miércoles, 18 de mayo de 2011

Soy una antisistema.

Soy una antisistema

Por Cristina Fallarás.


El día que me llamaron de la guardería se me vino el mundo encima. “O nos paga lo que debe o no traiga más a su niña”. Ja, pagar, pensé mientras racionaba las sardinas.

Sin embargo, pronto me di cuenta de que esta nueva situación me ofrecía una posibilidad de volver a la vida casera, la recuperación de las tradiciones y, de alguna forma, la vuelta al papel clásico de la familia y el hogar que tanto nos venía haciendo falta.

Así que agarré la niña y la confité.

Confitar una niña no es tarea fácil, sobre todo cuando una no es mujer bregada en la cocina tradicional, pero con empeño e internet conseguí un buen confit de Pepa que guardé en su correspondiente bote al vacío.

Sé que otras mujeres toman caminos más imaginativos y modernos. Es el caso de mi amiga S., que solía ser arquitecta. S. optó por hacer de su crío una gárgola. En realidad era una gárgola sin función real, un niño-gárgola con funciones meramente decorativas. A mí eso me pareció un alarde de exhibicionismo y, francamente, creo que confitarse a la niña resulta más digno que montar una gárgola. L., que solía ser médico, la colocó en la repisa del salón y le puso unas flores. Ya se sabe, los médicos. Y T, que solía ser periodista, se hizo con el crío un bonito cinturón portaherramientas.

Yo no recuerdo ya cuántos meses hace que no entra un sueldo en casa. Alguna de ellas sí lo recuerda, y entonces lloran, razón por la cual yo he decidido olvidarlo. Desde entonces, desde que perdimos los puestos de trabajo, nos definimos por lo que ya no somos, por el reverso de lo que fuimos, de lo que se suponía que íbamos a ser ya para siempre. Nos definimos en negativo. Así pues, S. es una no-arquitecta, L. es una no-médico, y T. y yo somos unas no-periodistas.

Sin embargo, y digo yo que por salvarnos, seguimos en el tajo, inventándonos curros y cumpliendo estrictas jornadas laborales: que si una asesoría (gratuita), que si una editorial, que si un blog, que si una revista online, que si novelas. Habrá quien piense, y no sin razón, que todo esto es una tontería, lo de trabajar sin que nadie te lo mande y sin sueldo. Sin embargo, tiene algunas ventajas innegables, de las cuales sobresalen dos, una íntima y otra social.

La íntima: si no te paras, la esperanza mantiene un ligerísimo rescoldo vivo que nos impide meternos a drogadictas o suicidas.

La social: si lo diéramos todo por perdido, saldríamos a quemar cajeros automáticos y mobiliario urbano, con las molestias que dichas acciones acarrean a la comunidad.

Total, que seguimos remando sin descanso y, claro, sin pasta para la guardería (afortunadamente, y muy a pesar de Sánchez Dragó, todavía quedan derechos gratuitos, como la educación, así que los críos mayores están colocados). Pero cuando, agarrada a mi confit de Pepa, los políticos de este país dicen que no entienden las últimas movilizaciones populares o llaman antisistema a los participantes, se me saltan los puntos y pienso seriamente en dejarme de ventajas (íntimas y sociales) y salir a molestar en serio.

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