viernes, 9 de septiembre de 2011

Cuba. Alicia Alonso, 90 años.

Alicia Alonso, 'prima ballerina assoluta' del Ballet Nacional de Cuba, que fundó hace 63 años.


De la dictadura castrista, de futuro incierto, quedará sin duda entre lo cierto el Ballet Nacional de Cuba, que es decir Alicia Alonso. Con ella, Latinoamérica descubrió que podía ser tan clásica como Europa. Ahora, danzarines afrocaribeños ensayan El lago de los cisnes y Alicia añora sus pasos con Ígor Yuskévich: "Era brillante, un immenso artista original, porque se había hecho a sí mismo. Yo le decía: "Ígor, peste del tabaco, deja de fumar... ¡Un bailarín no fuma!" Ígor sonreía y echaba humo. Murió de cáncer de garganta". Alicia no ve, pero un cisne negro cruza en ese momento el escenario. Y le pregunto por su religión: "¿Religión? ¿Quiere saber si soy revolucionaria? Sí, lo soy".

Qué hace para estar joven?

Sentirme útil. Mientras te sientas útil, eres joven.



¿Cómo lo consigue?

Me apunto todos mis fallos en una libretita.



¿Para qué?

Para estudiarlos y ser consciente de ellos y tratar de corregirlos. Y eso me permite sentirme doblemente útil, porque la libretita me sirvió a mí, pero también sirve a los demás bailarines que me piden ayuda.



¿Y funciona?

Empecé a llenar libretas cuando comenzaba a bailar: ponía los errores que más me apuntaban los maestros y también los fallitos de los que a veces no se daban cuenta, pero yo sabía que había cometido.



Parece buena idea.

Fue buena al principio, pero después, cuando ya fui famosa, se hizo imprescindible.



¿Por qué?

Porque cuando eres famoso ya nadie te dice los errores. No los ven. Sólo te halagan y a veces sin siquiera fijarse en lo que haces. Así que tú acabas siendo tu única maestra.



¿Y las libretitas le enseñaban aún?

Sí, me las seguía guardando y me iba muy bien repasarlas. Todavía las recuerdo tanto como los recortes de prensa de mis giras.



¿Cuántas giras lleva?

No lo sé. No hay que contarlas. Y, si fuera por mí, tampoco llevaría la cuenta de mis años. Pero no es que la lleve yo, es que a mí me la llevan. Me recuerdan los años para celebrarlos, pero no me dejan olvidarlos.



¿Cuántas giras quiere hacer todavía?

Tampoco las contaré. Seguiré ayudando a los bailarines jóvenes por ellos y por mí...



Bien...

...¡Y si no qué quiere que haga!



...

¿Quedarme en casa a hacer qué? ¿A hacer nada? A esperar... ¿A esperar qué?...



La entrevisté hace 25 años para el Diari de Tarragona y hace 12 para La Vanguardia y está usted igual.

Trabajo, soy feliz y tiro adelante.



Cuba tampoco ha cambiado estos años.

...



¿O sí ha cambiado? ¿Le hablan a usted de cómo está cambiando Cuba?

Qué modo más sutil de preguntarme por la política. El mundo entero cambia, es Estados Unidos el que tiene que cambiar ahora y dejar de oprimir a los demás.



¿Sigue anotando sus errores?

Claro. Eso me hace sentirme ilusionada. Si no eres un estúpido sabes que la perfección no existe y si existiera no ibas a ser tú precisamente la perfecta. La perfección es sólo una aspiración, pero irrenunciable. Así que sabes que existir es ensayar y equivocarse y rectificar y otra vez y otra y otra.



¿Nunca se ha dado un descansito?

Toda mi vida ha sido buscar la perfección técnica. Esa búsqueda ha sido para mí lo más parecido a la felicidad, que, como usted sabe, también es sólo una aspiración.



Usted busca la perfección, pero ¿y si su equipo aspira sólo a la comodidad?

Si te ven a ti luchar por ser mejor, les es mucho más difícil ser perezosos. Querrán mejorar contigo y los jóvenes vendrán a preguntarte y a aprender.



...

...Y eso es algo que no puede compararse con nada ni con dinero ni con honores ni medallas. Que te vengan con preguntas y tú tengas respuestas es magnífico.



Me alegro.

Eso explica el progreso humano. Vienen los jóvenes y tú les dices cómo te fue a ti y así aprenden y serán mejores que tú, porque ya no tendrán que pasar los malos ratos que tú tuviste que pasar.



Estupendo.

Y entonces, cuando les has ayudado y has ensayado con ellos, cuando oyes que les aplauden a ellos, lo sientes igual que si te aplaudieran a ti.



¿Y si se les sube el ego a sus chicos?

No hay que atacar nunca a un ego de frente. Lo que pasa es que le falta trabajo. Hay que darle más trabajo. Yo les digo: "Vamos a ver, amor, tú eres bueno, pero puedes mucho más: levanta más ese pie, vamos, puedes brincar más... ¡Vamos! ¡Brinca!"



...

Entonces les pones así a sus egos frente a sus propios límites. Y se les cura la vanidad.



¿Un ballet clásico aporta algo por ser cubano?

Cuando empezamos, nadie creía que los cubanos ni ningún latinoamericano pudiera bailar bien danza clásica. Era algo que sólo podían hacer los europeos. Hemos conseguido que Latinoamérica se vea a sí misma capaz de bailar danza clásica y mejorarla.



Era un prejuicio étnico.

La revolución ha permitido ese ballet en Cuba y que cualquiera que tuviera el talento pudiera bailar. El Estado paga la educación, no sólo de ballet sino de cualquier otra carrera que quieran cursar.



Pero después el bailarín cobra menos de lo que cobraría en cualquier otro país.

...



¿Qué hace cuando no está de gira?

Oigo música, converso con los amigos y me siento a ver el mar... La última vez que me operaron de la vista y pude ver fue aquí, en la Barraquer de Barcelona, y pedí ir a ver el mar. ¿Y sabe qué me pasó?



¿...?

¡Que me asusté al verlo y creí que se iba a salir y nos iba a tragar! Y nos fuimos corriendo. ¡Qué grande es el mar!

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