sábado, 7 de mayo de 2011

El espectro de Bin Laden.

Bin Laden: vivo o muerto, el mismo espectro volátil
Daños Colaterales
Irene Selser



.Seis interrogantes siguen marcando la muerte real o mediática de Osama bin Laden, el líder terrorista número uno (el número dos es George W. Bush), al decidir la administración Obama escamotear el cadáver, prolongando así, de alguna manera, la leyenda incorpórea de su principal enemigo público, a riesgo de alimentar las teorías de la conspiración. Un punto en el que coinciden la mayoría de los analistas y la prensa mundial seria. Como el periodista Ferial Haffajee, director del diario sudafricano City Press, quien al conocerse la noticia de que, según el Pentágono, los restos de Bin Laden fueron arrojados al mar, se preguntó: “¿Cómo sabemos que es realmente Bin Laden el que murió si fue tirado al mar?” (AFP). Peor aún en Praga, donde Petr Hajek, consejero del presidente Vaclav Klaus, calificó a Bin Laden de “ficción mediática”: “Él murió como nació, en extrañas circunstancias, casi místicas. El que quiera creerlo que lo crea.”

También la respetada revista en línea Slate, en su versión francesa (www.slate.fr/story/37869/ben-laden-mort-photos) propuso hacer una “grabación” sobre la no-muerte de Bin Laden juntando todos los elementos que siguen generando preguntas y parodiando a las teorías del complot. “Censurar las fotos del jefe de Al Qaeda infantiliza a Estados Unidos y da a la Casa Blanca un poder injustificado sobre la información”, dice Slate abordando otra arista del asunto que hace a la manipulación y el deber de informar.

Al respecto, en su acertado texto “Un muerto sin cadáver”, el periodista Soren Seelow (Le Monde, 5-05) dice que, en sí misma, la propuesta de Slate habla de “la frágil realidad de la muerte” de Bin Laden, pese a haber sido presentada como uno de los sucesos más grandes de este inicio de siglo.

Según dijeron altos funcionarios (anónimos) del Pentágono al Washington Post, en la mañana del lunes 2 de mayo, menos de 24 horas después de la operación en Abbottabad y el anuncio de Barack Obama de su muerte, el cuerpo de Bin Laden fue arrojado al mar tras ser transportado en helicóptero de Pakistán a Afganistán y luego depositado en el portaaviones USS Carl-Vinson, en el mar de Omán, colocado sobre una plancha y echado. Antes lo bañaron, lo envolvieron en una túnica blanca y lo metieron en un saco ligero, con los consiguientes rezos de un intérprete árabe.

¿Cómo hicieron los marines durante las abluciones para evitar que el rostro de Bin Laden, “atrozmente” desfigurado —según dijo el vocero de la Casa Blanca, Jay Carney, al justificar la no publicación de su foto—, no se les cayera en pedazos, es otro de los muchos interrogantes que rodean el caso. Y como tantos otros comentaristas o académicos en estos días, también Seelow dice que “para la mayoría de los observadores y una gran parte de la opinión pública mundial, esta manera de proceder muy probablemente creará confusión”.

El argumento de que la decisión se tomó deprisa para respetar los ritos musulmanes según los cuales un muerto debe ser enterrado en las 24 horas siguientes, tampoco resiste al análisis: según la charia (ley islámica), sólo pueden ser arrojados al mar aquellos que hayan muerto en un barco, para impedir la descomposición del cuerpo.

Pero la verdadera razón de este escamoteo es política, explicó la Casa Blanca, para evitar, dijo, que una sepultura terrestre se convierta en lugar de peregrinación o incluso en “un sitio de reclutamiento” para futuros miembros de Al Qaeda. Como sea, desde Abbottabad se reporta que cientos de personas no han dejado de llegar a la residencia-búnker de Bin Laden porque lo consideran “un monumento” (AFP).

En su portal en inglés (www.slate.com) Slate recuerda un precedente histórico: cuando después del juicio de Nuremberg (1946) los aliados autorizaron la cremación de Hermann Goring, que se había suicidado justo antes de la sentencia. Sus cenizas fueron dispersadas en el Conwentzbach, un pequeño afluente del río Isar, a fin de que su tumba no se convirtiese en lugar de culto para los pro nazis. Añade Slate que como la incineración es contraria al islam, EU optó por la inmersión con el mismo fin: suprimir de una vez por todas, la realidad física de Bin Laden.

Nada indica que la grabación que el Pentágono dice haber hecho de la surrealista ceremonia funeraria de “50 minutos” (Washington Post) en el puente del USS Carl-Vinson sea mostrada al público; como tampoco convence a nadie el ADN como única prueba de su identidad. Es por eso que la prensa de ambos lados del Atlántico evoca otros dos casos emblemáticos. El de Adolf Hitler, cuyo cuerpo nunca se encontró, y el de —salvado la abismal distancia— Ernesto Che Guevara, ejecutado el 9 de octubre de 1967 en la selva boliviana por militares andinos que con ayuda de oficiales de EU y agentes de la CIA transportaron en helicóptero el cuerpo del guerrillero argentino-cubano para exponerlo ante la población del lugar y fotógrafos de todo el mundo. Luego le cortaron las manos para poder autentificar el cuerpo comparando las huellas digitales y conservar así la prueba de su muerte. En 2007 sus restos fueron hallados y vueltos a identificar vía ADN. “Una contra-identificación que será imposible en el caso de Bin Laden”, dice Seelow.

No hay comentarios:

Publicar un comentario