La última de Berlusconi
El ex primer ministro italiano asegura ahora que no se presentará a más elecciones
Para la salud de la democracia, tan baqueteada en los tiempos
recientes, es importante que el berlusconismo sea un paréntesis en la
historia. Nunca como en ese tiempo se llevó a cabo la inversión de todos
los valores de la vida democrática, banalizando la corrupción y el
escándalo, y convirtiendo la chabacanería en algo que se decía que
gustaba al italiano medio.
Su humillante dimisión en noviembre pasado, cuando el país se precipitaba a la bancarrota y amenazaba con arrastrar al euro, abrió paso a los esfuerzos de Mario Monti para restablecer una imagen de seriedad, reconstruir la moral pública y trabajar a fondo en los vericuetos de Europa. Precisamente Berlusconi presenta su renuncia electoral como la forma de allanar el camino a Monti, el tecnócrata que dirige un Gobierno no emanado de las urnas, a fin de convertirlo en el nexo de unión entre los partidos de centro-derecha (los “moderados”, les llama Berlusconi) y frenar a la izquierda en las urnas de marzo. Se daría así la paradoja de que Monti, que ha mostrado varias veces su voluntad de no concurrir a las elecciones, podría continuar al frente del Gobierno; mientras que el ambiguo y cambiante Berlusconi renunciaría a salvar a Italia, por lo menos esta vez. Mejor así.
Su humillante dimisión en noviembre pasado, cuando el país se precipitaba a la bancarrota y amenazaba con arrastrar al euro, abrió paso a los esfuerzos de Mario Monti para restablecer una imagen de seriedad, reconstruir la moral pública y trabajar a fondo en los vericuetos de Europa. Precisamente Berlusconi presenta su renuncia electoral como la forma de allanar el camino a Monti, el tecnócrata que dirige un Gobierno no emanado de las urnas, a fin de convertirlo en el nexo de unión entre los partidos de centro-derecha (los “moderados”, les llama Berlusconi) y frenar a la izquierda en las urnas de marzo. Se daría así la paradoja de que Monti, que ha mostrado varias veces su voluntad de no concurrir a las elecciones, podría continuar al frente del Gobierno; mientras que el ambiguo y cambiante Berlusconi renunciaría a salvar a Italia, por lo menos esta vez. Mejor así.
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