Desde los camerinos, donde se encerraron a rumiar su tristeza, los jugadores de River llamaron a los hinchas a aceptar la derrota con espíritu deportivo. "Ya vendrán tiempos mejores", les promete Juan Pablo Carrizo, el arquero de los millonarios, con voz quebrada.
Los altavoces transmitieron su mensaje y el de Juan José López, a los hinchas que salían del Monumental, la mayoría resignados a que su equipo descendiera a la segunda división pero algunos con los puños apretados, sin poder asimilar la derrota.
Los barrabas descargaron su frustración en los policías que custodiaban las inmediaciones del estadio, donde en otras temporadas el equipo dueño de casa se cubrió de gloria. Los 'Borrachos del Tablón' como se conoce la barra de River arrojaron todo lo que hallaban a mano contra el carro-hidrante de la Policía, que disparaba potentes chorros de agua. La gendarmería disparó balas de caucho contra la enardecida multitud.
Había ocurrido lo inconcebible, en 90 minutos de juego, el elenco de la banda roja quemó los laureles que había acumulado en 110 años de brillante trayectoria. El encuentro terminó en empate, con un tanto a favor de cada equipo. Lo suficiente para que Belgrano ascendiera a la primera liga y que River se condenara a jugar la próxima temporada en la nacional B.
"Aquí hay algo podrido…Passarella (el presidente de River) se vendió por unos mangos (pesos)", exclamaban los más recalcitrantes. "J.J López (el director técnico) hizo todo al revés. Algo le habrán ofrecido", mascullaban otros. Como los policías habían recibido la orden de impedir que la situación se saliera de control, los barras arremetieron contra los móviles de la prensa, volcando uno de los vehículos. El jefe del dispositivo policial, Gerardo Bignolli, anticipó que sus hombres permanecerían en alerta hasta el día siguiente, en previsión de que los disturbios se extendieran al centro de la capital.
Todos los comentaristas coinciden en que el segundo encuentro que disputaron River y Belgrano –el pasado miércoles Belgrano se impuso por dos a cero- fue de una intensidad y de una pasión, pocas veces vista en el fútbol argentino. A los cinco minutos del primer tiempo, River abrió el marcador con un disparo de Mario Pavone, una de las mejores figuras del encuentro.
Los riverplatenses se fueron al descanso con la sensación de que la suerte estaba de su lado. A poco de comenzar la segunda etapa, la defensa de los millonarios se distrae y César Pereyra, goleador de Belgrano queda sólo frente al arco de Carrizo y…erra el tiro.
Desde el banco técnico, J.J, López grita a los suyos que no descuiden el área chica. Qué frenen los contraataques de los 'piratas' de Córdoba. Pero el juego de equipo de Belgrano puede más que las individualidades de River. A los 17 minutos, Guillermo Farré empata para Belgrano y el rugido de la tribuna oriental, donde se concentra su público, atruena el estadio. Los cordobeses ya acarician la victoria.
El reloj sigue desgranado sus horas y a los 22 minutos, Sergio Pezzotta le cobra un penal a Belgrano. Juan Carlos Olave contiene el disparo de Mariano Pavone y un nubarrón desciende sobre los riverplatenses. Las esperanzas de revertir la sentencia se desvanecen.
Cuando faltan cuatro minutos para levantar la bandera, los cordobeses comienzan a arrojar petardos a la cancha. Los riverplatenses comienzan a trepar la valla que los separa del enemigo. El árbitro consulta a los jugadores de River y éstos asienten con la cabeza. Que suene el pito. No merece la pena prolongar la agonía de los hinchas y la suya propia
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