Abreviar, adaptar
Bárbara Jacobs
Hace años llegué a
pronunciarme en contra de la literatura adaptada o abreviada, algo que
ya no haría hoy. Ahora la agradezco, aun cuando se convierta en una
literatura alterada.
Acabo de adquirir Tales of Shakespeare, de Mary y Charles
Lamb, en formato electrónico, y pienso leer el tomo completo en unos
días, cuando haga un viaje largo por tren, en buena medida proyectado
para esta finalidad. Aunque leer el prólogo de Lamb a esta obra es una
experiencia suficientemente persuasiva, como lo es conocer aunque sea
sólo un poco a Lamb o sobre Lamb para seguirlo en toda y cualquier
lectura que me lleve a conocerlo mejor, la obra que me hizo cambiar mi
actitud (temeraria, prejuiciosa, tonta, pero válida en la juventud) de
forma radical hasta cambiarme en proselitista casi incondicional de la
literatura adaptada o abreviada fue Homero, Ilíada, de Alessandro Baricco.Antes, no había siquiera imaginado que leería la Ilíada, no tanto porque no me sintiera capaz –que no me siento–, sino porque la obra no me atraía. Nunca me dio por pretender que la hubiera leído y estar preparada para sustentarlo, bastaba con estudiar referencias seguras. Tampoco habría confesado que la lectura de batallas me pareciera adecuada para lectores pero no para lectoras. En eso asumía ser intrínsecamente femenina, por más que considerara inconfesable ante feministas mi característica.
Pasó el tiempo y el libro de Baricco cayó en mis manos. Lo leí fascinada y agradecida. Al llegar al punto final respiré profundamente, como si antes hubiera estado presa y, tras la lectura, me encontrara al fin en libertad, la venda arrancada de los ojos del ignorante que aprende algo que suponía que a él le estaba negado.
He leído las tragedias y las comedias de Shakespeare en inglés, con notas o sin ellas, incluso he memorizado algún parlamento; he visto algunas de estas obras puestas en escena en inglés, o llevadas al cine (Hamlet adaptada, el texto exacto, el vestuario y la escenificación modernizadas). Además, he leído traducciones al español y las he comparado y analizado en cuanto traducciones. Pero la perspectiva de leer a Shakespeare en la adaptación para niños de Mary y Charles Lamb, despierta mi entusiasmo. Y ya no me avergüenza admitirlo. Con qué delicadeza se dirigen los autores de la adaptación al posible lector, con qué tacto recuerdan que esas lecturas, no adaptadas, en el siglo XVIII podían estar, al alcance de niños mayores pero no de sus hermanas, aunque fueran mayores que ellos.
Ahora mi ambición (¿será vana?) es ser leído por niños de cero a cinco años. ¿Ser leído? No: digamos más bien ser ojeado, arrullado, puesto bajo la almohada, arrugado y besado por niños que no saben lectura ni gramática (...)
La intención de Baricco fue adaptar la Ilíada para leerla en público y que la lectura resultara placentera, no aburrida, no en exceso exigente para un lector común. Empezó por elegir entre muchas la traducción que a él le pareció mejor
porque estaba en prosa y porque, estilísticamente, se encontraba cerca desu manera de pensar.
Pacheco llama versión el trabajo que hizo para facilitar leer El Cantar de los Cantares. En la presentación dice que
la poesía es una serie infinita de apropiaciones e intercambios. Y explica que
En vez de intentar el verso o el versículo, (él) optó por un género del que no dispusieron los antecesores ilustres: el poema en prosa, de un texto que
es obra de muchas generaciones y (que) se fue elaborando a lo largo de varios siglos, lenguas o usos o modificaciones de una lengua.
Maugham, que leyó completo el Quijote dos veces en inglés y tres en español, sostiene que el lector común
no perdería nada si no leyera las partes aburridaso ajenas a la historia central. Hay una edición sin las novelas dentro de la novela. Maugham considera leer saltándose líneas o párrafos un arte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario