lunes, 9 de mayo de 2011

El turismo espiritual en la India.

Abrazos en la India más remota

Millares de turistas espirituales de todo el mundo acuden cada año a una remota aldea del sur de India en busca del abrazo de 'La Madre', una de las pocas gurús femeninas de India, venerada cual «diosa en vida» y uno de los personajes más fascinantes y controvertidos de un subcontinente cuyas fronteras místicas van más allá de sus 1.200 millones de habitantes.

«Al principio no entendíamos nada. ¡Ya viene Amma!, se oía decir. Se respiraba mucha energía. Poco a poco nos enganchamos», cuenta Ned, una madrileña que viaja junto a su hermana, Sally. Estamos en Amritapuri, una aldea remota envuelta en la frondosa selva del suroeste del país, a orillas del Mar de Omán, en el meridional Estado de Kerala.

Allí se erige el ashram (lugar para esforzarse) Mata Amritanandamayi Math. El paisaje es de ciencia ficción. Unas dos mil personas vestidas de blanco impoluto -el color de la pureza-, hormiguean a los pies de un bloque de rascacielos que brotan desde la tupida maleza. Todos parecen estar ocupados en algo o en dirigirse hacia algún lugar concreto.

«¿Te ha dado ya Amma el abrazo? ¿Qué has sentido?», se oye repetir como un mantra, gesto extra sonriente, mientras se saludan con una efusividad pausada. Y es que Amma no siempre está en el lugar de culto y peregrinación que la vio nacer repartiendo su darshan (abrazo, bendición). Sus devotos se encuentran por todo el mundo. Y si hace falta viajar para abrazarlos, ella lo hace: Canadá, EEUU, Alemania, España...

Una vida de fábula
La historia oficial de Amma es la historia de una niña de una inteligencia y bondad especiales que rompe a hablar con sólo seis meses, que adora con todas sus fuerzas a Krishna y que abraza, amorosa, a todo lo que se encuentra. A la gente, a los árboles, a las vacas. A todas horas. Sin distinción. Que un buen día Krishna se reencarne en ella resulta, pues, casi normal...

La historia 'oficial' de Amma es la de una niña de una bondad e inteligencia 'especiales' que habla con sólo seis meses
Y un tanto sacrílego en un país de enraizada y rígida tradición hinduista; tal vez el hecho de que un tiempo después, dé un paso más y acabe transformándose en Devi bhava, la Madre Divina, explique que sus vecinos no le quieran vender terreno de la misma selva que la vio nacer y le toque construir hacia arriba, formato rascacielos, un ashram en el que acoger a sus innumerables devotos.

Su imagen es un cuidado perfil de beata cuya santificación en vida puede leerse por tres euros en un librito-fábula que ella misma edita, imprime y vende en su librería junto a un catálogo de pujas (rituales de adoración) para cada buena o malaventuranza posible -a un precio medio de 50 euros el rito-, libros de ayurveda, transcripciones de sus conferencias en la ONU o postales que contienen retratos con todos sus gestos posibles.

Su omnipresencia es total. Su imagen decora cada rincón de todos y cada uno de los edificios de 20 plantas que conforman el complejo espiritual. No hay espejos en las habitaciones -«Es para la ausencia del Ego», se oye corear-, sólo fotos de Amma.

Todo paraíso tiene un precio
Por otra parte las cifras impresionan. Porque el ashram cuenta, además, con un hospital general y otro ayurvédico, con un orfanato, un asilo, un complejo universitario en constante expansión que aúna diferentes ingenierías, escuelas de negocio, de arte; un gabinete jurídico, varios proyectos sociales o el simple reparto de ropa y comida. Y todo ello gratis para los necesitados. Y hay más.

A unos kilómetros del 'ashram', en Kochi, su Instituto de Medicina ofrece 1.600 camas para todas las especialidades

A unos kilómetros del ashram, en la ciudad de Kochi, su Instituto de Medicina (AIMS, en sus siglas en inglés), ofrece 1.600 camas para todas las especialidades médicas y permanece conectado vía satélite -regalo de la Agencia Espacial india-, con sus otros hospitales de la caridad en Mysore, Pampa y Kalpetta, con su hospicio oncológico de Bombay y con la casa de acogida para enfermos de sida que construyó en Trivandrum. También organiza bodas con todos los honores para los amantes sin techo o supervisa otro proyecto en EEUU que, bajo el nombre de El círculo del amor, provee de voluntarios que escriben cartas de esperanza a los condenados en las prisiones.

Allí mismo donó un millón de dólares para las víctimas del huracán Katrina, justo un mes antes de enviar a toda su caballería para ayudar a reconstruir Cachemira tras el terremoto que asoló la región en octubre de 2005. A tal cantidad hay que sumar otros 23 millones que repartió entre India y Sri Lanka tras la devastación del tsunami de 2004, o la asistencia para auxiliar en las inundaciones que, año tras año, encharcan de manera invariable las zonas más pobres del país.

Anandama (nombre espiritual que significa Bienaventuranza), una asturiana de 68 años, ya enferma y recluida en el ashram desde hace tres lustros a la espera de su último viaje después de una vida aventurera entre África, América y prácticamente la totalidad del planeta, concluye: «Que yo sepa, los únicos que conocen India son los que la han visitado en 15 días. Y sí, los indios son muy descarados, miran siempre con los ojos muy abiertos, pero así es como hay que vivir, con curiosidad, con sorpresa, como un niño, como si cada día todo fuera nuevo. Y posible».

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