miércoles, 1 de junio de 2011

Mujeres: ¿Subordinadas?

¿Subordinadas?
Por: lolahuetemachado


Pongamos una organización como esta redacción misma desde la que escribo. Las mujeres en los puestos altos del periódico apenas existen. Mejor, redondeando: no existen. Una sola entre un pleno de hombres, en este caso, en muchas reuniones de alto nivel redaccional. Parece que no hay modo. Lo muestran los datos tozudos. Se comenta una y otra vez. Se planean medidas, se hacen estudios... Y lo dice en esta conferencia la directora de compras y desarrollo de Facebook, Sheryl Sandberg, que sí ha llegado a un puesto de altura dentro de su empresa puntera tras abandonar Google.



“No vivimos ya en el mundo de nuestras madres y nuestras abuelas”, comenta. Así que, somos afortunadas. Vivimos en otro claramente mejor. Poseemos estudios. Tenemos garantizados derechos que para ellas eran inimaginables. Hasta ahí, perfecto. Lo que sucede es que aún existe un problema, asegura Sandberg en esta conferencia de TED. “Las mujeres no están alcanzando la cima de sus profesiones en ningún lugar del mundo”. Y da cifras: nueve jefas de Estado de 190 en el mundo; un 13% apenas del personal parlamentario es femenino; un 15% en puestos directivos de la empresa privada… “Los números no se han movido desde 2002”, afirma. Y no hay visos de que vayan a mejorar. “Incluso en las organizaciones sin ánimo de lucro, donde abundan ella, sólo el 20% ocupa altos cargos”. ¿Qué parte de la maquinaria no encaja? ¿Qué es lo que está funcionando mal?
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Dejando a un lado la tan manida culpa del poder establecido, empeñado en perdurar, y del sistema, y puesto que somos arte y parte en él, ¿cual es nuestra responsabilidad en esta realidad que nos omite y/o difumina? ¿Será que hacemos algo equivocado? ¿Es que no somos ambiciosas? ¿No peleamos? ¿No nos interesa lo que se ofrece? ¿No participamos? ¿O es que somos ineficaces, vagas, cómodas, serviles...? Sobre todas estas cuestiones hay mucho escrito.

Y lo último citado es lo que afirma la ex redactora jefe de Die Tageszeitung, el periódico más a la izquierda en Berlín, en un libro de reciente publicación que ha levantado ampollas hasta por el título: La cobardía de las mujeres (Die Feigheit der Frauen).
Bascha Mika se despacha a gusto y no por despecho, asegura, sino tras largas y frecuentes conversaciones con colegas y no colegas, tras su experiencia profesional y su mucha observación.

"¿Por qué las mujeres se echan atrás siempre, siempre, siempre?", titulaba con una de sus frases una entrevista en la revista Stern en febrero. "Mi libro está dirigido a las mujeres de educación alta, son las que hoy mayores posibilidades de elección tienen; son responsables de sus vidas". La corresponsal de TVE en Berlín, Aurora Mínguez se hacía eco en su blog, Alemán para principiantes, del impacto de las tesis de la ex alto cargo de prensa. "Las mujeres son cobardes, cómodas y serviles. Renuncian a desarrollar su propia vida escondiéndose detrás del papel de madre y ama de casa", asegura. Se subordinan voluntariamente a novios y maridos.

Y añade Mika: "Este es el país [Alemania] en que muchas chicas universitarias, especialmente en la mitad occidental, se quedan embarazadas recién terminada la carrera y se ocupan de los niños que llegan justo en el momento en que deberían empezar a abrirse camino laboral.

Aspiran a un trabajillo para no figurar como simples amas de casa con un título académico. No se plantean de manera sistemática metas ambiciosas ni tampoco ganar igual o más que sus compañeros o maridos. No parecen confiar en sus propias capacidades y tampoco están dispuestas a luchar por subir escalones en su profesión o en su empresa. El precio que hay que pagar para ello es, naturalmente, muy alto".

Bien. Preguntamos a algunas mujeres de esta redacción dos cuestiones al hilo de esta supuesta culpa propia que Mika describe.

1. ¿Qué hacemos mal las mujeres para no llegar más lejos profesionalmente?

2. ¿Es que no queremos, no podemos, no sabemos?

He aquí algunas (siete) de las respuestas recibidas:

PRIMERA.

1. Pensar, casi siempre y erróneamente, que no estamos lo suficientemente preparadas y plantearnos, ante un ascenso, si tiene sentido o no. Los hombres dicen sí siempre, sin pensar en más.

2. A veces no queremos, porque no creemos que sea apropiado o que podemos hacerlo. Sí podemos, pero de otra manera, en una cultura menos agresiva. Sí sabemos, aunque con frecuencia pensemos que no.

SEGUNDA.

1. El único error es no quejarse más, no reivindicar con mayor energía y convicción su posición. En el fondo, creo que las mujeres siguen pensando que se les recompensará por sus méritos. No es así. La meritocracia en España está poco desarrollada. Aquí se asciende por cooptación. Las mujeres lo tienen más difícil, pero deben pelear más por sus derechos y su reconocimiento.

2. Las mujeres son ambiciosas y quieren llegar lejos en su profesión. El problema es que para eso deben acatar reglas estrictamente masculinas y, además, superar demasiados obstáculos; la mayoría de ellos, insuperables. No hay que engañarse: los que detentan el poder se sienten más cómodos en sus círculos casi estrictamente masculinos y no están por la labor de dar un paso atrás para dejar que una mujer les quite la silla. Es una lucha descarnada por el poder.

TERCERA.

1. Ser conformistas, tener otras prioridades, no aceptar el estilo de vida de los ejecutivos, (todo eso en el mundo ideal de que tuviéramos las mismas oportunidades). Y no me parece que lo hagamos mal, lo hacemos de otra manera. Y no todas. Odio las generalizaciones. Cada una es un mundo

2. A veces no queremos, a veces no podemos y a veces no sabemos. También, a veces, no nos dejan

CUARTA.

1. Nada. ¿Por que partes de la idea de que las propias mujeres tenemos la culpa de nuestra discriminación laboral?

2. ¿Será que nos lo impiden?

QUINTA.

1. El problema es que, muchas veces, nos tienen que ascender los hombres. Y a algunos les cuesta.

2. Podemos y sabemos, otra cosa es que queramos.

SEXTA.

1. No creo que hagamos nada "mal" sino que el entorno hostil a nuestra presencia en los cargos, la extrañeza que aún causa la ambición de una mujer provoca que sintamos que la montaña es un Everest. Esa misma hostilidad ambiental es la que provoca que tengamos más miedo, nos sintamos más inseguras, comentemos nuestros propios errores y tengamos dificultades para comentar los logros, para estar seguras de ellos. Ellos exhiben mejor sus conquistas, nosotras los callamos más, ellos hacen ruido, nosotras somos más silenciosas.

2. Y dado que el crecer en lo profesional y el llegar más lejos depende tanto de la seguridad que uno exhiba, del ruido, en más grado que la eficiencia, se ve menos natural en nosotras ascender. Y dado que deciden ellos, puesto que son mayoría en el cargo, no se sienten seguros con mujeres que no se jactan, que no se sienten demasiado seguras, etc.

SÉPTIMA.

1. ¿Quién dice que lo hacemos mal? Y, por otra parte, ¿qué es llegar lejos profesionalmente? Dependerá de las inquietudes de cada persona. ¿Es más ser director de un periódico que reportero? ¿Por qué? ¿Por qué hay que aspirar a ser director de periódico? ¿Por qué debe medirse el éxito por convenciones sociales y no personales? El concepto de llegar lejos es absolutamente subjetivo y personal, lo marcan las ambiciones de cada cual. Y tan ambicioso es quien aspira vocacionalmente a ser director de periódico como quien decide convertirse en freenlance para poder hacer periodismo en la calle y manejar a la vez el tiempo a su antojo para ver cine, cuidar de sus hijos, hacer senderismo o jugar una partida de mus con amigos. Y tan lejos habrá llegado el primero como el segundo si es lo que perseguía.

2. Conclusión: Algunas quieren, pueden y saben “llegar lejos” profesionalmente; otras, saben que precisamente lo que no quieren es llegar ahí. ¿Por qué hay más hombres que mujeres en la cima profesional? El machismo no es un fantasma, existe. Pero hay mucho más que eso. Hombres y mujeres tenemos ambiciones distintas. Afortunadamente somos distintos.

Sheryl Sandberg, alta ejecutiva, por su parte, no emite juicios de valor en su charla sobre la conducta de las mujeres en genera o sobre ella misma, en particular. Dice: “No tengo la respuesta correcta. Ni siquiera para mí misma. Dejé San Francisco, donde vivo, el lunes y me iba a tomar el avión para venir a esta conferencia.Y mi hija de tres años cuando la fui a dejar en la escuela montó la escena de abrazarse mi pierna y llorar diciendo: 'Mami, no tomes el avión'. Es difícil. A veces me siento culpable. No conozco ninguna mujer,ama de casa o que trabaje afuera,que no se sienta así de vez en cuando. No estoy diciendo que trabajar fuera sea lo correcto para todo el mundo". Ella ofrece aquí varios mensajes para aquellas que quieran permanecer en el mercado laboral. Tres en concreto:

1. Siéntense a la mesa.

2. Hagan de su pareja un verdadero compañero.

3. No se den por vencidas antes de abandonar el trabajo.

Los explica. Veánlo. Da ejemplos. Y concluye que su generación, lamentablemente, ya no va a cambiar los números de la cima. "En mi generación no va a haber un 50% de personas en la cima de ningún sector. Pero cifro mis esperanzas en las generaciones futuras. Creo que un mundo gobernado en la mitad de los países y en la mitad de las empresas por mujeres sería mejor... Tengo dos hijos. Un hijo de cinco años y una hija de dos. Quiero que él tenga la posibilidad de contribuir plenamente al mundo laboral o al doméstico y quiero que ella tenga la posibilidad de elegir no sólo de superarse sino de ser querida por sus logros".

Su consejo global para las generaciones de mujeres mas jóvenes es bien individual: 'Crean en ustedes mismas y negocien por ustedes mismas. Sean dueñas de su propio éxito...".

¿Bastará con eso?

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