Resistentes
Existen tipos admirables que no están dispuestos a claudicar frente a la adversidad
Ser un resistente, he aquí la última forma romántica de vivir. Año
1942. Estación de ferrocarril en un pueblo de Francia, un individuo en
un paso a nivel está apoyado en una bicicleta con un cigarrillo en los
labios, pasa el tren con un silbido desolado, el individuo realiza con
el brazo una contraseña y poco después en un puente cercano suena la
explosión. El convoy ha saltado por los aires. Llevaba armas para el
ejército nazi. El individuo monta en la bicicleta y se aleja
canturreando la canción de los partisanos Oh, bella, ciao. Misión
cumplida. La Resistencia Francesa estaba envuelta en un aura muy
literaria. Había una guerra. Había un invasor. Eran tipos duros que se
jugaban el pellejo. La literatura con que fueron adornados por la
historia se ha extinguido, pero en cualquier tiempo, en cualquier lugar,
los resistentes permanecen siempre con la misma actitud heroica frente a
cualquier otra invasión que trate de doblegarlos. Aunque nadie los
conozca por sus nombres, hay que considerarlos como los nuevos
partisanos imbatibles. El invasor está ahora en todas partes; el convoy
que lleva armas al enemigo pasa todos los días por delante de nuestra
puerta bajo diversas formas: se trata, tal vez, de la crispación
agresiva de la derecha cerril o de la izquierda corrupta y sin ideales,
del fanatismo religioso que se ha apoderado de la calle, de los
vestigios de la caverna y de la España negra, de la basura que emite la
televisión, del cacareo gallináceo de algunas tertulias, de los rebuznos
digitales que asolan el espacio. En el fondo es un solo enemigo que
ataca desde flancos distintos, el mismo que, a veces, se alía con alguna
caída personal, con la angustia de vivir sin aceptarse. Existen tipos
admirables que no están dispuestos a claudicar frente a la adversidad.
Ningún político conseguirá que se traguen una rueda de molino, ningún
obispo les obligará a arrodillarse, ningún vendedor de peines
intelectual les hará perder el tiempo y si la vida se les tuerce con una
mala racha, con la crisis, la depresión y el paro, tratarán de soportar
la dificultad sin romperse nunca por dentro. Son los últimos románticos
de la resistencia que, desde la clandestinidad, se enfrentan cada día a
la miseria moral que intenta anularlos. Oh, bella, ciao.
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