miércoles, 13 de julio de 2011

Argentina, Julieta Venegas en la Patagonia.

Las montañas que esconden la música sin tiempo
Julieta Venegas y cuatro músicos españoles protagonizan un documental que retrata su viaje a la Patagonia de los mapuches entre canciones y naturaleza


La lengua mapuche no tiene una palabra para definir el tiempo. Tal vez no haga falta en el paraíso terrestre de la Patagonia, al suroeste de Argentina, donde transcurre la existencia pacífica y a cámara lenta de este pueblo originario de Sudamérica. Sí debe de existir sin embargo el concepto de ritmo, ya que la música desempeña un papel central e imprescindible en todas las celebraciones de los mapuches. "La usan para darles un valor especial a los eventos. Es uno de los aspectos que más me impresionó del viaje", explica la cantante mexicana Julieta Venegas.

Con "viaje" se refiere a los cinco días que ella, El Pescao David Otero, Marc Ros de Sidonie, Jesús Antúnez de Dover e India Martínez pasaron buceando con sus guitarras y percusiones entre las gentes y las costumbres mapuches. De esta inmersión en apnea los artistas salieron con imágenes y melodías que el director argentino Nahuel Lerena ha convertido en el documental En busca del sonido del viento II. Eres para mí.

Como cobayas privilegiadas los cinco músicos aceptaron participar en un experimento que, según explicaba Otero antes de la proyección del documental en la Casa América de Madrid, buscaba reflejar su trabajo "en un contexto, a priori, no tan tradicional". Guitarras, voces e improvisación tenían que ser las columnas de su exótico laboratorio. Respecto a los roedores, los artistas tuvieron por jaula el escenario sobrecogedor de montañas, ríos y llanuras que la Patagonia regala a sus visitantes. Y para ejercitarse, en vez de una rueda donde correr hasta el infinito, llevaban sus instrumentos.

Así, cada parada de ese viaje hacia el sonido del viento se aprovechaba para un unplugged ante la naturaleza. "La música está en todos lados. Está en ti", asegura Venegas. Estuvo también en una emocionante versión de Por Ti, de Sidonie, que Ros y la mexicana ejecutaron sentados sobre un tronco, en una explanada dominada por el volcán Lanín. A medida que la ruta avanzaba los artistas se conocían entre ellos y descubrían el nuevo entorno.

De esta forma, los mapuches y sus canciones también fueron entrando en el altavoz del documental. Tanto que, pese a lo distinto de la musicalidad, en algunos casos los dos mundos acabaron cantando y tocando juntos.

Nada sabían los cinco artistas de sus anfitriones antes del viaje. Y poco acaba sabiendo el espectador cuando el filme termina, ya que el pueblo indio nunca alcanza los focos de un escenario que protagonizan los músicos. Es el lado peor de una medalla que a cambio ofrece momentos de belleza musical y fotogramas de postal. "No tenía que ser por fuerza una película sobre mapuches. Se trataba más que nada de ver qué pasaba con los artistas en ese contexto", se defiende Venegas.

Lo cierto es que, más allá de su sistema matriarcal y de siete hermanas que viven aisladas de la sociedad e ignoran quiénes son los Beatles, escasea información y abundan preguntas irresueltas sobre los mapuches. Aún así los indios hicieron mella en los occidentales. "Su música hipnotizante", "la relación con la naturaleza", "su respeto por la fuerza de la mujer" eran algunos de los elementos que los músicos subrayaban como los que más les habían chocado.

Venegas, rumbo a Benicàssim

Con seis álbumes, 25 años de carrera y el millón de seguidores en Twitter superado, Julieta Venegas era seguramente la artista más famosa de la tropa. De visita en Madrid para promocionar el documental, la artista permanecerá en España para cuatro actuaciones veraniegas. Una de ellas será, o ha sido hasta ahora, especialmente polémica.

"Toda la vida he querido tocar en el FIB de Benicàssim. Daré mis respuestas sobre el escenario", responde Venegas a las decenas de internautas que han lamentado que su inclusión en el cartel poco tiene que ver con el estilo rock del festival.

La evolución artística de Venegas, que el año pasado sacó su último disco, Otra Cosa, ha tirado más hacia el pop. "Mi música de hace años era más atormentada. No he vuelto a escribir álbumes como Bueninvento (2000). Ahora el espíritu de mis canciones es más claro", detalla la mexicana. Los nervios ante la creación siguen siendo los mismos del arranque de su carrera: "Te sientas ante el piano y piensas: '¿Y si no me sale nada?' Componer requiere humildad, a lo mejor no vuelves a escribir algo decente".

"Me gusta sentarme todos los días a escribir, poco a poco echo a andar la maquinaria. A veces creo versos que tiro. De hecho, he escrito muchas cosas muy feas", se ríe Venegas. Eso sí, solo compone cuando puede dedicarse exclusivamente a ello. Para su próximo álbum por tanto habrá que esperar: ahora a la mexicana le toca llevar su famoso acordeón de gira -en septiembre pasará por España-.

Tras el paréntesis natural en Argentina, Venegas volverá a tocar ante el público. El precio para miles de aplausos será renunciar al volcán Lanín. "Allí te sientes un bichito, la naturaleza es imponente", recuerda la artista. Como sus compañeros de viaje, reconoce que se hubiese quedado un poco más. ¿Cuánto? Imposible decirlo, entre los mapuches no existe el concepto de tiempo.

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