miércoles, 25 de mayo de 2011

Quiero cambiar el mundo con el cine.

Soy un creador que quiere cambiar el mundo con el cine"


Mohsen Makhmalbaf (Irán, 1957) aterrizó ayer en España imbuido del espíritu del 15-M. El escritor y director de cine iraní, autor de películas como Gabbeh o Kandahar, llega para charlar esta tarde en la Casa Encendida de Madrid sobre Cine y el cambio social en Irán. Pero antes no pudo contenerse y se paseó por la Puerta del Sol.

"Los jóvenes tienen que ser los ojos de la democracia", dice el cineasta
"Los jóvenes que están en la plaza tienen que ser los ojos de la democracia", decía antes de interesarse personalmente en la acampada por las motivaciones del movimiento. A esa audiencia indignada, interesará sin duda la peripecia de este activista por los derechos humanos, hecho a sí mismo en la lucha partisana contra el shah (en cuyas cárceles pasó varios años), y que, a través del cine, sobrevive al exilio forzado desde hace seis años. El jueves viajará a Barcelona y continuará departiendo sobre "la cárcel gigante" en la que dice se ha convertido su país, en el Espai Cultural de Caja Madrid.

Pregunta. "Mis ideas están en mi película. Las interpretaciones que las hagan los demás", dice su hija Hana, también cineasta. ¿Lo suscribe?

Respuesta. Cuando rodé Gabbeh sobre tribus que tejen alfombras, hice cine como un poeta que recita sobre la naturaleza. Pero cuando matan a personas delante de ti, no te puedes limitar a hacer poesía. Preferiría rescatar a una persona a punto de ahogarse con mi mejor cuadro antes de dejarla morir. Hay dos tipos de cineastas, los que quieren mostrarle al mundo su cine, y los que quieren cambiar el mundo con su cine.

P. Para hacer ese cine tuvo que dejar Irán hace seis años.

R. He vivido en Francia, Afganistán, India y, ahora, en Tayikistán. Lo importante no es el lugar. Lo que hay que preguntarse constantemente es dónde se es más útil. Si me hubiera exiliado a Europa o a Estados Unidos los propios Gobiernos me hubieran echado por las relaciones diplomáticas que mantienen con Irán.
P. Cannes ha homenajeado a Jafar Panahi y Mohammad Rasoulof. ¿Conoce su situación?

R. He vivido sus condiciones con tal dureza que tuve que dejar mi país. El cine en Irán está dividido. Por una parte, los directores que viven allí no pueden rodar porque acabarían en la cárcel. Por otra, los exiliados a los que el Gobierno amenaza de muerte. Ahmadineyad tiene terror a este segundo grupo porque conoce su repercusión mediática internacional.
P. ¿Cómo se trabaja bajo la amenaza?

R. Hace tres años, en mitad de un rodaje en Afganistán explotó una bomba y mataron a varias personas del equipo. En mi última visita a Francia, la policía me alertó de que tenía que salir del país por una amenaza de bomba. El Gobierno iraní ha sufrido a manos de los artistas y quiere vengarse. Mi hija Hana iba a presentar Los días verdes en un festival de Líbano coincidiendo con una visita de Ahmadineyad. Su película no se proyectó por orden de los Gobiernos de ambos países. La paradoja que Hana expresaba en las entrevistas posteriores al veto de la película era la falsa valentía de Ahmadineyad. Teme a una película, pero se enorgullece de viajar a otros países para denunciar a Israel.

P. ¿Cómo convive una familia de cine?

R. Tengo una relación muy compleja con mis tres hijos y mi mujer. Soy padre, marido y, en su momento, el profesor de cine de Hana y Samira. Ahora me he convertido también en su compañero de trabajo y exilio. Todos juntos luchamos por superar el día a día.

P. ¿Continúa con la Makhmalbaf Film House?

R. No, desde que me fui de Irán ya no he vuelto a dar clase. Solo esporádicamente imparto algún taller de cine en algunos países. Lo que sí mantengo es el contacto por e-mail con algunos directores jóvenes iraníes, y de otros lugares como Tayikistán.

P. ¿Cuál es el panorama del cine iraní actual?

R. Ha provocado un cambio en la sociedad porque, a través de la cobertura que hacen los medios de comunicación en los países vecinos, ha ayudado a que se conozcan los problemas de Irán. Puede que la primera vez nuestras películas no provoquen la misma acogida que el cine de Hollywood, pero a la larga encuentra un público fiel.

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