Voces irreverentes
No se debe discutir sobre el dolor de los ciudadanos desde hoteles de cinco estrellas a los que se llega en coches de lujo
La verdad puede resultar irreverente y en ocasiones tal cosa ocurre
en el ámbito político. El pasado fin de semana, en la reunión de la
Internacional Socialista, en Cascais (Portugal) y con apenas cinco
minutos de discurso, la portavoz de la Unión Internacional de Juventudes
Socialistas, la española Beatriz Talegón, dio la vuelta a la Red. ¿Por
qué? Porque puso a los dirigentes de un centenar de partidos socialistas
de todo el mundo ante sus propias contradicciones.
Contradicciones como esta: ¿cómo se puede discutir de la crisis y del dolor de los ciudadanos desde hoteles de cinco estrellas a los que se llega en coches de lujo? O esta otra: ¿cómo se puede pretender representar a los ciudadanos cuando hay movilizaciones en las calles y no son los socialistas quienes las animan? Con voz calmada, pero firme, Talegón puso en un brete a sus correligionarios, muchos de ellos políticos aposentados, a los que recriminó lo poco que hacen por las nuevas generaciones y que solo se interesen por las juventudes socialistas para “llenar el espacio con caras jóvenes”.
No fueron los debates y las conclusiones del cónclave que presidía el ex primer ministro griego Yorgos Papandreu, sino la reprimenda de la joven lo que se convirtió en tendencia en las redes sociales. Quienes se plantean cómo lograr que el socialismo vuelva a conectar con la ciudadanía tal vez encuentren alguna luz en este episodio que también le ha generado a Talegón una dura réplica: dos dirigentes y un militante de las Juventudes Socialistas le han pedido que sea coherente y dimita, dado su salario, su designación a dedo y sus viajes en business.
Otra voz de mujer puso días antes en evidencia la desconexión que hay entre política y ciudadanía. Ocurrió en la Comisión de Economía del Congreso en el debate sobre los desahucios. Ada Colau, representante de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca, calificó de “criminal” el discurso del portavoz de la banca, quien había afirmado que el sistema hipotecario español es eficaz y que de modificarlo el crédito sería menor y más caro. El calificativo de Colau sonó estridente y hasta inconveniente, pero muchos vieron en su voz quebrada un grito de indignación ante el inmovilismo de la banca y la política.
Contradicciones como esta: ¿cómo se puede discutir de la crisis y del dolor de los ciudadanos desde hoteles de cinco estrellas a los que se llega en coches de lujo? O esta otra: ¿cómo se puede pretender representar a los ciudadanos cuando hay movilizaciones en las calles y no son los socialistas quienes las animan? Con voz calmada, pero firme, Talegón puso en un brete a sus correligionarios, muchos de ellos políticos aposentados, a los que recriminó lo poco que hacen por las nuevas generaciones y que solo se interesen por las juventudes socialistas para “llenar el espacio con caras jóvenes”.
No fueron los debates y las conclusiones del cónclave que presidía el ex primer ministro griego Yorgos Papandreu, sino la reprimenda de la joven lo que se convirtió en tendencia en las redes sociales. Quienes se plantean cómo lograr que el socialismo vuelva a conectar con la ciudadanía tal vez encuentren alguna luz en este episodio que también le ha generado a Talegón una dura réplica: dos dirigentes y un militante de las Juventudes Socialistas le han pedido que sea coherente y dimita, dado su salario, su designación a dedo y sus viajes en business.
Otra voz de mujer puso días antes en evidencia la desconexión que hay entre política y ciudadanía. Ocurrió en la Comisión de Economía del Congreso en el debate sobre los desahucios. Ada Colau, representante de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca, calificó de “criminal” el discurso del portavoz de la banca, quien había afirmado que el sistema hipotecario español es eficaz y que de modificarlo el crédito sería menor y más caro. El calificativo de Colau sonó estridente y hasta inconveniente, pero muchos vieron en su voz quebrada un grito de indignación ante el inmovilismo de la banca y la política.
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