lunes, 16 de julio de 2012

España. Duro horizonte.

Duro horizonte

El descarnado pronóstico del Fondo Monetario resulta coherente con la realidad económica

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El Fondo Monetario Internacional (FMI) acaba de formalizar algo que ya se había anticipado: la economía española seguirá en recesión durante 2013. Para 2012, en cambio, calcula una contracción del PIB del 1,5%, algo menor de la prevista por el Gobierno. Dicha previsión no incluye los nuevos ajustes aprobados el viernes pasado (y explicados de forma lamentable a los ciudadanos). Por tanto, la intensidad de la recesión apenas mengua en las previsiones del Fondo para el bienio 2012- 2013, en el marco de una economía global que crecerá este año y el próximo, aunque de forma más débil. El veredicto del Fondo incluye una recomendación explícita: que el Banco Central Europeo compre deuda de los países afectados por las tensiones financieras y acabar con la enorme brecha, en financiación y crecimiento, que se aprecia entre el núcleo económico franco-alemán y los países periféricos; pero esta recomendación, plena de sentido, sobre todo cuando los países afectados por la inestabilidad financiera se atienen a las exigencias de austeridad, no concuerda hoy con la línea ortodoxa dominante en el BCE.
El pronóstico del FMI es coherente con la realidad. El crédito no empezará a recuperarse hasta finales de 2013 y solo en el caso de que el rescate bancario se ejecute con éxito durante el primer trimestre del año próximo; la inversión extranjera está saliendo de España, empujada por las bajas expectativas de recuperación y las vacilaciones sobre la reforma financiera, que han acabado en rescate; y los ajustes aplicados por el Ejecutivo merman todavía más las posibilidades de crecimiento. Tampoco se advierten hoy los fundamentos sectoriales de una fase hipotética de crecimiento. Entre 1999 y 2007 fue la construcción; hoy no hay opciones claras.
Hay, además, más factores que deterioran la confianza. Uno de ellos es la pésima gestión de la información, que se traduce en una pérdida de credibilidad en la capacidad del Gobierno. El fin de semana pasado volvió a ofrecer un ejemplo manifiesto de su tendencia al camuflaje. Durante la comparecencia posterior al Consejo de Ministros del viernes para explicar las medidas tomadas, la vicepresidenta y los ministros económicos no aclararon detalles tan importantes como la posibilidad de retirar la prestación a los parados en caso de “indicios” de fraude, ni la falta de compromiso para devolver la paga a los funcionarios, ni la cuantía del ajuste hasta 2014. Estos detalles fueron revelados después en la página web del ministerio, redactada en inglés, para información de inversores extranjeros. Estas prácticas no son propias de estos tiempos políticos, ofenden a los ciudadanos y dañan la credibilidad de las opciones de política económica. Por ejemplo, la acertada decisión de subir el IVA y bajar las cotizaciones sociales.
Economía y Hacienda tienen que dar más explicaciones sobre asuntos decisivos para la confianza de los inversores. El ajuste necesario para cumplir con el objetivo de déficit en 2014 es muy superior a los 54.400 millones que dice el Gobierno que conseguirá con las disposiciones anunciadas el viernes. De hecho, no está claro de dónde salen los más de 21.000 millones de ingresos que recibirá Hacienda por la subida del IVA, puesto que en términos macroeconómicos el aumento de recaudación imputable a la subida es de unos 12.600 millones. El resto de los recortes anunciados sufren de parecida imprecisión, en cuantía y en calendario. Con vaguedades no se recupera la confianza de los mercados. Y hace más difícil reclamar lo que es natural, para los españoles y el FMI: que el BCE debe apagar las tensiones de deuda mientras se sustancia el rescate bancario y se concreta la unión bancaria.

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