domingo, 3 de julio de 2011

Los anarquistas del ciberespacio.

Los anarquistas del ciberespacio
Hay grupos que para protestar atacan los sitios de internet de gobiernos y empresas; sin embargo, esto puede alentar un mayor control de la red.


Nadie sabe muy bien quiénes son ni desde dónde lanzan sus ataques. Algunos tienen un discurso tan radical que los organismos de inteligencia estadunidenses se han atrevido a compararlos con Al Qaeda, mientras que otros parecen más bien un grupo de adolescentes abocados a realizar travesuras aprovechando sus elevados conocimientos en informática. Lo cierto es que durante los últimos meses han florecido como hongos en el ciberespacio.

Montados en la indignación que sacude las calles de algunos países europeos, en el hastío con la sociedad consumista estadunidense o el rechazo que generan las censuras que impone el régimen chino, no han dejado de protagonizar ataques a páginas web de empresas y organismos estatales alrededor del mundo.

Pionero, y por lo tanto célebre como ninguno otro hasta el momento, Anonymous es quizá el paradigma de estos hackers que viven exclusivamente en la red, aunque sus ideas y métodos comienzan a verse expuestos en las calles al calor de las últimas protestas sociales que conmueven a Europa.

Son conocidos por las máscaras a imagen de las que utilizaba el anarquista revolucionario de V de Vendetta, la novela gráfica de Alan Moore, con las que ocultan sus rostros cada vez que realizan comunicados que exhiben en YouTube y en diferentes plataformas de videos virtuales. Sus primeras apariciones se registraron en 2006, aunque no fue sino hasta 2008 cuando comenzaron a multiplicar sus ciberataques.

De inspiración anarquista y libertaria, el colectivo no tiene jefes ni organización visible. Ni siquiera tiene una página web que lo represente, aunque algunas como whyweprotest.net están muy identificadas con ellos, ya que amplifican sus comunicados o ponen a su disposición salas de chat donde se arman las estrategias de acción. Poco confiados en la prensa, es casi imposible que concedan entrevistas, no permiten voceros y no tardan en condenar al ostracismo a cualquier militante que dé la cara, como bien pudo comprobar Coldblood, un activista inglés que salió en diciembre pasado a defender en los medios al fundador de WikiLeaks, Julian Assange, en nombre de Anonymous.



Los hackers de Lulzsec robaron información de Fox, Sony y la CIA.

Why we protest, grupo pro libre información en internet, participó en la campaña de Anonymous contra la Cienciología.

En las contadas ocasiones en que sus miembros han salido a dar explicaciones públicas (el diario El País, por ejemplo, publicó el pasado 16 de enero un extenso informe que incluía una entrevista a tres de sus activistas, quienes respondieron de forma anónima), el grupo ha asegurado que no son hackers, aunque sí tienen algunos en sus filas, los que “administran los servidores de IRC y el resto de las redes de comunicaciones encriptadas, o los que programan LOIC (Low Orbit Ion Cannon, aplicación para realizar pruebas de resistencia a una red informática) y las herramientas de ataques”, según explicaron al matutino madrileño.

Con este soporte técnico, el grupo —que prefiere autodenominarse como “movimiento de conciencia” y evita identificarse con corrientes políticas— realiza los ataques, que consisten la mayoría de las veces en bloquear sitios web a través de una tecnología llamada DDoS, que satura los servidores por sobrecarga y que necesita de la participación de cientos de ordenadores para ser eficaz. En diciembre de 2006 tiraron abajo la página web de Hal Turner, un locutor estadunidense famoso por sus ideas radicales sobre la supremacía blanca.

Turner perdió miles de dólares por la operación y demandó al grupo, pero la justicia no pudo identificar a los responsables y la demanda cayó en saco roto. En enero de 2008 el grupo comenzó una cruzada contra la Iglesia de la Cienciología, luego de que ésta prohibiera la difusión de un video de su autoría a través de YouTube en el que se mostraba una entrevista al actor Tom Cruise, reconocido practicante de esta creencia; Anonymous justificó el ataque porque considera a la Cienciología una organización oscurantista que abusa económicamente de sus miembros. En este caso la campaña pasó de internet a las calles, cuando seguidores del colectivo en todo el mundo protagonizaron sonoras protestas frente a los templos de la Cienciología en febrero y marzo de 2008.

En mayo de 2009 el grupo protagonizó una acción contra YouTube por eliminar videos musicales protegidos por derechos de autor; el ataque consistió en subir videos pornográficos disfrazados de contenidos para niños, marcando el inicio de una enemistad que aún dura: YouTube censura los videos de Anonymous cada vez que los detecta en su sitio.

Pero el momento más célebre de estos activistas fue a finales de 2010, cuando salieron en defensa de WikiLeaks y atacaron con dureza a las compañías MasterCard, Amazon, Visa y PayPal, mismas que se habían plegado a las presiones del gobierno estadunidense al anunciar que ya no se las podía utilizar para realizar aportes económicos a la plataforma liderada por Assange.

A principios de 2011 se sumaron a las revueltas árabes, y al calor de las protestas voltearon las páginas de varios ministerios de Túnez y Egipto. En abril, en México atacaron a la cadena de noticias MVS tras la suspensión de la periodista Carmen Aristegui por haber hecho alusión al supuesto alcoholismo del presidente Felipe Calderón; en otra ocasión protestaron por la censura al documental Presunto culpable y organizaron ataques al gobierno por su adhesión al Acuerdo Comercial Anti Falsificación (ACTA, por sus sigla en inglés), tratado que penaliza las descargas de contenido protegido en internet. Su última aparición fue bajo el paraguas del movimiento 15-M, la plataforma de Los indignados españoles, a los que apoyan fervientemente. Su lema es: “El conocimiento es libre, somos anónimos, somos legión, no perdonamos, no olvidamos, esperadnos”. La Organización del Tratado del Atlántico Norte, en un alarde de tremendismo poco habitual, los ha considerado tan peligrosos como Al Qaeda, los talibanes o Corea del Norte.



EL BARCO MISTERIOSO QUE NAVEGÓ 50 DÍAS

La fama de Anonymous dio pie al nacimiento de múltiples plataformas que se cobijan bajo el ideario de la transparencia institucional, el ataque a toda forma de censura y la denuncia de la corrupción política o empresarial. Pero en el océano que es internet navegan otros barcos piratas con objetivos un tanto más turbios: hacer daño sólo para demostrar que nada es tan seguro en internet como se dice, como enarbolaba Lulzsec, un colectivo misterioso compuesto al parecer sólo por seis personas, que durante los breves 50 días que duró su existencia protagonizó los más osados ataques de este tipo que se hayan llevado a cabo hasta el momento en la red.

Yendo contra las reglas no escritas de los mismos hackers, Lulzsec se presentó con un comunicado de prensa donde se describía como “esos bastardos malditos de Twitter”, y manifestaba su deseo de continuar “creando cosas que son excitantes y hasta que nos lleven a la justicia”.

El comunicado se hizo público luego de que el grupo atacara con éxito y robara información confidencial de las páginas de la cadena televisiva Fox, el grupo Sony, la Agencia Central de Inteligencia (CIA, por sus siglas en inglés), el sitio web del Senado de Estados Unidos y hasta la mismísima Oficina Federal de Investigación (FBI, por sus siglas en inglés). Encima, el grupo anunció que se había hecho de las claves de acceso de 200 mil usuarios de Brink, una popular plataforma de juegos, aunque Lulzsec nunca hizo nada con esos datos, por lo cual fue imposible saber si el robo se había cometido o si se trataba sólo de un alarde.

Con sus ataques indiscriminados el grupo se ganó rápidamente la animadversión de otras plataformas similares, que lo acusaron de dar la excusa perfecta a los gobiernos para modificar las leyes que regulan internet en detrimento de las libertades públicas, un efecto contrario al que se pretende conseguir. Uno de estos colectivos surgido recientemente, llamado WebNinjas, llegó incluso a afirmar que había conseguido datos de identificación de los miembros de Lulzsec y que se los había enviado al FBI.

“Queremos ver un internet más seguro y pacífico para todos, no un montón de niños que amenazan la web”, afirmaron. TeaMpOison, otro colectivo muy activo que se bate contra la hipocresía de empresas y políticos, también se pronunció en su contra. Pocos días después Lulzsec sufrió ataques a su página, los que presumiblemente provenían de sus detractores.

El clima —al que la prensa llamó de “guerra civil en el ciberespacio”— se enturbió aún más cuando Lulzsec entró en conflicto con Anonymous. “Si quieres ética ve a llorar a Anonymous. Los verdaderos lulzfans esperan el siguiente día para tener más diversión”, escupió el Twitter oficial de Lulzsec; días más tarde el colectivo desanduvo sus pasos e hizo la paz con Anonymous invitándolo incluso a realizar ataques en conjunto.

Pero los días de Lulzsec estaban contados. Sin que se sepa muy bien cuál fue la razón, a los 50 días de su fundación el “barco pirata” con el que se identificaban en internet plegó sus velas y la plataforma se autodisolvió, luego de protagonizar un sonado ataque a la policía migratoria de Arizona en protesta por la restrictiva ley de inmigración que rige en ese estado.



POLICÍAS EN LA RED
Si a los hackers individuales primero se los combate con la ley y finalmente se los intenta incorporar a las grandes empresas para que realicen trabajos de seguridad informática, a estos grupos apenas se los está comenzando a perseguir policialmente. En España, hace dos semanas, la policía anunció que había detenido a la cúpula de Anonymous, lo que causó sonoras carcajadas en la red, ya que no existe algo que pueda ser considerado una cúpula en este colectivo. Como prueba, y para más júbilo de los burlones internautas, los policías presentaron las conocidas máscaras. El episodio, que se tradujo en una causa aún abierta, sólo contribuyó a darle más popularidad al colectivo.

Jueces y fuerzas de seguridad estadunidenses se han enfrentado a los mismos dilemas a la hora de combatir estos grupos: operan en márgenes legales muy difusos y difíciles de combatir, y esconden con poderoso software sus identidades. En muchas ocasiones capturan ordenadores ajenos para que participen en los ataques, por lo cual es muy probable que se termine por acusar a inocentes.

Mientras tanto, los cibernautas debaten si este tipo de colectivos no están dando al final la excusa que gobiernos y grandes empresas están buscando para establecer un control más férreo de la red. En ese sentido la tendencia es muy clara: las grandes compañías afectadas por estas campañas, como Sony, que sufrió repetidos ataques y grandes pérdidas económicas, piden con urgencia que se modifiquen las leyes y se destine más dinero a los cuerpos de seguridad en el ciberespacio.

El gobierno francés intentó colar un debate en torno a la seguridad de internet en la última cumbre del G-7, aunque sin demasiado éxito. Por otro lado, para muchos ciudadanos parece estar cada vez más claro que la libertad en la red de redes es un activo que vale la pena defender, por más grupos anarquistas o de adolescentes perturbadores que puedan aparecer en el camino.

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