jueves, 8 de septiembre de 2011

El discurso de Obama molesta.

Obama afronta un clima de fuerte hostilidad política
Algunos congresistas republicanos anuncian su ausencia del discurso del presidente sobre el empleo que pronunciará esta noche


Un grupo de congresistas republicanos ha anunciado hoy su ausencia del discurso sobre el empleo que Barack Obama pronunciará esta noche ante una sesión conjunta de ambas cámaras en protesta por lo que la oposición considera un mero acto electoral sin ningún valor económico. A cambio, el presidente tiene previsto hacer un llamamiento a poner fin a la degradación de la actividad partidista y a la colaboración para adoptar cuanto antes medidas contundentes contra el paro.

"Estoy harto de discursos", ha declarado el senador Jim DeMint, uno de los más fieles seguidores del Tea Party y el principal promotor de este gesto extremo de desaprobación de la política de la Casa Blanca. Al menos otros dos miembros de la Cámara de Representantes han confirmado su boicot y otros lo están considerando, pese a las presiones de los líderes republicanos en el Capitolio, que entienden que una medida así dañaría gravemente la imagen del partido ante los electores.

"Es el presidente de Estados Unidos y creo que todos los miembros del Congreso deberían de estar presentes, pero no tengo capacidad para garantizarlo", ha admitido hoy el presidente de la Cámara de Representantes, John Boehner. Tanto él como el líder republicano en el Senado, Mitch McConnell, han anunciado su asistencia, aunque dicen compartir las quejas de sus compañeros sobre el discurso de Obama. "Esto no es un plan para crear empleo, esto es un plan para lograr la reelección", ha declarado McConnell.

Un boicot inusual

La historia norteamericana recoge muy pocos casos en los que se hayan producido ausencias intencionadas de un discurso presidencial ante una sesión conjunta del Congreso. En los años recientes, sólo se recuerdan un boicot de algunos republicanos a un discurso de Bill Clinton y la inasistencia del grupo de congresistas negros a una intervención de Richard Nixon.

El hecho de que vuelva a producirse hoy es la prueba del grado de enfrentamiento partidista que ha alcanzado la política estadounidense. La crisis de este verano sobre la elevación del límite de deuda y la proximidad de un nuevo ciclo electoral han llevado la tensión política hasta niveles que producen escándalo y vergüenza entre algunos ciudadanos que recuerdan la unidad nacional demostrada tras el ataque del 11 de septiembre, hace ahora precisamente diez años.

A lo largo de esta década muchas cosas han ocurrido en este país que explican la degradación de la convivencia. Dos guerras discutibles y una crisis económica sin comparación desde la Gran Depresión son algunos de los principales factores de crispación. La irrupción en el primer plano político de un movimiento racista y agresivo como el Tea Party es otro elemento imprescindible de la tormenta. Pero también la izquierda ha contribuido en alguna medida al enfrentamiento actual con llamamientos reiterados a Obama a que margine a la oposición o gestos como el del pasado fin de semana de Jim Hoffa, hijo del famoso dirigente sindical desaparecido y actual líder del sindicato de camioneros, quien ofreció al presidente su "ejército" de trabajadores para "frenar a esos hijos de puta" del Tea Party.

Ninguno de esos sucesos tendría hoy tanto peso sobre la realidad política sin el condimento imprescindible del paro. Es la alta cifra de desempleo -9,1%- la que justifica muchas de las muestras de indignación y la que da alas y motivos a todos los radicalismos.

Plan de estímulo económico

Obama tiene previsto esta noche pedir la colaboración de los republicanos a un plan de unos 300.000 millones de dólares para estimular la economía y crear los empleos que se hacen urgentes. El plan es una combinación de reducciones de impuestos a la clase media e inversión pública en infraestructuras que pretende reactivar el mercado de trabajo y promover el gasto. Más del 70% de la economía norteamericana depende del gasto de los consumidores, por lo que es imprescindible poner dinero en el bolsillo de los ciudadanos para revitalizar la actividad económica.

Aunque Boehner, un moderado, ha prometido que tomará en consideración la propuesta del presidente, parece extremadamente difícil que la Cámara de Representantes, donde la influencia del Tea Party es mayor, respalde una iniciativa que exige más gasto y podría ayudar electoralmente a Obama.

La Casa Blanca dice no perder las esperanzas de que los republicanos, conscientes del precio que pueden pagar por rechazar un plan de creación de empleo, acaben dándole luz verde. Pero si no es así, siempre le quedará a Obama la carta de acusar a la oposición de haber torpedeado todos sus esfuerzos para combatir el paro.

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