El mito de la juventud mejor preparada
Marcos Roitman Rosenmann
En todo informe que se
precie, cuando se analiza la juventud del siglo XXI, se destaca su
elevado nivel de formación. Se le atribuye estar mejor capacitada y
tener, dado la evolución informática, una visión del mundo de la cual
carecían sus homólogas del siglo XX. Los adelantos tecnológicos les
brinda estar en las redes sociales y gozar de una comunicación
horizontal, más democrática y abierta con una velocidad de vértigo.
Vivir al instante lo que sucede en el mundo. Asimismo, se le adjudican
comportamientos inherentes a su tiempo, ser emprendedores,
independientes, decididos y sobre todo competitivos. Asimismo,
estadísticas publicadas por organismos internacionales como la Comisión
Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), la Organización
Internacional del Trabajo (OIT) y el Programa de las Naciones Unidas
para el Desarrollo (PNUD), subrayan la disminución del analfabetismo y
la baja deserción escolar en las últimas décadas. Tal circunstancia se
refleja en un aumento de la juventud que desea seguir estudios
universitarios y de posgrado, lo cual abre un abanico de oportunidades
para los jóvenes, ávidos de incorporarse al mundo laboral. Cada vez son
más los jóvenes que culminan con éxito sus ciclos escolares.
África, Asia y América Latina, continentes que han ido a la zaga en
educación, salvo casos excepcionales, ven cómo una proporción creciente
de estudiantes obtienen diplomas, obligando a las universidades a
diversificar su oferta. Nuevas titulaciones aterrizadas en el mercado se
publicitan como salidas profesionales. Se ha producido una revolución
educativa en todos los sentidos. Mayores exigencias en un orden globalizadoobligan a los jóvenes a redoblar esfuerzos. Más competitivos y con deseos de comerse el mundo se reciclan para el
mercado. Ellos han interiorizado el mensaje y se han puesto a funcionar. Todos contra todos. Quienes obtienen un título no se conforman con ello. Cursos de especialización, idiomas, becas de intercambio. Son auténticos triunfadores. Dominan el lenguaje de las nuevas tecnologías y son un ejemplo de perseverancia y entrega.
Sin embargo, la crisis actual los ha dejado al pairo. Sus esperanzas se han frustrado, no pueden realizar sus sueños y sienten frustración. El relato del neoliberalismo se desvanece y resulta ser un espejismo. ¿Y ahora qué hacemos con una juventud formada, deseosa de comerse el mundo, a la cual se le cierran las puertas? Sus padres invirtieron en educación, como un activo para que pudiesen vivir mejor, progresar y ser miembros de una exitosa clase media consumista. Pero el capitalismo depredador les da un baño de realidad y les indica que su futuro es incierto y poco gratificante. Ante tal fraude, la juventud se indigna, sale a la calle, protesta, toma las plazas y demanda ser atendida en sus reivindicaciones. El considerado factor diferenciador, su mejor formación, se constituye en una losa, incluso en un handicap. La escasez de empleo los hace bajar sus expectativas y contratarse en cualquier cosa. Los ejemplos son muchos.
El nivel de paro que afecta a la población entre 15 y 25 años, en los países de capitalismo occidental, aumenta de manera continua y la tendencia no presenta visos de revertirse. En la Europa comunitaria, las cifras del desempleo juvenil siguen creciendo. Para hacerse una idea, en un informe de la Unión Europea, redactado en 2011, la media del paro juvenil se sitúa en 21.4 por ciento. Quince países la superan. La primera, España, con 46.4 por ciento; tras ella, Lituania (35.1), Letonia (34.5), Eslovaquia (33.6), Grecia (32.8), Estonia (32.9), Portugal (29.2), Irlanda (28.9), Italia (27.8), Bulgaria (26), Polonia (25.9), Hungría (25.9), Rumania (23.5), Francia (23.2), Suecia (22.9) y Chipre (22 por ciento). Sólo 11 miembros de la Europa de los 27 tienen tasas por debajo de la media: Islandia (20.1), Bélgica (19.9), Reino Unido (19.6), República Checa (18.2), Eslovenia (15.3), Luxemburgo (14.8), Dinamarca (14.4), Malta (13.6), Alemania (8.5), Austria (8.3) y Países Bajos (7.6 por ciento).
La tesis de una juventud más preparada y dotada para enfrentarse al mundo real se considera incuestionable. Hoy un joven de 15 años, se dice, sabe más física que Newton y más filosofía que Aristóteles. Es probable, en términos absolutos, el conocimiento avanza y es acumulativo. Pero dudo mucho que tengan la misma capacidad de razonamiento. Lamentablemente estas afirmaciones, extendidas en determinados ambientes, son una caricatura que distorsiona la realidad. Mirar con esta lente supone construir una imagen llena de aberraciones. Tener acceso a Internet, y no todos, gozar de teléfono móvil, twitter y participar de redes, supone estar mejor formado.
No creo que la juventud de hoy esté mejor formada que sus antecesoras. Tiene especificidades, eso sí, propias de la época, pero ni peor ni mejor preparada, ni más tonta ni más inteligente. Incluso, si me apuran, el nivel de ignorancia funcional de los actuales licenciados y doctores en cualquier disciplina es cuando menos alarmante. En una reciente encuesta realizada en la facultad de biología de la Universidad Complutense, 76.8 por ciento de estudiantes de cuarto y quinto curso reconocieron no haber leído a Charles Darwin. Y por experiencia, los futuros graduados en ciencias políticas y sociología no conocen a Mills, Sorokin, Adorno, Aron, Marcuse o Popper, ni pensar en la lectura de los clásicos, a lo más resúmenes de Marx, Weber o Durkheim. Desconocen corrientes y escuelas de pensamiento. No saben citar bibliografía o situar países en el mapa. Los errores gramaticales y ortográficos son mayúsculos. Lo dicho, sin ánimo de molestar, es extensible a todas las áreas del conocimiento humano. Y se hubiese estudios comparados entre diferentes generaciones de universitarios a día de hoy, no creo que las actuales salgan mejor paradas que sus iguales. Hoy el sistema educativo en el neoliberalismo es un cascarón vacío. No prepara ciudadanos, no forma para ser mejores personas, sólo le interesa tener mayor control sobre la población y entre más ignorantes mejor. Poseer una licenciatura o posgrado no da conocimientos, otorga título y estatus. Esa es su lógica, no lo olvidemos.
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