La filosofía en la educación media superior
Manuel Pérez Rocha
El Instituto de Educación Media Superior del Distrito Federal (IEMS-DF) es una de las pocas instituciones del país que responde a los cambios socioculturales, a los retos, problemas, necesidades e intereses actuales que enfrenta nuestra sociedad y el mundo”. Esta es la conclusión del maestro Ausencio Pérez Olvera, presidente de la Asociación Nacional de Profesores de Filosofía de la Educación Media Superior, después de hacer un diagnóstico de la enseñanza de la filosofía en un conjunto de instituciones de este nivel educativo, entre las que se encuentran el CCH de la UNAM, el Cecyt del IPN, la DGETI de la SEP y el propio IEMS-DF.
Ese diagnóstico es una de las 18 ponencias que se presentaron hace poco más de un año en el coloquio El Papel de la Filosofía en la Educación Media Superior, organizado por el Observatorio Filosófico Mexicano, publicadas hace unas semanas en un volumen coordinado por Gabriel Vargas Lozano, presidente de dicho observatorio. En ese coloquio se analizó también la enseñanza de la filosofía en otras muchas instituciones como la Universidad Autónoma del Estado de México, la Universidad de Guadalajara y diversos organismos de educación media superior en los estados de Chiapas, Tlaxcala, Guerrero, Guanajuato y otros.
Cuando se habla de proyectos educativos, con obsesión se establece que éstos deben responder a “las necesidades del desarrollo”, a “los requerimientos de un proyecto de nación”, a “las necesidades de la sociedad” o la “formación de ciudadanos”. Estos enfoques se plantean en términos totalmente abstractos: nunca se define ese “proyecto de nación”, ni lo que se entiende por “desarrollo”, ni siquiera se enlistan las “necesidades de la sociedad”, o se confunden éstas con supuestas necesidades de los empleadores. Con estos enfoques, el educando queda reducido a instrumento de la sociedad, a insumo de la producción, a eslabón de la estructura política.
Hace 13 años, el proyecto del bachillerato del IEMS-DF se concibió poniendo en el centro de atención al joven y sus necesidades educativas y culturales. Para su elaboración se volteó la mirada al individuo, al educando, al joven, a sus necesidades intelectuales y afectivas derivadas de su edad, de sus condiciones culturales y sociales y de sus necesidades materiales. Con esta perspectiva, se definieron tres ámbitos esenciales de formación: científica, humanística y crítica, y se especificaron los conocimientos, habilidades y actitudes que conforman cada uno de estos ámbitos. El plan de estudios está compuesto básicamente por humanidades (filosofía, historia, letras, artes plásticas, música) y ciencias (física, biología, química, matemáticas).
El problema del proyecto de nación o el del desarrollo se resolvió con un planteamiento elemental: no hay mejor proyecto de nación ni mejores posibilidades de desarrollo que las que ofrece una población culta, altamente educada. Por esto es notable y estimulante que el proyecto educativo del IEMS-DF sea juzgado tan positivamente “por su respuesta a los problemas de la sociedad y del mundo”.
En una inteligente reflexión acerca del papel de la filosofía en la formación de las y los jóvenes estudiantes del bachillerato, publicada en el volumen que comento, la maestra Ana Lilian Rodríguez Villafuerte, profesora de filosofía del IEMS-DF, desmenuza conceptos fundamentales. Desde mi punto de vista, apunta con especial tino a una de las muchas debilidades del enfoque de “competencias” impuesto por la SEP en la Reforma Integral de la Educación Media Superior (RIEMS): esta reforma confunde adiestramiento, adoctrinamiento y educación, e indebidamente toma estos conceptos como sinónimos.
Adiestrar –dice la maestra del IEMS– significa desarrollar en otro un conjunto de habilidades que le permitan realizar tareas específicas. “… se adiestra no sólo a personas, sino incluso a los animales”. Acertadamente advierte que pretender centrar la educación en el mero adiestramiento “a la larga produce sociedades deshumanizadas cuyas consecuencias han sido retratadas en célebres distopías como 1984 de Orwell o Un mundo feliz de Huxley”.
Esa deshumanización, con efectos peores que los de estas “distopías”, la vivimos hoy en México; lo más terrible del tiempo mexicano actual no es el poder del crimen organizado, sino la pavorosa omnipresencia de la crueldad, el sadismo, la monstruosidad de seres adiestrados no solamente para organizar eficientes operativos, sino también para torturar, mutilar, decapitar y descuartizar cuerpos humanos y generar sin piedad un dolor infinito a sus víctimas, a sus familias y a la sociedad entera.
Por supuesto las causas de dicha deshumanización son múltiples, pero no puede excluirse de ellas la contribución de una educación escolar tecnocrática, pragmática y deshumanizada que se ha impulsado en las décadas recientes, ni el impacto de los medios de “educación informal” (prensa, radio y televisión) que, dominados por el afán de lucro, no tienen empacho en difundir los peores ejemplos de degradación moral, de antivalores, de la obsesión por poseer y ostentar, de fomentar y dar por buena y necesaria la adicción a “divertirse”, esto es, a huir de la realidad.
La Reforma Integral a la Educación Media Superior es en gran medida un programa de adiestramiento. Orientado a lograr “competencias”, reproduce mucho del enfoque conductista que, explicablemente, a algunos nos atrajo hace 40 años, y que por andar leyendo filosofía hace tiempo superamos. Ojalá los autores de la pretenciosa reforma integral que elimina la filosofía lean la breve y valiosa ponencia de la maestra Rodríguez Villafuerte: no tiene desperdicio.
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