martes, 5 de julio de 2011

Seix Barral, 100 años de vida.

El arquero del siglo
Seix Barral refleja en sus 100 años de vida la evolución del sector editorial


De teatrillos para niños, material escolar y juguetes a un catálogo con 23 premios Nobel. Y, en medio, el paradigma del editor revolucionario de los 60 (Carlos Barral), los primeros pinitos de la futura superagente literaria (Carmen Balcells), el inicio de la senda de las concentraciones de sellos (la compra por Planeta)... Son algunas de las páginas del catálogo vital de la editorial Seix Barral, que cumple su primer siglo. Una trayectoria que bien podría reseguirse a partir de algunos de los libros que ha editado estos 100 años.

Teatro de los niños.

Era una de las joyas de la casa, tanto que en 1917 recibía el premio de honor del Fomento de las Artes Decorativas (FAD). El teatrillo (con su colección de obras adaptadas de 27 títulos) era la punta de lanza de la sección de juguetes, reconocida de nuevo en la Exposición Internacional de 1929. Siete de esos artilugios estaban patentados por Carlos Barral Nualart, fundador junto a su hermano Luís, de Gráficas Barral Hermanos, firma que en 1911 se había unido a Victorino Seix para fundar Industrias Gráficas Seix y Barral Hermanos.

Material de enseñanza primaria y libro infantil serían el armazón de un catálogo que alcanzaría antes de la guerra civil ya los 130 títulos y que también contaba con colecciones de libros de aventuras, biografías... Entre los autores, un tal Capitán Argüello, en realidad de nuevo Carlos Barral Nualart, que también utilizó el pseudónimo para bautizar la barca de recreo que haría famosa su hijo Carlos, que revolucionaría la casa.


La novela moderna en América.

"Soy un hombre de letras convertido en editor por circunstancias familiares", recuerda Josep Maria Castellet que le dijo Carlos Barral Agesta. Comentaba éste a sus amigos universitarios que no quería trabajar en "esa casa oscura" (Provenza, 219, sede de la editorial), pero ahí estaba en 1950, apenas cinco años después de la separación de las artes gráficas de la editorial y que, con unos 400 títulos publicados, parecía anclada en el tiempo.

Barral tenía una idea en la cabeza: cambiar la deficitaria colección Estudio que creó su padre por una de literaria llamada Biblioteca Breve y dar cobijo a una mayor presencia de literatura y ensayo extranjeros, a autores españoles renovadores y a la vigorosa narrativa latinoamericana. Encontró cobijo, físico y moral, en el altillo de la editorial, el bautizado como "el cuarto de los sabios", donde está un cultísimo represaliado por el franquismo Joan Petit, junto a Oriol Martorell y Enric Bagué.

Poco a poco convertirá esa "cueva de polvo afectuoso o asfixiante", según la definió en sus diarios, en cuartel general de las frecuentes visitas de sus amigos Gabriel Ferrater, Josep Maria Castellet y los hermanos Juan y Luis Goytisolo. Y con ellos creará un comité de lectura de lujo, de periodicidad oficial quincenal y que él controlará "con preguntas imprevisibles y aceradas" y con una "capacidad imaginativa desbordantes", según su colaboradora de entonces Rosa Regàs. La consciencia de Zeno, de Italo Svevo, debía ser el primer título, pero lo fue, en 1955, el ensayo La novela moderna en Norteamérica, de Frederick J. Hoffman, que tradujo a toda prisa Castellet.


Tiempo de silencio.

José María Valverde y Antonio Vilanova se sumarían a un comité que se reunía también en bares y en casa del propio Barral o de Jaime Salinas que, cronógrafo en mano, había llegado a la empresa para sacar mayor productividad a los talleres. La ginebra Giró (más barata que el güiski) era la invitada estrella. Barral iba lanzado: en 1958 otorgaba el primer premio de novela Biblioteca Breve (Las afueras, de Luis Goytisolo: 100 mil pesetas); en 1961 contactó con editores internacionales como Einaudi y Gallimard para crear los encuentros y los premios Formentor y el Internacional de Literatura; poco antes había cedido los derechos de sus autores a una joven Carmen Balcells, que trabajaría dos años con su esposa Yvonne... Seix Barral se gana la aureola de ser la editorial moderna del momento que renueva el panorama y marca los nuevos nombres de las letras castellanas, papel que ostentaba Destino y su premio Nadal. El cénit lo marcará en 1961 la publicación de Tiempo de silencio, de Luís Martín Santos, la novela que revolucionó la narrativa española.


La ciudad y los perros.

El pilar y el parapeto de la frenética actividad barraliana, amén del británico Salinas, era Víctor Seix, cerebro comercial y colchón de los nervios que iba provocando en la empresa familiar tanto ajetreo intelectual en la España franquista. En el encuentro de Formentor de 1962 se da el primer gran susto: interrogatorios policiales y visitas de inspectores de Hacienda y de Trabajo a la editorial; incluso un director general de Información recomendó a Barral, recuerda Castellet, que pasara una temporada en el exilio. Además, estaban los problemas con la censura de libros, como la que sufrieron dos ganadores del Biblioteca Breve: La ciudad y los perros, que descubrió a Mario Vargas Llosa (1962), y Últimas tardes con Teresa, que consolidó a Juan Marsé (1965).

En poco más de cuatro años, la revolución se hunde: a la muerte de Petit (1964) se unirá la de Víctor Seix en la Feria de Francfort de 1967 atropellado por un tranvía. Salinas, cansado de cierto caos ("con este libro vamos a perder; con este otro vamos a ganar", comentaba la manera de Barral de llevar los números), sin un papel muy claro en su cargo extraño de "secretario general", harto de recibir los golpes entre los Seix y los Barral y tentado por Alianza, también dejó la editorial en 1967. Tres años después lo hacía el propio Carlos Barral.


La verdad sobre el caso Savolta.

La marcha de Barral dejó el barco literario a la deriva, si bien la labor del tan genial como difícil de trato Joan Ferraté y la del joven Pere Gimferrer (que empieza ese mismo 1970 como jefe de la sección literaria en 1970 y que acabará leyendo en ocho idiomas) permitirá, por ejemplo, que en 1973 se contrate La verdad sobre el caso Savolta, de Eduardo Mendoza, que con vista comercial salió en la Diada de Sant Jordi de 1975. "Seix Barral mantenía la imagen de calidad y además ahí estaba mi amigo Gimferrer", recuerda hoy el escritor, fiel puntal del sello.

Los paradigmas reconocibles de esa novela, que deja el experimentalismo antinarrativo hace que la editorial intente marcar aún el ritmo literario mientras desde Madrid se afianzaba ya un sello como Alfaguara y en Barcelona celebraban su quinquenio Anagrama y Tusquets. Pero la situación languidecía también en lo económico, lo que facilitó la entrada de Planeta, que en 1982 adquirió la editorial por 35 millones de pesetas (unos 800 mil euros, inflación incluida).

La operación mostró al grupo de José Manuel Lara una fórmula fabulosa para su crecimiento (comprando editoriales se compraba catálogo, lo que ayudaba a vender más) y permitió una primera inyección económica gracias a unos lanzamientos de colecciones para quioscos. Lo remató otro buen informe de Gimferrer para Mazurca para dos muertos, novela que alcanzó altas ventas y que relanzaría a un Camilo José Cela desde hacía unos años en horas bajas. También el poeta-editor estuvo detrás del Antonio Muñoz Molina que debutaba en una editorial comercial con Beatus ille.


El perfume.

El pedigrí literario se recuperó con la llegada de Mario Lacruz el mismo 1983 como director general (ostentando el 15% de las acciones). En menos de dos años publicaría dos bombazos: Galíndez, de Manuel Vázquez Montalbán (premio nacional de narrativa), y El perfume, de Patrick Suskind, del que ya con buen olfato lanzó 23.000 ejemplares de salida (hoy lleva vendidos más de tres millones). Estuvo al frente 15 años (con el delicadísimo caso de la publicación de Los versos satánicos de Salman Rushdie) y su marcha volvió a dejar tocado a la editorial del famoso arquero (emasculado por la censura franquista hasta 1980) que Barral debió casi calcar de alguna pintura rupestre mediterránea.


Firmin.

"El momento económico era, como a nivel de visibilidad y de cartera de contratación, muy delicado, pero el prestigio y la imagen se mantenían", resume ahora Elena Ramírez, que desde 2007 rige los destinos literarios de un sello al que la llevó su predecesor Adolfo García Ortega siete años antes. Entre ambos han consolidado una editorial que conforman ocho personas "más versátil, donde la calidad no está reñida con el hecho de llegar al gran público".

Una buena síntesis de los alrededor de 70 títulos que ahora publican cada año quizá sea Firmin, el libro de Sam Savage: por vez primera en España, compraron los derechos para todo el mundo y se ha vendido ya a 30 idiomas. El arquero, adaptado a los tiempos, parece que sigue fino.

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