jueves, 26 de mayo de 2011

Hay que inventar un nuevo mexicano.

Tenemos que inventar un nuevo mexicano"

Jorge Castañeda presenta hoy su libro Mañana o pasado (Aguilar, 2011), un diagnóstico de la cultura que obstaculiza el pleno ingreso de México a la modernidad.

Autor de diversas obras que lo mismo han buscado revelar los mecanismos sucesorios de la Presidencia en México, que los traumas, desviaciones y delirios de la izquierda latinoamericana, pasando por un sinnúmero de análisis de la realidad contemporánea, Jorge Castañeda se propone en Mañana o pasado. El misterio de los mexicanos, un libro que aparece simultáneamente en México y Estados Unidos (en español e inglés, editado por los sellos Aguilar y Knopf, respectivamente), examinar el carácter nacional en algunas de sus facetas que producen mayor resistencia a la modernización.

Castañeda se hace cargo en esta obra de que la simiente del cambio ya se halla instalada en la realidad —con factores incontrastables como el ascenso de las clases medias, la apertura económica o el fortalecimiento de las reglas democráticas—, pero que hay “algo” en el mexicano que no las asume y que impide su desarrollo.

De cómo surgió este interés intelectual por “lo mexicano” (un tema caro al ensayismo nacional con una nómina que incluye autores como Octavio Paz, José Vasconcelos o Carlos Fuentes, entre otros muchos) y de cómo en él se asoma su experiencia como funcionario, nos habla en esta entrevista exclusiva para MILENIO el reconocido analista, quien fuera también secretario de Relaciones Exteriores durante el gobierno de Vicente Fox.

¿En qué momento concebiste algunos de los rasgos del carácter nacional como un obstáculo para la modernización?

En parte, durante los dos años y medio que estuve trabajando con el gobierno de Vicente Fox. Ahí me di cuenta —y sólo puedes darte cuenta ahí— que hay algo que no funciona. Porque puedes tener ideas, apoyo popular, capital político, programa, algo que en algunas áreas se tenía con Fox. Pero no pasa nada. No es qué hicimos mal, sino por qué no pudimos avanzar. ¿Por ineptos? ¿Todos? ¿Por falta de experiencia? No lo creo. Es a partir de ahí que me pregunto qué es lo que nos está deteniendo.

El subtítulo de tu libro es El misterio de los mexicanos. ¿Por qué un misterio?

Todos los que se han ocupado de estos temas, desde Manuel Gamio, hace un siglo, hasta el último ensayo de Claudio Lomnitz y otros más, todos coinciden en estar viendo una máscara, un velo, un disfraz. Repito sin duda algo que otros han visto. Pero por otra parte, al ser publicado simultáneamente en inglés y español, tuve que jugar con este término.

¿Con qué ensayista del tema te identificas más?

Todos son intuitivos, inteligentes y aportan muchas cosas, pero el que me pareció muy interesante es Emilio Uranga, que tiene un trabajo breve pero muy significativo sobre la ontología del mexicano.

Que vuelvas a él es como un rescate, este filósofo está en el olvido…

Y el texto original no está publicado, simplemente no lo encuentras. Su tratamiento de lo mexicano es el que me parece más ingenioso. La mayoría de los clásicos del tema, como los llamo, no siempre se plantean el ser mexicano como un problema. Se lo plantean como un objeto de estudio…

Una curiosidad…

También los artistas y escritores extranjeros como Malcolm Lowry, Graham Greene o D.H. Lawrence lo plantean de ese modo. Pero lo que yo veo es que este ser mexicano está desfasado de la otra realidad mexicana. Y es que hay dos realidades, igual de duras: una es la que está en la cabeza de cada mexicano, y la otra es la que está en la sociedad y en la economía mexicana. A mí lo que me interesa es el choque, la disfuncionalidad que hay entre ambas.

¿Compartes lo que decía Samuel Ramos acerca de que si no se define el modo de ser del mexicano, cualquier empresa de renovación será una obra ciega, condenada al fracaso?

Sí. Hemos llegado a un momento donde o cede el ser mexicano o cede la realidad material del país. Tenemos que dejar de ser los mexicanos de antes. Tenemos que inventar un nuevo mexicano. Si no lo hacemos, este país no va a caminar. Y mi libro es, con todo, optimista; los nuevos mexicanos ahí están: son los mexicanos que viven en Estados Unidos. Sacados de su entorno, de su hábitat, ellos empiezan a ser —de acuerdo con los datos incipientes que tenemos— más colectivos que en México, menos individualistas.

¿Éste es el rasgo que te parece el obstáculo más grave para la modernización?

No sé si el más grave. Yo escogí varios: el indivualismo, el rechazo al conflicto y la competencia, a lo extranjero, la obsesión con el pasado y la irreverencia ante la ley. Esos rasgos nos ayudaron a ser el país que somos, no lo podemos soslayar; pero el mundo cambió y ahora se vuelven en nuestra contra.

Todos somos responsables de ese ser nacional, pero ¿no crees que las élites mexicanas tienen una responsabilidad mayor?

Sin duda. No se dan cuenta o, peor, dándose cuenta de lo que pasa se hacen pendejos. En todo caso, tienen oportunidad de conducir el cambio y no lo están haciendo.

D.H. Lawrence decía que somos violentos. Tu libro aparece, precisamente, en el punto más alto de la violencia. Cualquiera diría, como Lawrence, que forma parte de nuestro ser nacional. ¿Es así?

Trato en el libro de relativizar esto con algunos números. Por ejemplo, el famoso millón de muertos en la Revolución mexicana. Las cifras no cuadran. Del millón de muertos, fácilmente unos 700 mil son atribuibles a la influenza. Antes de que empezara esta guerra demencial contra el narcotráfico que vivimos, México ya había bajado la tasa de homicidios.

¿País violento? Sí y no, pero en mucho es también esa tendencia muy mexicana de inventarnos historias. Pronto aparecerá —me han dicho— una investigación en la revista Nexos que confirma que la violencia es producto de los operativos conjuntos. Quizás la relación causal es más complicada; es decir, se manda a la policía y al Ejército adonde hay violencia, sí, pero entonces la violencia se recrudece. El orden es ése.

El inmovilismo, el callejón en el que se encuentran las reformas, ¿es consecuencia de esta forma de ser del mexicano?

Yo tengo la impresión de que sí. Y aunque mi libro no es de análisis coyuntural, creo que puede servir para entender un poco más allá lo que está sucediendo. Porque somos campeones en hacer cosas que a nadie más se le ocurrirían; en conseguir récords Guinness que a nadie le importan, como hacer la rosca de reyes más grande del mundo. Ése es el tipo de competencia que nos gusta, uno donde no tenemos competidores.

¿Cómo crees que superaremos estos rasgos? ¿Tiene alguna oportunidad el futuro?

La inercia es muy fuerte. Hagamos lo que hagamos, fenómenos como el ascenso y expansión de las clases medias va a proseguir y a tomar una dinámica propia. Ahora bien, podemos ayudar a esa inercia o podemos frenarla. El tema es el cambio de actitud, educar a la gente… Educarla no en el sentido del sistema educativo, sino educarla de la cabeza; educar a la sociedad. Sólo así podrá marchar el país.
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