miércoles, 13 de julio de 2011

Brasil arrolla.

Neymar desmelena a Brasil
Dos goles del punta del Santos y otros dos de Pato, desatan la avalancha ofensiva de la 'canarinha' para derrotar a Ecuador, que queda eliminada pese al voluntarismo de Caicedo


Apareció la cresta de Neymar y se desmelenó Brasil. La canarinha se sobrepuso a golpe de talento al conmovedor esfuerzo de Caicedo y, con dos goles del punta del Santos y otros dos de Pato, puso rumbo a cuartos donde repetirá enfrentamiento con Paraguay, compañera de grupo.

Brasil, 4; Ecuador, 2.
Brasil: Julio César; Maicon, Lucio, Thiago Silva, André Santos; Ramires, Lucas Leiva, Ganso(m.76, Elías); Robinho, Neymar (m.79, Lucas) y Pato (m.85, Fred).

Ecuador: Elizaga; Reasco (m.81, Achilier), Araujo, Erazo, Ayoví; Minda, Noboa (m.90, Montaño), Arroyo; Méndez (m.76, Mina); Benítez y Felipe Caicedo.

Goles: 1-0, m.28: Pato. 1-1, m.37: Caicedo. 2-1, m.49: Neymar. 2-2, m.59: Caicedo. 3-2, m.61: Pato. 4-2, m.72: Neymar.

Árbitro: Roberto Silvera (URU). Amonestó a Noboa y André Santos.

Partido del Grupo B de la Copa América de fútbol disputado en el estadio Mario Alberto Kempes, de la ciudad argentina de Córdoba, ante unos 25 mil espectadores.

Menezes buscó alterar el sistema nervioso de su equipo pulsando la tecla del lateral derecho en su pizarra. Ante Paraguay, Dani Alves ejemplificó las lagunas del conjunto brasileño en el torneo, con el exceso de confianza como principal enemigo. Un despiste del azulgrana dio lugar al segundo gol de los guaraníes y abocó a los suyos a un inesperado sofocón para alcanzar un pírrico empate como mal menor. El técnico tomó nota y ajustó cuentas. Maicon relevó a Alves como castigo. Como símbolo. Y por el carril del 2 empezó Brasil a resarcirse consigo misma y a cimentar su victoria.

A la apuesta brasileña le sobra talento pero le falta concreción. Condenados al arabesco por historia y tradición, el vértigo de sus atacantes, tan gráciles como punzantes, se torna en espesura cuando la secuencia de pases se convierte en un egocéntrico catálogo de florituras. Pero ante Ecuador, la presión del todo o nada sustanció los trámites y definió lo esencial frente a lo accesorio.

Desde la puesta en escena, Lucio predicó con el ejemplo -tras sus críticas al conjunto. "Debemos mostrar mucho más, más seriedad y más compromiso con la camiseta. El escudo en el pecho es más importante que el nombre en la espalda", espetó en la previa el capitán de la canarinha- liderando el juego aéreo en ambas áreas, Maicon tensó la ofensiva amarilla martilleando por el pasillo diestro y Ganso afinó el compás destilando clase en contadas pinceladas.

Ecuador intentaba contener a su rival refugiándose en la posesión del balón y en el criterio a la hora de condurarlo. Pocas veces, sin embargo, lograba trasportarlo hasta la zona de peligro donde Caicedo revoloteaba sin premio.

Antes de que la ansiedad se apoderara del toque brasileño, los de Menezes desdoblaron su proyección y encontraron una mina en el costado izquierdo. André Santos brindó, con una rosca academicista, un auténtico regalo para la llegada de Pato. El delantero del Milan no desaprovechó el caramelo y batió al rígido Elizaga con un cabezazo inapelable.

Abierta la veta, el caudal ofensivo de Brasil se presumía incontenible y Robinho estuvo a punto de refrendarlo con un disparo lejano cargado de intención que se estrelló en el poste. Pero, sacudiéndose la embestida, Ecuador prescindió de toda retórica y, en un zapatazo sin rumbo, encontró la solución. El balón voló hasta la zona de tres cuartos del ataque ecuatoriano desde el área de Elizaga y, el patadón y tentetieso, se convirtió en una secuencia de despropósitos sin que ningún brasileño acertara a resolver el balón dividido.

La pelota llegó a los pies de Caicedo que la cargó de electricidad. Sin margen de repuesta para los centrales, de sus botas salió un relámpago. Un latigazo que sorprendió a Julio César. El guardameta del Inter firmó otro notable borrón a un expediente de muchas luces y grandes sombras. El balón de Caicedo se deslizó bajo el cuerpo del portero como si estuviera enjabonado y llegó con mansedumbre a la red.

El empate dejó atolondrados a los de Menezes. Destartaló sus planes, destapó los miedos y despertó las dudas. El abismo de la derrota recorría como un escalofrío a la canarinha mientras el entusiasmo de Ecuador tomaba cuerpo con un disparo de Arroyo que necesitó de la estirada de Julio César.

Pero el descanso sofocó el ímpetu ecuatoriano y Brasil reordenó su dibujo. Ganso encontró su espacio junto a la frontal, apenas una baldosa. En el territorio de la elegancia destapó su chistera y sirvió un balón aterciopelado a la llegada fibrosa de Neymar que fusiló a Elizaga.

Superado el berrinche, Brasil buscó inaugurar la fiesta. Pero incapaz de gobernar los partidos, con Ramires y Leiva como entes extraños, lo que hizo fue destapar la agitación. El correcalles encumbró el voluntarismo de Caicedo. El punta del Levante volvió a retratar a la defensa brasileña y con un requiebro de tintes taurinos rompió las bisagras de Thiago Silva y repitió puntapié para batir a Julio César y restituir el empate.

Pero a intercambio de golpes, la pólvora de Brasil no tiene parangón. Menos aún si Neymar se apunta al baile. Con espíritu reivindicativo y gesto revanchista el delantero del Santos sacudió el área ecuatoriana y reclamó la atención de los focos. Primero, con un disparo envenenado que Elizaga apenas pudo repeler para dejarlo irresponsablemente a los pies infalibles de Pato.

Después, para coronar la enésima aventura de un Maicon siempre descomunal por la banda derecha. Con el partido resuelto, la canarinha desempolvó lo mejor de su repertorio para barnizarse de confianza de cara a futuras aventuras. El tortuoso recorrido de la fase de grupos ha obligado a los brasileños a apuntalar el talento con buenas dosis de carácter. La mezcla parece destinada a tener recorrido.

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