domingo, 5 de junio de 2011

Perú: entre el cáncer y el sida.

Entre el cáncer y el sida
Jorge Durand
Mario Vargas Llosa tiene fama no sólo de buen escritor, sino también de mal político. Sin embargo, es muy bueno para caracterizar contextos políticos con una frase lapidaria, como aquella de la dictadura perfecta” en referencia al PRI de los años 80, o la actual situación que vive Perú, que tiene que elegir entre el cáncer de Ollanta Humala o el sida de Keiko Fujimori.

La metáfora retrata perfectamente la situación actual de Perú, ya que el cáncer es una enfermedad de las células que puede ser mortal, pero a fin de cuentas es controlable por medio de quimioterapia y, si se pone mal la cosa, por medio de cirugía. En cambio el sida es una enfermedad contagiosa, que no se quita ni se extirpa y que ataca el sistema inmunológico, las defensas internas del organismo.

Para Vargas Llosa el cáncer de Humala es el nacionalismo, que puede llegar a ser excesivo, como el caso de Chávez, o moderado, como el caso de Lula. Recordemos que el escritor se alejó de Barcelona precisamente porque consideraba en ocasiones extremo al nacionalismo catalán. En cambio Varguitas vivió a sus anchas en Londres cuando madame Thatcher imponía su mano de hierro. Los nacionalismos como la primera fase de Humala, actualmente bastante moderado, pueden llegar a extremos, son proclives a las nacionalizaciones y afectan el libre mercado, lo que le preocupa al escritor.

Como quiera hay que elegir. Y sobre Humala hay dudas, él mismo lo dijo en el debate, pero sobre Fujimori hay pruebas. Keiko fungió como primera dama de Perú, después del divorcio de su padre. Divorcio que acabó en escándalo respectivo, porque Susana Higuchi adujo en el juicio, como una de las causales del divorcio, los actos de corrupción de su marido. Ahora Alberto Fujimori, quien se dio el lujo de renunciar a la presidencia de Perú, por fax y desde Japón, está en la cárcel por crímenes de lesa humanidad cometidos durante su administración y, en segundo término, por múltiples actos de corrupción. Y de allí viene el contagio y la falta total de autodefensas contra el autoritarismo y la corrupción en el sistema inmunológico de la familia Fujimori y su partido.

Keiko marcó su raya en el debate con respecto a la posible influencia de su padre, que desde la cárcel podría dirigir los hilos de la política nacional. Sin embargo, en toda la campaña publicitaria de Keiko ella aparece en primer plano y detrás su padre. El surrealismo político al extremo, un presidiario, haciendo campaña política por la presidencia. La vinculación es más que evidente, aunque ella, pícara y dicharachera, diga que va a gobernar de manera independiente.

Uno de los temas que se debatieron fue precisamente el del continuismo. Los ex ministros de salud Eduardo Marino Costa Bauer y Alejandro Aguinaga, que fueron acusados de promover la esterilización forzada, forman parte del círculo cercano a Keiko, y ella los defendió públicamente afirmando que nunca habían sido sentenciados. En efecto, durante la administración de Fujimori se esterilizó a cerca de 300 mil mujeres, obviamente pobres e indígenas, en un plan financiado por el Banco Mundial de “esterilización quirúrgica voluntaria”, que en la práctica se hacía con chantajes, nula información y promesas de despensas. Hay múltiples testimonios de mujeres que fueron operadas con engaños y sin su consentimiento y conocimiento plenos. Los abogados defensores de derechos humanos que litigaron en estos casos fueron amenazados directamente por los esbirros de Montesinos y Fujimori y ahora viven en el autoexilio en España.
En Perú el voto es obligatorio y votan los pobres, que son mayoría. Es muy difícil que gane un candidato de derecha, como Vargas Llosa, Lourdes Flores o Pedro Pablo Kuczynski, que finalmente quedaron derrotados por Fujimori y Alan García y Humala. En realidad Alan García contendió con Humala, pero logró sobrepasar a Lourdes Flores por una fracción de punto para pasar a la segunda vuelta, aduciendo que Lourdes Flores era la candidata de los ricos.

Perú es un país sin partidos, hasta el APRA ha sido desmantelado. Cualquiera puede ser candidato y eso lleva a la fragmentación del voto en la primera vuelta. Todos quieren competir y que salga su nombre en la boleta, no importa que pasen o no a la segunda vuelta, lo importante es competir, luego negociar y esperar a la próxima elección. Este oportunismo político nuevamente provocó que la derecha quedara al margen y ahora se enfrenten Humala, que representa a la izquierda multifacética, y Fujimori, que representa al pasado. Un pasado de mano dura con crecimiento económico, de corrupción con construcción, de chantaje político con lucha frontal al terrorismo.

Que la democracia no es perfecta se demuestra claramente en el caso peruano, donde la mayoría de la población se ha visto forzada a elegir entre el cáncer y el sida. Ambos contendientes tienen esqueletos en el clóset. La familia de Humala es impresentable: su padre afirmaba que había que matar a todos los “maricones” y su hermano Antauro, de tendencias neofascistas, está en la cárcel purgando penas por una asonada donde asesinaron a varios policías. La excepción parece ser su esposa Nadine Heredia, que es una persona preparada, inteligente y carismática.

Por su parte, los esqueletos de Keiko son más que evidentes, aunque ella se presenta como una persona que en una ocasión se “enfrentó a Montesinos”, el que fuera la mano derecha y siniestra de su padre. Su marido no cuenta para nada. No así la antigua comparsa de Fujimori, que se apresta a tener su segunda vuelta de oportunidades para conseguir concesiones y expoliar el presupuesto nacional.

Las encuestas más serias, como las de la Universidad Católica, publicadas en el diario La República, dan una ligerísima ventaja a Keiko, con una fracción de punto porcentual. En el debate también quedaron tablas, aunque Keiko se mostró mucho más fresca frente a un Humala acartonado que no contestaba las preguntas de manera directa.

Por eso es que en Perú se mira y se piensa en México, donde el fantasma del fraude estuvo presente en 2006, donde se ganó por una mínima fracción, donde hubo un fuerte revuelo poselectoral y porque tuvimos que elegir entre el cáncer de un posible “peligro para México” y el sida de la impunidad, la ineficiencia y la corrupción.

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