viernes, 27 de mayo de 2011

El feminismo espáñol es contradictorio.

El feminismo español ha sido liberal, heterosexual y lesbófobo"
La filósofa española Beatriz Preciado acaba de publicar su controvertido 'Manifiesto contra-sexual'


La filósofa española Beatriz Preciado, que acaba de publicar en España su controvertido Manifiesto contra-sexual, considera que el libro ataca a un determinado feminismo español, "liberal, heterosexual, blanco, de clase media y lesbófobo".

Publicado en 2000 en Francia, después de una formación en Estados Unidos y Francia, "la acogida en España no fue simple, especialmente de ese mundo feminista liberal, pero había una nueva generación que esperaba otros discursos", ha explicado hoy Preciado.

Cuando escribió este ensayo con 28 años, Preciado realizó "un texto utópico de transformación social" del que ha dicho: "es un delirio y diez años después sigue siendo un delirio, porque no han cambiado mucho las cosas".

No fue escrito para ser publicado, confiesa Preciado, quien tenía la intención inicial de elaborar "un panfleto insurgente, como un manifiesto político" y desde un principio creyó que Anagrama era la única editorial que podía publicarlo en España.

En ese contexto, la filósofa política propone, según Preciado, "la abolición de la asignación sexual en las partidas de nacimiento, porque del mismo modo no aceptaríamos que en el momento de nacer se consignara que el recién nacido es blanco o negro o pertenece a tal o cual religión".

Según la autora, los protocolos establecen la asignación sexual (hombre o mujer) a partir de diferencias morfológicas, pero "uno de de cada 400 cuerpos que nacen siguen un protocolo de reasignación intersexual mediante la cirugía, por lo que quizá tengamos que poner en cuestión ese binarismo de género".

Esa división clasificatoria pudo tener un uso social en el siglo XIX, pero, en su opinión, quizá hoy "sólo sirve para reproducir el sistema".

Aclara Preciado que su libro no es un "manifiesto homosexual", sino contra el sistema de producción de la diferencia de género, diferencia sexual, que "pone en cuestión los binarios homosexualidad-heterosexualidad, masculinidad-feminidad".

Para la filósofa, que trabaja actualmente en París, esos binarios "no existen anatómicamente, sino que son el resultado de técnicas médicas, del sistema jurídico o de un sistema discursivo", un conjunto de factores que define como "somatopolítica".

Para deconstruir ese sistema establecido, Preciado recurre a la metáfora del dildo, que era "un objeto innombrable, el último tabú" y que en la tradición feminista liberal era considerado como "una reproducción en plástico o en látex del pene".

"El ambiente feminista puro y duro es como un convento de monjas y en ese ambiente si sacas un dildo, te achicharran", asegura Preciado, quien siente que "como filósofo político se debe mirar qué hay detrás de lo que se está haciendo".

Esta convicción filosófica le llevó a hacer una historia de las tecnologías sexuales en la que ve el dildo como "una extensión de la mano masturbatoria, un nuevo órgano sexual que no tiene género, porque todos lo pueden utilizar".

La "mano masturbatoria", relata Preciado, comienza a funcionar como "nuevo órgano sexual" a partir del siglo XVIII, una época en que se produce un avance secular y "se piensa en el cuerpo dentro de la lógica de producción industrial, que entiende el cuerpo con unos fines reproductivos".

El problema surge cuando la mano masturbatoria se interfiere en esa lógica productiva, y por eso la reacción es "tener que atar la mano para que no se pierdan energías y fluidos en cuestiones que nada tienen que ver con la reproducción".

Igual que sucedió con la mano masturbatoria en el siglo XVIII, "Internet y las redes sociales se han convertido en un nuevo órgano sexual, en este caso interracial y también sin un género concreto".

Beatriz Preciado no desprecia los esfuerzos legislativos igualitarios entre hombres y mujeres que ha realizado España en los últimos años, pero advierte de que "la revolución está por venir" y quizá llegue, apunta, desde los movimientos que han surgido en las plazas públicas.

Ambas vías, la de los derechos y la revolucionaria -pacífica, puntualiza- no son excluyentes, sino que pueden coexistir.

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