Respuestas para tiempos convulsos
Las preguntas de la ética invaden todos los campos: de la política a la Red
Varios pensadores cuestionan los valores del mundo actual
¿Dónde empieza la vida privada de una persona pública?
¿Deberíamos poner fin al anonimato en Internet?
¿Es ética la cultura del todo gratis?
¿La exposición a imágenes de violencia nos hace más violentos?
¿Dónde está el límite entre la libertad y la seguridad?
¿Se deben de aplicar cuotas para contrarrestar la discriminación de las mujeres?
¿El principio de autoridad es innegociable para la educación?
¿Sería ético hoy clonar seres humanos si la ciencia fuera capaz de hacerlo?
¿Qué derechos deberían garantizarse por ley a los animales?
¿Deben usarse los valores y la democracia occidentales como modelo universal?
¿Debe el Estado proteger la cultura y las costumbres de los inmigrantes o deben estos adaptarse a los del país de acogida?
¿Cómo recuperar la confianza de los ciudadanos en los políticos?
¿Hay que ayudar a los bancos o dejarque se hundan?
¿Es ahora más beneficioso estar dentro de la Unión Europea que fuera?
José Luis Pardo
Así como el interés privado es el límite jurídico de lo público, el
límite jurídico de lo privado es el interés público. De acuerdo con Rafael Sánchez Ferlosio (El deporte y el Estado,
EL PAÍS del 31 de mayo de 1997), lo importante es distinguir entre
“interés público” (verbigracia, una cuenta bancaria deja de ser secreta
si un juez investiga un posible delito) e “interés del público”
(verbigracia, el color de la ropa interior de un famoso). Cuando se
presenta esto segundo como si fuera lo primero, la presunta “publicación
de lo privado” encubre de hecho una privatización de lo público
(fenómeno cuyas muchas variantes son frecuentes en nuestros días), es
decir, que los calzones de Pepito invaden la esfera pública y sustituyen
el debate político por el cotilleo.¿Deberíamos poner fin al anonimato en Internet?
Evgeny Morozov
Permítanme contestar a la pregunta deshaciéndome primero del online.
¿Deberíamos poner fin al anonimato? Planteada así, la respuesta es
sencilla: por supuesto que no. No hay una realidad digital separada
—algunos lo llaman “ciberespacio”, otros “online”— y una vez te
desprendes de esa idea muchas preguntas relacionadas también se
evaporan. En algunos contextos, el anonimato es terrible; en otros, es
una bendición: nos permite experimentar y hacer cosas que nunca haríamos
si la gente supiera quiénes somos. ¿Entraña riesgos permitir que la
gente se escude en el anonimato? Por supuesto. Pero hay riesgos
asociados a prácticamente todo en las democracias liberales: el coste de
proporcionar libertad a la gente es que de vez en cuando la utilizarán
para hacer cosas tontas, estúpidas, peligrosas. Yo estoy cómodo con ese
riesgo y no veo razón para hacer las cosas de forma distinta solo porque
haya tecnología digital de por medio.¿Es ética la cultura del todo gratis?
Javier Gomá Lanzón
A lo largo de la historia, la cultura mostró una fabulosa creatividad
sin apenas protección de los derechos de autor. Pero era en la mayoría
de los casos cultura subvencionada por estamentos aristocráticos y
condicionada por los intereses prioritarios de estos. Al establecerse el
principio democrático, los creadores, queriendo hacerse autónomos,
buscaron financiarse directamente del mercado reclamando unos legítimos
derechos a quienes disfrutasen de sus obras. Se aprobaron entonces leyes
de propiedad intelectual. Ahora el estado de la técnica está
trastocando todo el orden constituido y uno se pregunta: esta cultura
del todo gratis que nos invade, ¿es una violación inmoral del derecho de
autor que hace peligrar la independencia de este arrojándole a antiguas
servidumbres? ¿O la situación de hecho producida por la tecnología
evidencia el anacronismo de un derecho configurado conforme el antiguo
modelo de la propiedad romana y habría ahora que idear modos nuevos de
compensación de los autores (los “nuevos modelos de negocio”)? El juicio
ético del problema planteado depende de la respuesta a estas preguntas.¿La exposición a imágenes de violencia nos hace más violentos?
Jorge Wagensberg
La violencia de la violencia. La violencia natural (heredada) sirve
para la defensa de un territorio de alimentación y reproducción, pero
está tan ritualizada que raramente acaba mal. La violencia cultural
(aprendida) más bien extrae placer del dolor ajeno. Las imágenes
violentas que proponen una reflexión no generan más violencia, al
contrario, sirven para regularla. Es el caso de La caza (Saura, 1965), La naranja mecánica
(Kubrick, 1971) o de tantos crudos documentos. Pero las imágenes
violentas también pueden quedarse solo en estímulos que se revuelcan en
sí mismos, como cierto cine de pólvora y sangre, el circo romano o
algunos videojuegos. Es esta violencia banal y de consumo la que puede
generar nueva violencia por simple síndrome de abstinencia.¿Dónde está el límite entre la libertad y la seguridad?
Daniel Innerarity
El viejo antagonismo entre libertad y seguridad debe ser completado
con otro elemento, que suaviza al tiempo que complica esa tensión: ¿cómo
permanecer libres frente a las estrategias que nos proporcionan
seguridad? La histeria del miedo ha dado lugar a protecciones
redundantes que terminan volviéndose contra uno: los individuos buscan
microesferas inmunológicas como muros, coches, estigmatizaciones del
otro, proteccionismos, segregación… Quien quiera protegerse debe empezar
por limitar el alcance y extensión de sus dispositivos de defensa, si
no quiere destruirse a sí mismo o, simplemente, hacer algo inútil. En la
época del calentamiento climático, las bombas inteligentes, los ataques
digitales y las epidemias globales, nuestras sociedades deben ser
protegidas con estrategias más complejas y sutiles.¿Se deben de aplicar cuotas para contrarrestar la discriminación de las mujeres?
Cynthia Ozick
En principio, creo que el mérito tiene que ser el único criterio
decisivo para la promoción de mujeres y hombres: igualdad de
oportunidades para todos, aunque puede dar lugar a resultados
desiguales. Cuando el mérito es la guía, la Naturaleza se ocupa de
discriminar entre los que tienen más o menos cualidades.También en
principio, me opongo a las cuotas, una forma de discriminación legal que
promociona deliberadamente a un grupo, rechazando a otros que pueden
ser igualmente cualificados, pero que son inelegibles por el simple
hecho de no formar parte del grupo favorecido. Ambas fórmulas implican
discriminación. Pero como vivimos en sociedades en las que el mérito se
recompensa raramente, los principios deben someterse a veces al
pragmatismo. ¿Debería haber discriminación positiva para las mujeres con
talento? Sí. ¿Estigmatizan estas cuotas a las mujeres que se benefician
de ellas por listas y capaces que sean? Sí. Pero ¿llegarían sin ellas
las mujeres a puestos de responsabilidad profesionales o
gubernamentales? Dados los prejuicios, las viejas costumbres y
prácticas, probablemente no. Entonces ¿tendrían que estar
institucionalizadas las cuotas por ley? ¡Esperemos que no! Confiemos en
que en el futuro el mundo esté tan acostumbrado a ver mujeres en puestos
de responsabilidad que no sea necesaria ninguna clase de coerción legal
para implantar ese ideal de igualdad. ¿Puede ocurrir? Sí. Sin
discriminación positiva Israel, por ejemplo, ha tenido una primera
ministra, y una mujer al frente del Tribunal Supremo. En Estados Unidos,
sin recurrir a las cuotas, hay 20 mujeres en el Senado y 78 en la
Cámara de Representantes. Más que nunca.¿El principio de autoridad es innegociable para la educación?
Emilio Lledó
En relación con la educación y la autoridad, de la que algunos
políticos han hablado, con poquísima autoridad por cierto, tengo que
contar una reciente experiencia. Con motivo de la VII Semana del libro
de la Biblioteca Pública Municipal de Salteras, ese precioso pueblo,
próximo a Sevilla, donde nacieron mis padres, he tenido un encuentro,
con alumnos y profesores, en uno de sus colegios públicos. Como creo que
el ser humano es lo que la educación hace de él, y como creo
profundamente en la igualdad de la educación, en la educación pública,
el recuerdo de ese encuentro me acompaña todos estos días. Un colegio
alegre lleno de la luz que me transmitía no solo las claras paredes,
adornadas de dibujos, propuestas de alumnos, manifestaciones de sus
inquietudes e ilusiones, sino el diálogo con ellos, la entrevista que me
hicieron, la libertad que irradiaba la educación que estaban
recibiendo. Comprobé, además, el entusiasmo, la calidad de ese grupo de
jóvenes maestros y maestras, que saben que la autoridad consiste, sobre
todo, en tener verdadero interés por lo que enseñas, amar lo que enseñas
y, de paso naturalmente, amar a aquellos a los que enseñas, y en los
que haces crecer la libertad, la libertad de pensar, de ser, por encima
de los sectarismos y fanatismos con que se manchan los comienzos de la
educación y que acaban corroyendo, aniquilando la vida.¿Sería ético hoy clonar seres humanos si la ciencia fuera capaz de hacerlo?
Antonio Valdecantos
Quien manda aquí es el complejo económico-tecnológico, dentro del
cual a la llamada “ética” le incumbe un papel ancilar, consistente en
dar cobertura humanista a todo lo exigido por la “demanda de los
tiempos”. La función de eso que empalagosamente llamamos “ética” (y
sobre cuya consistencia intelectual el público no debería hacerse muchas
ilusiones) consiste en persuadir de que hay decisiones cruciales y
vertiginosas que tomar, cuando lo cierto es que están tomadas de
antemano. En cuanto la clonación humana sea de verdad viable y rentable,
no faltarán filósofos que la bendigan y que la presenten como un
triunfo de la razón. Es su tarea.¿Qué derechos deberían garantizarse por ley a los animales?
Chantal Maillard
Nuestro código ético se ha establecido a partir de la moral del
“semejante”, algo que no solo justifica todas las formas de racismo,
sino que también legitima las torturas y matanzas de los desemejantes.
No hay “crimen contra la animalidad”, ni “genocidio” en lo que concierne
a los animales no humanos. Debería haberlos. Todo animal, humano o no
humano, tiene derecho a la vida, a la libertad y al respeto. Una
legislación que fuese realmente ética debería tener esto en cuenta, dado
que todos compartimos el mismo ecosistema, ese que nos empeñamos en
destruir desde el estrecho marco de nuestras pertenencias.¿Deben usarse los valores y la democracia occidentales como modelo universal?
Jesús Mosterín
El genoma humano determina las necesidades básicas, muy parecidas en
todas partes. Las culturas tradicionales eran soluciones locales
distintas de la ecuación universal de nuestras necesidades, pero el
pasado es un país lejano, que nosotros ya no habitamos. La
intercomunicación actual corroe las tradiciones y las funde en una
cultura universal crecientemente compartida. Algunos ideales
parcialmente occidentales, como la salud, la felicidad, la verdad y la
ciencia, pueden proponerse como modelo general. Otros, no. La democracia
liberal actual deja mucho que desear, pero es el sistema político menos
malo ensayado hasta ahora. Sus dos valores esenciales son la libertad y
(como subrayaba Popper) la oportunidad de cambiar el Gobierno de vez en
cuando sin necesidad de guerra o revolución alguna.¿Debe el Estado proteger la cultura y las costumbres de los inmigrantes o deben estos adaptarse a los del país de acogida?
Manuel Delgado
El racismo ya no emplea la noción de raza. Allí donde decía “razas
inferiores” ahora dice “culturas diferentes”, a las que se jerarquiza en
función de su grado de adaptabilidad a una inexistente cultura
anfitriona. La primera exclusión de que se hace víctima al llamado
inmigrante es negarle el derecho a una distinción clara entre público y
privado. Es así que prácticas religiosas o simples gustos vestimentarios
que para los “no inmigrantes” son una cuestión privada pasan a ser
reconocidas como anomalías alarmantes que deben ser corregidas. Eso no
quiere decir que no haya entre nosotros quienes no se adaptan a nuestros
valores de la libertad y democracia. Cierto, pero estos no son los
inmigrantes, sino quienes nos gobiernan.¿Cómo recuperar la confianza de los ciudadanos en los políticos?
Amelia Valcárcel
La desafección consiste en la falta de confianza de la gente en sus
instituciones públicas, especialmente las políticas, parlamentos o
ejecutivo. Se manifiesta en primer lugar por la merma en la
participación en las consultas electorales. Más tarde aparece como
crítica general de la ineficacia del sistema político, cargando las
tintas en su costo, sus privilegios y su nula eficiencia. La
desafección, que mezcla desprecio e inquina, es un fenómeno solo
presente en las democracias. Tiene por resultado la erosión del campo
político que, si se alcanza, es ocupado normalmente por populismos o
Gobiernos autoritarios. Es una de las peores enfermedades que padece una
democracia y, aunque puede presentarse en todas, es mucho más frecuente
en las recientes o poco consolidadas. Si se produce, recuperar la
confianza es difícil, por no decir imposible.¿Hay que ayudar a los bancos o dejarque se hundan?
Félix de Azúa
La pregunta es demasiado bondadosa para mi gusto. Yo creo que hay que
dejar de ayudar a todo el mundo: los clubes de fútbol, las Iglesias,
los sindicatos, las industrias protegidas, el cine, la prensa, las teles
autonómicas, el servicio de exteriores de la Generalitat catalana, en
fin, todo aquello que financiamos sin haber sido consultados. Otra cosa
es que se dejen. Seguramente los bancos, como la Iglesia, el Gobierno
catalán, los sindicatos, la prensa, las teles autonómicas o el fútbol
son demasiado poderosos como para pedirles que prescindan de nuestros
sueldos. Seguirán viviendo (y muy bien) gracias a nuestro
empobrecimiento. Pero no veo yo que haya un solo partido político capaz
de ponerles freno. Entre otras cosas porque también a los partidos
políticos los estamos pagando con nuestro empobrecimiento. ¿No habría
que dejar de ayudar a los partidos y dejar que se hundan, a menos que
dejen de ayudar a los bancos, etcétera?¿Es ahora más beneficioso estar dentro de la Unión Europea que fuera?
Gianni Vattimo
Francamente me parece que consiste principalmente en el hecho de que
sería demasiado difícil hacerlo y de que produciría más daños de los que
se quieren evitar. Es verdad, sin embargo, que la impopularidad de la
Unión Europea parece haber alcanzado su máximo, ya no hay casi nadie en
nuestros países que no relacione nuestros males económicos con los
vínculos que nos impone el tratado europeo. Habría que: a) reducir
cuanto antes la rigidez de esos vínculos, por ejemplo, concediendo
excepciones al pacto de estabilidad que impone límites a la deuda de
todos los países y b) sobretodo, modificar la estructura general de la
Unión Europea construyendo, junto con la moneda común, una verdadera
política económica común y solidaria.
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