martes, 7 de junio de 2011

El rescate del panfleto.

El rescate del panfleto
La hora del lobo
Federico Campbell


En el pasado la palabra pamphlet no era peyorativa, sino que equivalía a un “yo acuso”, a una argumentación más literaria que jurídica: el panfleto. “Un pensamiento deducido en términos claros y cortos, con pruebas, documentos y ejemplos, cuando lo imprimimos, es un panfleto y es el mejor acto, muchas veces valeroso, que un hombre puede dar al mundo”, escribió Paul-Louis Courier, autor de panfletos políticos de carácter liberal en la época de la restauración borbónica en Francia.

Además de ser breves, tales opúsculos deben tratar sobre temas de actualidad y hechos reales: “No es el placer individual o el amor por la escritura lo que mueve a los autores de panfletos, es la respuesta a una exigencia precisa (…) existe un sentimiento de urgencia que empuja al autor a intervenir, como un portavoz de la conciencia ciudadana, denunciando la mentira y la impostura que ocultan la verdad”, afirma Rafaella Tranchino en una tesis presentada en la Universidad de Catania en 1990. Así, por ejemplo, siempre que Leonardo Sciascia se refería a El caso Moro, lo hacía hablando del pamphlet sobre Moro, como aludiendo a los alegatos de Courier.

En años recientes uno se había acostumbrado a escuchar la palabra panfleto como un término insultante, difamatorio. En los últimos meses, por fortuna, el concepto ha comenzado a recuperar su sentido original, el del escritor que utiliza la palabra como arma de lucha, como propiciador de cambios. Es un panfleto en este sentido, de 19 páginas, el que está detrás de los miles de españoles que en semanas recientes han salido a las calles, que han acampado en plazas públicas, que anularon su voto en las elecciones del pasado 22 de mayo como una muestra de rechazo a la clase política. En España, y aún fuera de ese país, se les conoce ya como los indignados, en una clara alusión a ¡Indignez-vous!, título del panfleto que actuó como detonante del movimiento: un opúsculo que ha vendido casi 400 mil ejemplares en España, además de los dos millones que lleva vendidos en Francia.

El autor, Stéphane Hessel, es un ex combatiente de la Resistencia francesa, un hombre de 93 años, sobreviviente de tres campos de concentración. Acaso su fe en la palabra escrita proviene de que fue testigo de la redacción de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, en 1948, cuando era un joven de 31 años.

En el panfleto, cuyo título se ha traducido como ¡Indignaos!, Hessel afirma que los 10 primeros años del siglo XXI han sido de retroceso. Un retroceso que achaca, en parte, a la presidencia estadunidense de George Bush, al 11 de septiembre y a las consecuencias desastrosas que de él han sacado los Estados Unidos. Lamenta que la cumbre de Copenhague contra el calentamiento climático no permitiera establecer una política para la preservación del planeta: “Estamos en un umbral, entre los horrores de la primera década y las posibilidades de las décadas siguientes”.

A pesar de estas y otras razones de indignación, Hessel se dice un convencido de la no violencia, de que el futuro pertenece “a la conciliación de las diferentes culturas”. Y habla de un concepto: paciencia vigilante. Para llegar a ella, es necesario basarse en los derechos, cuya violación, sea quien sea el autor, debe provocar nuestra indignación; no debemos consentir la transgresión de estos derechos.

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