martes, 16 de octubre de 2012

Debate sobre Historia del Arte.

Decir y mostrar: un comentario
Teresa del Conde
Con la participación de especialistas nacionales y extranjeros, se llevó a cabo en el Museo Nacional de Arte (Munal), la edición 37 del Coloquio Internacional de Historia del Arte del Instituto de Investigaciones Estéticas de la Universidad Nacional Autónoma de México, cuya temática ofreció entrecruces por su misma índole: Los estatutos de la imagen.
La conferencia magistral, que adecuadamente introdujo a las ulteriores presentaciones, estuvo a cargo de Gottfried Boehm, egresado de Heildelberg y actualmente profesor en la Universidad de Basilea. Fue alumno y persona cercana a otro distinguido investigador alemán, Erwin Walter Palm, cuyas permanencias en nuestro país se recuerda entre otras razones en el contexto del proyecto Puebla Tlaxcala en el ámbito del arte virreinal.
Me detengo en la participación de Boehm, debido a que por razones de usos y también del apretado tiempo disponible, no ofreció ulterior comentario, aunque en lo individual existió la posibilidad de departir con él, durante su visita overwhelming (según su propio decir), que efectuó al Museo Nacional de Antropología.
La alocución en el Munal, presentada en alemán, fue directa y elocuente hasta donde pudimos percatarnos en la directa traducción de Linda Báez, a partir del propio paper.
La tesis básica de Boehm se refiere a lo siguiente: las imágenes se han convertido en agentes de masas en el desarrollo social y a eso se adhiere el desarrollo de las llamadas imágenes cognitivas en las ciencias exactas, entre otras en la medicina, de suerte que su uso como instrumento de conocimiento va más allá de la consabida representación o expresión estética.
A la pregunta por él lanzada, ¿eso, tiene que ver con la historia del arte?, respondió: El giro hacia la imagen es un aspecto integral y propio de la identidad de la historia del arte, pero eso no implica que tal disciplina se mantenga dentro de sus propios límites.
Aby Warburg tuvo la moción, dijo, de sustituir el título historia del arte por el de ciencia de la imagen, una tendencia, me digo, muy germánica que fue inherente a la escuela vienesa de historia del arte.
Boehm afirmó que la pregunta, ¿qué es una imagen? alcanzó cenit de interés diagnóstico histórico sobre todo en el siglo XX (a pesar de que ha existido el consenso de que la imagen por antonomasia es la de la fotografía), si bien sus antecedentes letrados pueden remontarse al diálogo platónico de Cratilo o del lenguaje.
Este diálogo, según se recuerda, está encaminado a aplicar a los objetos (partiendo inicialmente de los nombres de los dioses y de los héroes en compaginación con haceres concretos de carpinteros, herreros y artesanos, etcétera), a aplicar a los objetos los nombres que les corresponden. En sentido estricto se basa en la mímesis. “Así como los pintores para obtener semejanza mezclan diversidad de colores cuando quieren representar cualquier objeto… nosotros aplicamos las letras a las cosas”. Situación que resulta dialécticamente imposible según la alocución platónica de Hermógenes, que es el principal dialogante con Sócrates.
Aquí está el inicio de una eterna discusión filosófica sobre el nominalismo, misma que acaso culmina con Wittgenstein (por supuesto mencionado por el conferencista).
Uno de los dialogantes platónicos dice: es necesario que lo que es la imagen no reproduzca el modelo entero para ser imagen, pues si así fuera, no tendríamos la imagen de Cratilo, sino un clon, diríamos ahora.
Hay una discrepancia oscilante, aseveró Boehm, entre el interés que formula el decir y la moción del mostrar, y esta última está estrechamente vinculada con las representaciones icónico-figurativas, entre las cuales se encuentra hasta Ives Klein. Su fuerza se revela como una fuerza del mostrar.
Por tanto, la pregunta por la imagen concierne también a aquello que se deja decir y a lo que no se deja decir, según la multicitada concepción de Wittgenstein, Boehm dice: pero que se puede mostrar.
Entre otros ejemplos propuso El estudio rojo (1911), de Matisse. Es buen ejemplo, porque el enunciado incluye la plabra rojo, pero, ¿qué es lo rojo? Salvo emblema o símbolo, lo rojo está en la pintura, en Matisse o, recordando, en el ámbito. Habitando el hueco del brasileño Cildo Meireles exhibido en el MUAC: un rojo invasivo volumétrico y espacial.
La palabra rojo o es un adjetivo como en Rojo amanecer. Como sustantivo hay que especificar, como en rojo de cinabrio o rojo de cadmio, de lo contrario rojo es el color que ocupa el primer lugar en el espectro solar.
Matisse, según Boehm, reconoció que el color posee una fuerza peculiar en el acto de mostrar (que es distinto que demostrar), debido a que se sustrae a su interpretación lingüística como entidad.
Anuente a dialogar, comentó que se ocupa de obras y de documentos escritos por Paul Klee, no tan conocidos ni difundidos, como lo son sus Diarios.

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