miércoles, 24 de octubre de 2012

El laberinto de la guerra/ cuento corto.

El laberinto de la guerra

  


 Por Juan José Lara




   
      Laberinto del tiempo,  laberinto del general, laberinto de Creta, todos los laberintos tienen en común un poroso sentimiento de extravío.

     Ese estado de indefensión lo sintió Antonio en medio de la balacera. Le habían pedido que fuera a la cabecera departamental a protestar en contra de las compañías mineras. Al escuchar el estruendo, golpes secos rompiendo en jirones la nitidez del aire, se arrojó por un barranco hasta caer de bruces entre la milpa.

     Tardó un largo tiempo en incorporarse, esperando que se diluyera el tropel de gente huyendo y se callaran las bocas de los fusiles. En otras circunstancias le hubiera dicho a sus agresores “Soy todos tus laberintos, si me encuentras.”

     La guerra siempre ha sido un laberinto, talvez parecido al del minotauro. No hay vencido ni vencedor. Aunque haya matado Teseo al esperpento, representación del pecado o la afrenta, siempre tuvo que incurrir en otra falta parecida.

     Antonio atrapado en el túnel que lleva de la vida a la muerte esperaba su redención. Fue una espera larga que concluyó con el ulular persistente de las ambulancias, un sonido que sin dejar de ser sobrecogedor era conciliador.

     Después, las fotografías en un periódico que reprodujo la tragedia, junto a otras de funcionarios circunspectos hacían pensar en la película “El laberinto del fauno”, la guerra, la satrapía, el monstruo ambidiestro, la inocencia encarnada en la víctima hasta la perdición.

     Antonio recordaría los incidentes al escuchar ladrar los perros y pensaba que la parca un día llegaría por cualquier camino, estaba en el centro del laberinto.



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