Girls': ¿sí o no?
Los Globos de Oro han reconocido a Girls como la mejor serie de comedia de 2012. Su creadora, guionista, productora y protagonista, Lena Dunham, se ha convertido en toda una revelación dentro del panorama televisivo y cultural. La segunda temporada de la ficción, que arrancó hace pocas semanas en la estadounidense HBO y llega al Canal Plus español esta noche, sigue dejando claro que los nuevos aires televisivos han llegado para quedarse. Sin embargo, Hannah y el resto de chicas neoyorquinas protagonistas de esta serie levantan pasiones encontradas: o las odias o las amas. ¿Girls sí o Girls no? ¿Cuál es tu bando?
Girls sí (por Ana Marcos)
Tal vez la pataleta de Hannah delante de sus padres, tras ingerir una infusión de opio, no sea la mejor tarjeta de presentación para defender la serie Girls, ahora que llega la segunda temporada. Menos, cuando el viaje lisérgico tiene por objeto seguir viviendo de sus padres -1.100 dólares al mes, a poder ser- para cumplir su sueño de escritora. "Podría ser la voz de mi generación", dice la joven veinteañera, residente en Nueva York. Para al segundo corregirse, en un momento de lucidez opiácea. "O una voz de una generación".
Después de décadas de inmovilismo del género –que no sexo- femenino en televisión, una serie se atreve a desparramar a borbotones todos los tópicos. Sí, los primeros capítulos parten del cliché: la amiga gordita con la lengua suelta; la pija y remilgada con novio de antaño; la bohemia que recorre el mundo desde la tranquilidad que ofrece la condición de nini; y la estudiante universitaria que rompe el molde de lo previsible. Por suerte, Lena Dunham, directora, guionista y protagonista de Girls, dinamita con rapidez y precisión esta percepción a través de unos guiones geniales y delirantes en muchos casos (algunos la comparan con Woody Allen), para desgracia de los amantes de la eyaculación precoz y verbal.
En el armario de Girls no se acumulan diseñadores imposibles de adquirir para el resto de los mortales. Las escenas de sexo no están perfectamente orquestadas, más bien al contrario, terminan por ser momentos ridículos. No hay compensación laboral porque en 2012 y 2013 no hay trabajo. Y el que hay es precario. La Quinta Avenida ahora es Brooklyn en un piso compartido, cuando no comunal. La banda sonora es Jewel, Oasis, MGMT, Jay-Z, The Knife y Britney Spears. Porque cualquier atisbo de comedia indie a lo Ghost world se queda en eso, atisbo. Girls es más bien un ejercicio televisivo que responde a unos preceptos con intención, pero no dogmatismo. (El que quiera, que lea entrelíneas y encuentre en cada comparación a Sexo en Nueva York, la coletilla que acompaña a Dunham y sus compañeras desde que hicieron aparición catódica).
"No 'solo pienses', que es un rasgo extremadamente poco atractivo de tu generación", le dice Ray –treintañero con ínfulas, recluido tras la barra de cualquier establecimiento- a Hannah. Y en una frase, Girls resume una generación –pucheros, perdida, por qué, Facebook, me gusta- y la critica, sin caricaturizar.
Girls no (por Natalia Marcos)
Bajo el cobijo de la nueva comedia que lideran nombres como Louis C.K. y con la sombra del prejuicio extrañamente extendido de que las mujeres no pueden -o no deben- ser graciosas (prejuicio que cada vez más féminas se empeñan en destruir), apareció Girls para intentar demostrar que otro humor es posible. De eso ya hace casi un año. Y todavía no ha llegado el momento en que las cosas de Hannah, Marnei, Jessa y Shoshanna (por no mencionar al sector masculino de la serie) hayan sacado una sonrisa a una servidora. Igual es que no soy tan hipster, tan cool o tan me-da-igual-todo-menos-yo como ellas.
El hecho es que los que no soportamos Girls somos un buen puñado. Porque si es "una voz de una generación", no es, por suerte, de la mía. Y espero que tampoco de la tuya. Es dolorosa la vergüenza ajena que se siente cada vez que Hannah vuelve a casa de ese pseudonovio, Adam, para que siga tratándola como basura. No me interesa lo más mínimo lo que le suceda a ese grupo de veinteañeras inmaduras perdidas en la gran ciudad (en Nueva York, ni más ni menos) e incapaces de hacer nada decente con su vida. Sus malas decisiones constantes y el egocentrismo que desprenden a cada paso se hacen insoportables. El aire pretenciosamente provocador y rompedor que tiene todo en esta serie llega a ser desquiciante. Empezando por el egocentrismo de la creadora y protagonista, Lena Dunham, que parece estar convencida de que la revolución de la televisión pasa por aparecer desnuda al menos una vez a la semana en la HBO.
En la segunda temporada volvemos a ver los tatuajes de Lena/Hannah, Jessa sigue siendo insoportable, Marnei continúa sin encontrar su hueco en el mundo y Shoshanna... ya no es virgen. Pues vale. Girls sigue dejando frases de esas que sus fans repiten luego en Twitter y momentos que se convierten en gifs animados y que circulan por Tumblr. Tuits y animaciones que solo dan más motivos a sus detractores para odiar más aún la serie.
Tal vez la pataleta de Hannah delante de sus padres, tras ingerir una infusión de opio, no sea la mejor tarjeta de presentación para defender la serie Girls, ahora que llega la segunda temporada. Menos, cuando el viaje lisérgico tiene por objeto seguir viviendo de sus padres -1.100 dólares al mes, a poder ser- para cumplir su sueño de escritora. "Podría ser la voz de mi generación", dice la joven veinteañera, residente en Nueva York. Para al segundo corregirse, en un momento de lucidez opiácea. "O una voz de una generación".
Después de décadas de inmovilismo del género –que no sexo- femenino en televisión, una serie se atreve a desparramar a borbotones todos los tópicos. Sí, los primeros capítulos parten del cliché: la amiga gordita con la lengua suelta; la pija y remilgada con novio de antaño; la bohemia que recorre el mundo desde la tranquilidad que ofrece la condición de nini; y la estudiante universitaria que rompe el molde de lo previsible. Por suerte, Lena Dunham, directora, guionista y protagonista de Girls, dinamita con rapidez y precisión esta percepción a través de unos guiones geniales y delirantes en muchos casos (algunos la comparan con Woody Allen), para desgracia de los amantes de la eyaculación precoz y verbal.
En el armario de Girls no se acumulan diseñadores imposibles de adquirir para el resto de los mortales. Las escenas de sexo no están perfectamente orquestadas, más bien al contrario, terminan por ser momentos ridículos. No hay compensación laboral porque en 2012 y 2013 no hay trabajo. Y el que hay es precario. La Quinta Avenida ahora es Brooklyn en un piso compartido, cuando no comunal. La banda sonora es Jewel, Oasis, MGMT, Jay-Z, The Knife y Britney Spears. Porque cualquier atisbo de comedia indie a lo Ghost world se queda en eso, atisbo. Girls es más bien un ejercicio televisivo que responde a unos preceptos con intención, pero no dogmatismo. (El que quiera, que lea entrelíneas y encuentre en cada comparación a Sexo en Nueva York, la coletilla que acompaña a Dunham y sus compañeras desde que hicieron aparición catódica).
"No 'solo pienses', que es un rasgo extremadamente poco atractivo de tu generación", le dice Ray –treintañero con ínfulas, recluido tras la barra de cualquier establecimiento- a Hannah. Y en una frase, Girls resume una generación –pucheros, perdida, por qué, Facebook, me gusta- y la critica, sin caricaturizar.
Girls no (por Natalia Marcos)
Bajo el cobijo de la nueva comedia que lideran nombres como Louis C.K. y con la sombra del prejuicio extrañamente extendido de que las mujeres no pueden -o no deben- ser graciosas (prejuicio que cada vez más féminas se empeñan en destruir), apareció Girls para intentar demostrar que otro humor es posible. De eso ya hace casi un año. Y todavía no ha llegado el momento en que las cosas de Hannah, Marnei, Jessa y Shoshanna (por no mencionar al sector masculino de la serie) hayan sacado una sonrisa a una servidora. Igual es que no soy tan hipster, tan cool o tan me-da-igual-todo-menos-yo como ellas.
El hecho es que los que no soportamos Girls somos un buen puñado. Porque si es "una voz de una generación", no es, por suerte, de la mía. Y espero que tampoco de la tuya. Es dolorosa la vergüenza ajena que se siente cada vez que Hannah vuelve a casa de ese pseudonovio, Adam, para que siga tratándola como basura. No me interesa lo más mínimo lo que le suceda a ese grupo de veinteañeras inmaduras perdidas en la gran ciudad (en Nueva York, ni más ni menos) e incapaces de hacer nada decente con su vida. Sus malas decisiones constantes y el egocentrismo que desprenden a cada paso se hacen insoportables. El aire pretenciosamente provocador y rompedor que tiene todo en esta serie llega a ser desquiciante. Empezando por el egocentrismo de la creadora y protagonista, Lena Dunham, que parece estar convencida de que la revolución de la televisión pasa por aparecer desnuda al menos una vez a la semana en la HBO.
En la segunda temporada volvemos a ver los tatuajes de Lena/Hannah, Jessa sigue siendo insoportable, Marnei continúa sin encontrar su hueco en el mundo y Shoshanna... ya no es virgen. Pues vale. Girls sigue dejando frases de esas que sus fans repiten luego en Twitter y momentos que se convierten en gifs animados y que circulan por Tumblr. Tuits y animaciones que solo dan más motivos a sus detractores para odiar más aún la serie.
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