sábado, 16 de julio de 2011

El fin del mundo./ficciones.

Consejos desde el fin del mundo
TONI GARCÍA

Dicen los mayas (¿o eran los aztecas?) que en 2012 se acaba todo: ni crisis, ni hipotecas, ni calentamiento global, ni primas de riesgo, ni nada, todos muertos y santas pascuas, de la humanidad no quedará ni para hacer una hoguera. Bien visto hasta puede que sean buenas noticias.

Sorprendentemente, algunos incautos no están haciendo ningún tipo de arreglos para ello y no me refiero a hacer testamento o algunas de esas estupideces (total, no quedará nadie para heredar nada) sino a algo mucho más serio: ¿cómo queremos que nos pille la muerte? Si me dan a escoger yo prefiero que sea vestido y con un gin tonic pero seguro que habrá muchos por ahí que preferirán una muerte menos prosaica.

La pregunta no es baladí, porque la defunción ha sido (la mayoría de las veces) un acontecimiento imprevisto. Sin embargo, en esta ocasión han tenido la decencia de avisarnos con tiempo, lo cual, se mire como se mire, no deja de ser un gesto muy loable. El mundo se acaba el 21 de diciembre de 2012.

De la hora no se sabe nada, podría ser por la tarde, por la mañana y hasta por la noche. En eso les ha faltado a los mayas la concreción de -por ejemplo- aquel arzobispo llamado James Ussher de Armagh, que un buen día anunció que la tierra había sido creada el sábado 22 de octubre del año 4004 a. C. a las seis de la tarde, ni un minuto más, ni un minuto menos. Los mayas eran algo más vagos o puede que algo despreocupados y de la hora no dijeron ni pío.

La cuestión es, pues, qué hacemos hasta el 21 de diciembre (a la hora que sea): ¿una buena dieta para llegar guapos al Apocalipsis?, ¿nos damos al vicio o a la política? Cada uno hará lo que más le convenga pero que sepan los escépticos que hasta Nostradamus dijo que el año que viene apaga y vámonos, así que no caben dudas de ninguna clase: o se acaba o se acaba.

Como ya he dicho antes, yo pienso llegar impecablemente vestido (y probablemente sudando, entre los nervios y la ola de calor que se desatará justo antes del final de los días, según todas las profecías consultadas) y para ello tengo pensado hacerme con un libro, Hollywood And The Ivy Look, sobre ese estilazo inconfundible que lucían los actores en los años 50 y 60.

Sale en apenas tres meses, así que hay tiempo de empollárselo y de comprarse lo necesario. Graham Marsh y Tony Nourmand, sus autores, han recopilado la más impresionante colección de instantáneas cool que jamás se han visto: más de 200 fotos de lo más granado del Hollywood de la época luciendo palmito (en el plató de rodaje y fuera del mismo) con el desparpajo que les caracterizaba: de Paul Newman a William Holden pasando por Clint Eastwood. Va a editarlo Reel Art Press, editorial de Londres, donde -sí- el mundo también se acabará el 21 de diciembre, una hora antes.

Personalmente pienso vestirme como Steve McQueen o Lee Marvin y esperar la hecatombe con extrema corrección, nada de pánico o dramas inútiles: hay que irse con clase. Naturalmente (recuerden mis palabras) poco antes del desastre, cuando ya todo indique que la humanidad está a punto de desaparecer, uno de nuestros amados líderes aparecerá en la tele para decir que no pasa nada, que no nos preocupemos, que está todo bajo control.

Que si pasa algo será culpa de su antecesor, o del vecino de enfrente. Eso sí, el 22 de diciembre nadie convocará una rueda de prensa para desmentirlo y ningún tertuliano podrá hacer ninguna valoración de lo acontecido. Y es que el que no se consuela es porque no quiere.

No hay comentarios:

Publicar un comentario