domingo, 8 de julio de 2012

"El Loco Bielsa" se enoja mucho.

Ni Bielsa es Houdini ni Urrutia es Don Tancredo

Es difícil conocer al entrenador del Athletic por la complejidad de su personalidad, pero si algo le ha caracterizado es la fidelidad a su palabra

Marcelo Bielsa, en un partido de la Liga Europa. / patrik stollarz (AFP)

Sabido es que para Marcelo Bielsa no hay nada accesorio en el fútbol. Que lo mismo importa lo que le rodea (las concentraciones, los viajes, la equipación, el desayuno o el sueño) que lo que existe dentro, es decir, el propio juego, las triangulaciones, el remate, el regate o la ocupación del terreno. Todo tiene para Bielsa la misma importancia. Por eso el fútbol ocupa tanto tiempo de su vida. Por eso su apodo de Loco, que no es sino la adjetivación de un estado de ánimo futbolístico permanente. Por ahí, y solo por ahí, se explica su reacción tormentosa, ante un conflicto menor como las obras de remodelación de Lezama que estuvo a punto (y aún lo está) de significar su salida del Athletic por un quítame de allí esos pinos o ponme aquí un tabique.
Para el Loco no hay nada accesorio en el fútbol. Por ahí se explica su reacción
Tan absurdo parecía el debate, tan incomprensible el trabalenguas de las obras más famosas del mundo, que de inmediato surgieron voces que entendían el asunto como una excusa para forzar su salida por razones más profundas que iban del uno al infinito. Las obras serían entonces la excusa perfecta para que Bielsa ejerciera de Houdini y desapareciera del mapa rojiblanco como por arte de magia. Es difícil conocer a Bielsa por la complejidad de su personalidad, pero si algo ha trascendido de su trayectoria es su vida austera, su entrega absoluta y su palabra dada. Bielsa es todo lo contrario a un mago y tiene más que ver con un científico de la NASA. De ahí que el detalle, aparentemente menor, de las obras le haya dolido más que el picotazo de un tábano y haya reaccionado de forma virulenta como si la culpa fuera de todo el mundo y no del tábano que le picó.
Josu Urrutia, presidente del Athletic, tiene mucho que ver con el hombre tranquilo que hace años representó en el cine John Wayne. El hombre tranquilo que después de mil batallas solo quiere el abrigo natural de su vieja Irlanda, para lo que tendrá que cumplir su última pelea, la mejor y más larga pelea jamás rodada en la historia del cine. Bielsa le tocó a Urrutia la fibra más sensible con su discurso sobre las obras, la de suplantar el significado de la institución y erigirse en representante de la misma. Urrutia ha insistido desde el primer día en una idea de fuerza: que él, como socio del Athletic, ahora está de presidente, pero no es el presidente del club, como antes estuvo de jugador y siempre de socio. De ahí no le va a mover nunca nadie. Por eso interiorizó con mucho desagrado que Bielsa traspasara las fronteras y se erigiera en portavoz del club cuando solo era “un empleado”, como le definía en el comunicado del Athletic que respondía a sus afirmaciones.
Bielsa, junto a Amorrortu en las obras de Lezama. / LUIS TEJIDO (EFE)
A Urrutia se le ha criticado desde el primer día su silencio, según algunos, su desaparición institucional, según otros, su falta de liderazgo, según los que le otorgan la condición de Don Tancredo que ve las cosas pasar sin decir ni hacer nada. Y cuando ha emitido el comunicado de la institución recriminando a Bielsa que se atribuya parcelas que no le competen también ha sido criticado.
Ni Bielsa es Houdini, manejando trucos de magia para escapar del escenario, ni Urrutia un Don Tancredo que mira los problemas como quien ve llover bajo un paraguas. El malentendido de estos días es monumental, una crisis aún no resuelta que quizás tenga otros protagonistas ocultos que más tarde o más temprano saldrán a la luz.
El Athletic sintió con desagrado que “un empleado” hiciera de portavoz
Quizás la chapuza rojiblanca tenga sus chapuceros particulares que no son ni Urrutia ni Bielsa. Hace bien el técnico argentino en defender las mejores condiciones posibles para su equipo aunque se equivoque en las formas y en los procedimientos. Y hace bien el presidente en defender la autoridad de la institución, que está por encima de él y de Marcelo Bielsa. Aunque ambos harían bien en explicar lo que cada uno ha hecho mal porque lo que han hecho bien consta en la estadística y en el ánimo de la temporada pasada. Pero ese agua mueve el molino de la esperanza y la lava de este volcán solo puede arruinar toda la cosecha.

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