de prestigio y riqueza en Puerto Rico, en la frontera del inglés", añade el escritor.

La exaltación de la lengua no obliga a defender una visión paticorta. El argentino Andrés Neuman contó un chiste-parábola que algún español -algo malhadado, reconozcámoslo- le transmitió:

-¿Por qué los argentinos siempre se duchan con agua fría?

-Para que no se empañe el espejo.

Las risas del público inquietaron a Neuman, aunque no le desviaron el mensaje: "Que se rían es preocupante, pero lo que quiero decir es que en materia de identidades es mejor que se empañe el espejo".


Y ahora, Manhattan
El Festival de la Palabra se traslada a Nueva York con tres días de debates, conferencias y proyecciones de películas en Manhattan, que la escritora Mayra Santos-Febres considera "un distrito más de Puerto Rico".

Participarán autores puertorriqueños de la diáspora, como Charlie Vázquez, Charlie Rice-González, Sandra María Esteves o Martín Espada. También españoles como Antonio Muñoz Molina, Elvira Lindo y Eduardo Lago.

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