miércoles, 7 de septiembre de 2011

Un escritor incómodo y molesto.

La voz herética de Fernando Vallejo
Javier Aranda Luna


Fernando Vallejo lo tiene claro: en el mundo sobran libros, sobran escritores, sobran personas. Lo tiene claro y además lo dice sin inhibición. Alguna vez de visita en Colombia, con Carlos Monsiváis, Vallejo habló tan mal de los colombianos, de los políticos y de la Iglesia que muchas personas del auditorio comenzaron a arrojarle monedas. Ante los primeros impactos en su cuerpo, Monsiváis empezó a gritar, ¡tino, tino!” señalando a Fernando, para que los inconformes lanzaran sus proyectiles con precisión.

A Fernando Vallejo debemos guiones de películas, ensayos, novelas pero sobre todo el peligroso ejercicio de la crítica llevada al extremo y que para muchos raya con la irreverencia: “Dios es malísimo –nos dice–, porque pudiendo hacer bien las cosas gracias a su omnipotencia hizo un trabajo tan chambón que nos impuso el dolor, la vejez, la enfermedad, la muerte, los terremotos. No creo que sea un ser bondadoso, pues pudiendo hacer el bien, hizo el mal”.

A veces parece que el leitmotiv de Vallejo es lo políticamente incorrecto. Cuando todo el mundo hablaba del valor y la fuerza de Ingrid Betancourt para soportar los más de seis años de secuestro por parte de las FARC en medio de la selva, Vallejo fue la voz discordante de un coro internacional que iba de Francia a Colombia de forma ascendente: “Cuando el gobierno del entonces presidente Andrés Pastrana le dijo que no podía garantizar su seguridad si se acercaba a la zona de conflicto, ella se metió por ambiciosa, lo hizo para dar un golpe publicitario porque quería ser presidenta de Colombia. Para mí ella no es una heroína, es una mujer ambiciosa, una aventurera de la política, una víctima de su ambición”.

No pocos escritores han sido políticamente incorrectos por sus comentarios pero muy pocos han hecho de sus disidencias, de sus “herejías” como él dice un tema paralelo a su obra literaria. Su crítica, por lo demás, parece hacerla siempre en do de pecho.

En La puta de Babilonia, uno de sus libros más recientes publicado por Planeta, coinciden su gusto por la prosa con la crítica descarnada. En este ensayo sobre la historia criminal de la Iglesia católica la escritura es toda una forma de razonamiento y la denuncia cáustica señalada por José Saramago, toda una lección moral. Al margen de esa crítica efectista que dura hasta el último cheque, la de Vallejo, hija del pensamiento crítico es de una agudeza que asombra por la forma de sus planteamientos, por llamar a las cosas por su nombre.

Entrevistado en el programa de televisión chileno La hora 25 a propósito de La puta de Babilonia dijo esto a sus anfitriones:

“El cristianismo es una empresa criminal que ha atropellado y derramado la sangre de hombres y animales durante mil 700 años. La institución más monstruosa que haya creado la humanidad es la Inquisición que duró siete siglos, que torturó y quemó impunemente y que estaba en manos de la secta de Domingo de Guzmán, de los dominicos, que es una orden que aún existe. ¿Cómo pueden existir estos señores con ese pasado criminal? A los nazis no se les puede hacer la apología en el país que nacieron porque es una empresa criminal que atropelló a la humanidad 13 años. El cristianismo lleva atropellándola mil 700 años. Al cristianismo le debemos toda la oscuridad de la Edad Media.”


Fernando Vallejo ha dicho en varias ocasiones que escribe para molestar a los tartufos, a los hipócritas. Escribe sus novelas en primera persona por que es la voz que conoce, no cree en ese narrador omnipresente que es capaz de entrar en las conciencias de todos los personajes. Pero su critica literaria no se limita a la novela, también descree de la poesía de nuestros días porque “la poesía no está en esa pedacearía de frases que no tienen ritmo ni rima… ojalá tuvieran resonancia, música, emociones. Si hay un lugar en donde no se encuentra la poesía es en los libritos de versos que se publican y que llaman poesía”.

Su vocación de cineasta lo hizo abandonar Colombia y asentarse en México. Posteriormente dejó el cine, dice “porque no era el séptimo arte que me dijeron”: imposible reducir la realidad a una serie de planos.

Sus libros más reconocidos son tres: La virgen de los sicarios que da cuenta del desastre colombiano atravesado por la industria de la droga y anticipa el infierno que vivimos en nuestro país. Los otros dos son La puta de Babilonia y El desbarrancadero por el que recibió el Premio Rómulo Gallegos y cuyo efectivo regaló, íntegro, a una asociación venezolana protectora de perros: “Mil patitas”.

En La virgen de los sicarios encontramos al hombre límite de nuestros días, al que reduce todos sus valores al valor del dinero. Al que se santigua y mata, al que corteja y se sabe más que todos, mortal. Los sicarios seducidos por la sociedad de consumo cosifican sus relaciones y se saben intercambiables, su vida vale lo que les pagan por arriesgarla.

Fernando Vallejo ha animado la cultura y la vida intelectual como pocos. Sus ensayos, sus novelas pueden medirse por las emociones que provocan en los lectores. A Vallejo no se le puede leer impunemente. ¿Qué institución cultural estaría dispuesta a escuchar su voz disidente? Al premiarlo la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara premia a sus lectores que encuentran en sus obras imaginación crítica y gusto por la escritura para contar, contar historias.

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