miércoles, 18 de mayo de 2011

Un preso muy poderoso.

Strauss-Kahn ya es el preso más protegido de Rikers Island
El jefe del FMI ingresa en una de las prisiones "peligrosas" de Estados Unidos | La víctima dijo que no sabía el nombre de su agresor; fue preciso enseñarle fotos | El abogado de la defensa comienza a filtrar que si hubo contacto físico, fue consentido


Strauss-Kahn, vigilado en prisión por temor a que cometa suicidio
Strauss-Kahn alega que el "encuentro" con la camarera fue consentido El único lujo que le queda a Dominique Strauss-Kahn es el de la soledad. Que no es poco cuando se está encerrado en la prisión neoyorquina de Rikers Island, una de las más peligrosas del país. No hay nadie más en la celda de este lugar calificado de “infame” por la prensa, ubicado en este territorio tan poco glamuroso del East River, en la frontera entre Queens y el Bronx. El único acceso viario posible es por el puente de Francis Buono. Hogar de mafiosos e inspiración de violentas series de televisión.

Nadie más, sólo él y sus pensamientos. Él y su versión, aún no explicada, sobre la presunta agresión sexual e intento de violación de una empleada del servicio de limpieza de habitaciones de un caro hotel de Times Square.

“No se trata de aislar al recluso del contacto humano. Es una medida de prevención del preso para no ser atacado o resultar perjudicado por su prominencia pública”. Así se expresó Stephen Morello, portavoz del departamento correccional de Nueva York.

Lo que va del sábado al lunes, un corto periodo que le ha cambiado de forma radical la vida al jefe del Fondo Monetario Internacional (FMI) y ansiado candidato socialista a la presidencia de Francia. Estaba alojado en una suite duplex del piso 28 del Sofitel. Disponía de un gran cuarto de estar, de una sala de conferencias y un enorme dormitorio.

Del Porsche con el que le fotografiaron hace unos días ha pasado al furgón que le traslado a su nuevo domicilio –al menos hasta el viernes, cuando regresará al tribunal de Manhattan–, una verdadera ciudad penitenciaria. La componen diez módulos en la que los presos están separados por género y edad.

La historia de este penal incluye numerosos conflictos entre reclusos y funcionarios. En uno de los casos más recientes, del 2010, uno de los guardias fue condenado a seis años por ordenar que le pegaran a un recluso como medida disciplinaria porque no había respetado un turno.

También en el 2010, más de una docena de vigilantes resultaron con heridas de consideración al intentar sofocar una pelea. Tampoco faltan denuncias por la muerte de encarcelados a causa de la tunda de golpes recibidos de los guardianes.

El censo de su población habitual asciende a 14.000 residentes, ninguno con buena fama por muy inocente que se declare de los cargos imputados. La inmensa mayoría de sus abogados dijeron ante el juez lo mismo que el de Strauss-Kahn: “No culpable”.

La juez creyó al fiscal, que alertó del peligro de huida, para no concederle el beneficio de la fianza. El político francés, tras ser exhibido esposado y a cara descubierta, se encuentra ahora en un calabozo de 3,35 por 4 metros, con una ventana que le permite tener luz natural, pero sin las vistas de la Gran Manzana que disponía en el meollo de la ciudad de los rascacielos. Aunque no ha de permanecer encerrado en todo momento, a él lo escoltan en sus movimientos o cuando sale al patio en su hora de recreo diario.

Su nueva residencia se halla en las llamadas instalaciones oeste del complejo de 1,65 kilómetros cuadrados. Estas dependencias individuales, una treintena, equipadas con baño y ducha, se destinan por lo general a enfermos contagiosos o mentales, alcohólicos, drogadictos, o personalidades relevantes, pese a que estos son poco habituales. Las habitaciones regulares disponen de capacidad para 50 individuos.

Este paraje residencial no tiene nada que ver con lo que es habitual para Strauss-Kahn, como su domicilio familiar de la plaza Les Vosges de París. O con su mansión de ladrillo cara vista de Washington, en Georgetown, valorada en 3,8 millones de dólares.

Las normas disciplinarias y rutinas que se le aplican no divergen de las del resto de reclusos, en su mayor parte preventivos como él y que, por tanto, no han de vestir uniforme. El toque de diana se produce a las seis de la mañana y las luces se apagan a las once de la noche. Las normas establecen un acceso restringido a libros, diarios, revistas o televisión. Lo que está prohibido es el téléfono e internet. El régimen de visitas es de tres por semana.

La comida está muy lejos de los estándares de alta gastronomía, comentó el citado portavoz del sistema correccional. Nada que ver con los manjares del elegante Café Milano que el político francés frecuentaba en Washington. En el menú de Rikers Island predominan los vegetales, las hamburguesas de pavo y las rebanadas de pan. Él come solo, tres veces al día.

El lunes, este hombre poderoso y acostumbrado a la buena vida descubrió este sórdido mundo. No hacía ni 48 horas que dos detectives lo habían sacado de su asiento de primera clase del vuelo 23 de Air France con destino a la capital gala. El mismo se delató y dijo que estaba en el aeropuerto del JFK cuando llamó al hotel Sofitel, donde había pasado la noche, para saber si allí se había olvidado un teléfono móvil.

En ese momento, la policía ya había escuchado la confesión de la empleada del Sofitel. Les relató un brutal ataque, con dos intentos de sexo oral e incluso de sodomía, de un cliente del que, aseguró ella, no sabía el nombre. Fue preciso enseñarle fotos para que señalara al presunto agresor, al hombre que, desnudo, se abalanzó sobre ella cuando entró a hacer la limpieza. En principio, la habitación debía estar vacía.

El FMI confirmó ayer que su director gerente carece de inmunidad que le proteja contra el proceso judicial emprendido contra él. “La inmunidad de los directores gerentes es limitada y no es aplicable en este caso”, afirmó el organismo en un breve comunicado divulgado ayer. Strauss-Kahn se encontraba en Nueva York en viaje privado. Había entrado en el hotel de la calle 44 el viernes, porque había quedado para almorzar el sábado con su hija, Camille, residente en Nueva York.

Benjamin Brafman, su abogado defensor, argumenta precisamente que a la hora en que la empleada del establecimiento relata la agresión, su patrocinado compartía con su hija. Pero la táctica de la defensa pareció entrar ayer en una nueva dimensión. Brafman, tras argumentar ante la juez que no parecía existir una relación de fuerza, ha empezado a filtrar a los medios la consideración de que si hubo contacto físico, en todo caso fue consentido.

Este viernes habrá otro capítulo. Para ese día está convocado el gran jurado que ha de decidir si se procesa a Strauss-Kahn. La fiscalía espera tener en ese momento el resultado definitivo de las pruebas de ADN a las que el presunto agresor no parecía muy dispuesto. El dictamen de la ciencia será determinante en el proceso.

Después del avión lo trasladaron a unas dependencias policiales de Harlem. Durante el todo ese sábado, el dirigente francés se negó a comer. Sólo bebió agua. También rechazó el camastro y prefirió dormitar en un butacón. El domingo si aceptó unos huevos revueltos y unas patatas. Y por la noche le compraron en el deli de la esquina un sandwich de jamón y queso, con mostaza.

Ahí, la denunciante le volvió a señalar en la rueda de reconocimiento. Eligió al número tres.


Discrepancias sobre el precio de la suite
El precio de la habitación de Dominique Strauss-Kahn, de 62 años, se ha convertido en otro tema de debate. La tarifa regular de esta suite dúplex se sitúa en los 3.000 dólares por noche. Sin embargo, el jefe del FMI pagío unos 800, según fuentes de la investigación citadas por The Wall Street Journal. El FMI asegura que el precio abonado fue de 525 dólares

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